viernes, 25 de abril de 2014

Capítulo 13 de My Sweet Lover

Se acerca el final. Después de este quedan solo 3 capítulos y podremos ver el desenlace de la historia de amor entre Samuel y Alex. Espero que os esté gustando leerlo, tanto como a mí escribirlo y aquí tenéis el capítulo número 13.

Capítulo 13
Así que tendríamos un hijo. Si todo salía bien. Pero ¿por qué habría de salir mal? Pueden pasar muchas cosas, pero seguro que todo iba bien. Samuel me agarró de nuevo y nuestros labios se juntaron cómo hacían habitualmente. Tenía esa mirada, y yo conocía esa mirada. Dos minutos más tarde nos encontrábamos en su habitación.
Las manos de Samuel cogieron los bajos de mi camiseta y empezaron a levantarla. Levanté mis brazos para ayudarle a quitarme la camiseta y que le fuese más fácil. Luego fui yo quién le besó en el cuello. Su cuello raspaba por efecto de la barbita rubia. En cierta parte podía sentir su colonia en mi lengua, nada grave. Siempre me resulta muy agradable su aroma.
Sentados en su cama le quité su camiseta y pasé mis manos por su pecho enlazando mis dedos con el pelo que lo adornaba, como habitualmente acostumbraba a hacer. Con mi mano lo empujé un poco y conseguí tumbarlo en la cama. Llevé mis besos a su pecho, también me gustaba mucho hacer eso, y a quién vamos a engañar a él le encantaba que se lo hiciese.
Diez minutos después los dos estábamos desnudos entre las sábanas. Seguimos besándonos durante un rato largo. Empecé a incorporarme poco a poco besándole a ratos. Aparté un poco la ropa de la cama y me subí encima de Samuel. Cada vez que lo hacíamos me sentía más y más vivo. Me sentía despierto. Y me sentía feliz de compartir algo tan importante con una persona como Samuel. He tenido mucha suerte de encontrar un chico como él. Y en tres semanas seremos… ¿Marido y marido? Siempre me rio al imaginar al juez diciendo “Yo os declaro marido y marido”. Tiene que ser muy gracioso. Espero no descojonarme en su cara cuando lo diga. O a lo mejor no lo dicen, la verdad no lo sé. No soy propenso a ver bodas gay, así que no lo sé del todo.
No sé si era por la felicidad o porque, pero ese día me sentí mucho más satisfecho de lo habitual tras hacerlo con Samuel. Lo peor, es que a pesar de la satisfacción convencí a Samuel para hacerlo otra vez. Dicen que la primavera la sangre altera así que… Oops. Estamos en verano. Serían los nervios de la boda, pues. No lo sé.
Media hora después estábamos tumbados en su cama mirando al techo y hablando. Charlábamos como una parejita feliz (lo que éramos xD).

-       Hoy estás desatado Alexei.
-       Lo siento. Tenía ganas de ti.
-       Yo siempre tengo ganas de ti.
-       ¿Te das cuenta de que en tres semanas estaremos casados?
-       Me doy cuenta – dijo Samuel entre risas -. Hay otra cosa de la que me he dado cuenta en todo este tiempo.
-       ¿El qué? ¿Hay algo que no te guste de mí? Porque puedo cambiarlo, puedo ser más… o menos…
-       Tranquilo – dijo acercándose para besarme -. Iba a decir que me he dado cuenta de todo lo que te quiero. No hay nadie que quiera cambiar de ti. Eres perfecto.
-       Yo te quiero más.
-       Si tú lo dices – dijo haciéndome estremecer.
-       Todavía la tienes – exclamé mirando a su armario. De él colgaba aún su antigua camiseta del equipo de fútbol. El número 5 había perdido parte de su componente blanco. Por otro lado el rojo de la camiseta parecía más brillante que nunca -. Y sigue colgando del mismo sitio que colgaba aquel día.
-       ¿Qué día?
-       El día que me trajiste aquí y me hiciste pensar que lo habíamos hecho.
-       En cuanto a eso, creo que nunca me he disculpado como es debido. Así que me gustaría decir que… lo sient…
-       No – exclamé antes de que pudiese pronunciar las palabras -. Sí no me hubieses traído esa noche, nunca nos habríamos conocido formalmente.
-       Descuida, te habría pedido salir antes o después.
-       Yo nunca habría tenido el valor de hacerlo.
-       A veces usar el valor no es la mejor opción. Yo lo usé como mi arma, y la bala acabó rebotando.
-       Pero conseguiste superarlo. Eso es lo que importa.
-       Si. Lo que no te mata te hace más fuerte ¿no?

Le dediqué una sonrisa y después me levanté y busqué mi ropa interior y me la puse. Ese día me había puesto unos calzoncillos de Calvin Klein porque sabía que la madre de Samuel no estaba. Volvería a la semana siguiente y ya se quedaría hasta nuestra boda. A Samuel le dolía mucho que su padre no pudiese estar con él. Y yo me quejaba porque el mío no quería ir. Al menos el mío estaba aquí, aunque no me hablase.
Llamamos a Sammy para concertar un lugar en el que quedar con ella. Iríamos los tres juntos a la clínica. Samuel había mirado en un montón de ellas, y después de un tiempo la que más le convenció fue esa. La clínica Princeton HealthCare System fue la que había elegido. Antes de quedar con Sammy en su casa tuvimos que pasar por un cajero automático a sacar el dinero con el que pagaríamos. Sabía que le pagaban bien en la inmobiliaria pero no sabía cuánto. Saco los 6500 dólares de una vez.
Samantha nos estaba esperando en la puerta de mi casa. La clínica estaba un poco lejos así que tomamos prestado el coche de mi madre. Samuel lo conduciría. Deje que Samantha fuese en el asiento del copiloto, yo iría sólo atrás. Mi hermana dijo que quería venir pero antes de la inseminación, yo tenía que…en fin, ya me entendéis. No la iban a fecundar por el espíritu santo.
Cuando llegamos a la clínica nos llevaron a una sala que tenía una puerta, que a su vez te dejaba acceder a otra sala. En esa fue en la que me metieron. El médico me dio un botecito en el que yo tendría que guardar mi material genético, tenía que expulsarlo directamente en el bote. No sé si iba a poder. Antes de entrar, el médico me dijo que había revistas para motivarme antes de hacerlo. Me sonrojé en cuanto me lo dijo además de que no creía que ese tipo de revistas fuesen a funcionar conmigo. Como esperaba. En todas las revistas había mujeres rubias, morenas, pelirrojas, con grandes pechos, medidas 90-60-90 y con poca ropa. Yo creo que hay más parejas homosexuales que heterosexuales que recurren a este método, no sé porque no hay más diversidad de revistas. Pasé un minuto riéndome de todo lo que mi mente estaba creando en mi imaginación. No podía parar.
Cinco minutos después y utilizando mi propia imaginación, pues de la otra forma era lógicamente imposible, conseguí llenar buena parte del bote. Le puse la tapa. Fui al lavabo que había a unos 5 metros de mí y me lavé las manos. Me volví a vestir, bueno básicamente me subí el calzoncillo un poco hacia arriba.
Cuando salí de la puerta tanto Samuel como Sammy me miraron. Los dos me sonrieron y yo me sonrojé. Les dediqué una sonrisa que quería decir “todo ha ido bien” y le entregué el bote al doctor. Lo agarró con sus rudas manos. Samantha se levantó preparada pero el doctor Litlle le hizo un gesto para que se volviese a sentar.

-       No vaya tan rápido señora Rhodes.
-       Pensé que iban a…
-       No. Esto no es tan rápido como parece – exclamó el doctor rascándose su prominente nariz -. Primero tenemos que analizar la muestra del señor River. Y si todo va bien ya les llamaremos para llevar a cabo la inseminación.
¿Cómo no se nos había ocurrido pensar en eso a ninguno de los tres? Ya somos tres adultos y a veces seguimos pensando como pueriles adolescentes. Pero no puedo pensar como un adolescente de ahora en adelante. Me voy a casar. Voy a publicar mi primer libro. Y si nada se interpone en el camino, voy a tener un hijo. Tengo 22 años y es hora de dejar de pensar como un niño para pensar como un adulto.
La semana se me hizo más larga de lo esperado. Estuvimos en ascuas los tres hasta que recibimos la llamada.
-       ¿Señor River, es usted? – escuché la voz del doctor Little desde el otro lado del teléfono. Después de que le contestase con un ligero “sí, soy yo” el doctor continuó hablando -. Tenemos noticias.
-       ¿Buenas o malas?
-       Hemos analizado su muestra de semen y todo está correcto. Lo que queríamos era concertar con ustedes un día para llevar a cabo la inseminación.
-       Perfecto.
-       ¿Cuándo les vendría bien?
-       Cuanto antes mejor – me gustaría dar el sí quiero sabiendo si voy a tener o no un hijo - ¿Cuándo tienen un hueco?
-       Dentro de tres días podríamos realizarlo.
-       Perfecto, entonces. Muchas gracias.

Esos días los aprovechamos para ultimar los preparativos. Dos semanas justas. Catorce días me separaban de una vida compartida con Samuel. Lo habíamos meditado todo. Entre los dos elegiríamos el nombre del niño y como yo ponía el material genético me pareció buena idea que llevase el apellido de Samuel. De hecho, yo mismo cambiaría mi nombre a Alexei Michael Corshion tras casarnos. Me negaba a llevar durante más tiempo el apellido que una persona tan despreciable como mi padre me había proporcionado.
Ver a Samantha desnuda con el simple camisón azul que el doctor le había dado era muy gracioso. Enserio, nunca me imaginé ver a mi mejor amiga semidesnuda y vestida con algo tan ridículo como eso. A Sammy le salió la vena profesional y quiso grabarlo todo en vídeo, a mí me resultaba algo desagradable, hasta que me dijo que lo que pretendía grabar era su cara mientras hablaba de cómo iba avanzando la experiencia. Eso me alivió bastante.
Estuvieron más de media hora dentro. Mientras Samuel y yo aprovechamos a mostrar nuestro amor en la sala de espera. Una señora mayor que estaba con la que debería de ser su hija nos miraba extraño. Comprendo que es de otra época, y que antes era diferente, pero podrían cambiar su forma de ver la vida. El mundo ha evolucionado. Estaba siendo un asqueroso egoísta. No todo el mundo tiene que pensar igual que yo.

-       Lo siento señora – dije dirigiéndome hacia la mujer. En su pelo no había ni el más mínimo atisbo de color, todo en su cabeza era blanco, al contrario que en su ¿vestido? ¿camisón? No sabía cómo llamarlo, pero era como si el arcoíris hubiese explotado en su atuendo – Siento que le pueda incomodar señora. Pero esto es amor. Quiero a este hombre – afirmé agarrando la mano de Samuel.
-       ¿Qué? – preguntó la que yo pensaba, sería su hija. Clavo sus ojos verdes en mí. Su melena era pelirroja, y era muy guapa, podría ser una versión más mayor de Sammy de no haber sido por la nariz que la tenía algo torcido -. Mamá te he dicho mil veces que no mires fijamente. Perdonad a mi madre, es una amante loca de las parejas homosexuales, sobre todo si se trata de hombres.
-       Por su expresión pensé que…
-       No, es sólo que su visión no es muy buena y le cuesta mucho ver.
-       Siempre he dicho que no importa si se son dos hombres, dos mujeres, un hombre y una mujer… Lo importante de todo es que haya amor.
-       ¿Tú también vas a someterte? – dijo Samuel dirigiéndose a la más joven.
-       Sí. Tienen el esperma de mi marido congelado. Por desgracia no podemos tenerlo por el método habitual. ¿Qué hay sobre vosotros?
-       Nuestra amiga será fecundada con mi material genético – mi voz fue como un susurro.
-       ¿Pero eso no es ilegal?
-       No en todos los lugares, igual el médico piensa que Sammy y yo vamos a casarnos pronto, y Samuel es un buen amigo. De alguna manera, va a ser el revés. Samuel y yo vamos a casarnos.
-       Enhorabuena.
-       Muchas gracias. Esperamos que todo vaya…

Antes de poder acabar mi frase el doctor Little y Samantha salían de la puerta. En su cara había una sonrisa. El doctor llamó a la consulta  a una tal Ellaria Davies. Ese debería ser el nombre de la mujer. Nos despedimos deseándole suerte a la señora Davies en su nueva aventura. Esperamos a que Samantha se cambiase. Antesde que apenas pudiese respirar Samuel y yo le acribillamos a preguntas del tipo “¿Qué tal ha ido?” “¿Sientes algo?” “Ahora tendrás que cuidarte”.
En principio todo había ido bien y el esperma estaba en el óvulo. Pero nunca se sabe, muchas pueden pasar, ahora sólo quedaba relajarse y esperar nueve meses. No quería estresarme en eso de pensar un nombre, pues aún no sabíamos si iba a ser niño o niña.
Dejamos a Samantha en su casa. Nunca podría agradecérselo lo suficiente por hacernos este favor. Cuando dejamos aparcado el coche de mi madre de donde lo habíamos dejado nos despedimos con un beso.
Era la 13.45. Iba a entrar de nuevo en mi casa cuando me di cuenta de que todavía me quedaba una cosa más que hacer antes de nada. No podía dejarlo durante más tiempo.
Me giré sobre mí mismo y empecé a caminar hasta el lugar en el que este sueño comenzó.

El Mckinley High.

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