domingo, 29 de junio de 2014

Capítulo 2 de Beyond My Sweet Lover

Lo prometido es deuda y aquí lo tenéis. Ha habido momentos que pensaba que no lo podría subir porque no se me ocurría nada decente pero aquí lo tenéis. Espero que lo disfrutéis:


Capítulo 2
Está muy bien eso de pasar algo de tiempo con tu novio, pero no podemos dejar pasar las relaciones con nuestras amistades. En mi caso era fácil, pues solo tenía a Samantha y decidí que aquella tarde sería para nosotros dos. Sin novios, sin interrupciones, solo amigos que van a dar una vuelta para pasar un buen rato.
Estuve por arrepentirme en cuanto me dijo que quería ir al centro comercial. Ya sabéis como son las mujeres, y yo, a pesar del famoso tópico de que a los gays nos encanta ir de tiendas, lo odio. Lo odio con todas mis fuerzas. Creo que es la cosa que más odio en el mundo. No sé como a nadie en su sano juicio le puede gustar ir de tienda en tienda, cogiendo y toqueteando todas y cada una de las prendas que tienen allí para acabar probándotelas todas y volverte a casa con las manos vacías porque te viene grande, te viene pequeña, o te «hace parecer gorda». Odio cuando las mujeres dicen eso. La culpa es de la televisión y los cánones de belleza que ha establecido. Sammy no tiene el cuerpo de Claudia Schiffer, o Elsa Pataky pero tiene carne donde agarrar, que en mi opinión es lo importante. Aplicable tanto a las chicas como a los chicos. Esos chicos esqueléticos que salen en televisión sin chicha ni cuajo… preferiría mil veces estar con un chico rellenito que estar con esos hombres que están aún más delgados que Jack Squeleton el protagonista de “Pesadilla antes de navidad”.
El centro comercial estaba atestado de personas por todas partes. Otra de las cosas que no aguantaba. Parecía como si todas las personas se pusiesen de acuerdo para ir a comprar la ropa el mismo día y al mismo lugar. ¿No tendrían otro lugar ni otra hora?
Mi papel en aquella encrucijada no era más que el de novio, o amigo, en este caso, pringado que sujeta las bolsas.
Después de diez tiendas, cuatro horas de entre selección, probador y pagar, y un último vistazo a la cartera Sammy se dio cuenta que había terminado de comprar, con lo cual nuestra tarde juntos estaba llegando a su fin.
¿Reservo una tarde para ella y lo único que vamos a hacer es irnos de compras? No se lo creía ni ella. No muy lejos del centro comercial estaba la bolera de Princeton, llamada “Throw ‘em all”. Fuimos al parking y metimos las bolsas en el maletero del coche de mi madre.
En el trayecto, por fin, pudimos hablar de nuestras cosas, lo que ella y Samuel habían estado haciendo por aquí en mi ausencia, si se había echado algún noviete… sin embargo, no había tenido mucha suerte en lo que a amor se refiere. Según me contó, se había enamorado de un chico que trabajaba en la pizzería más famosa de todo Princeton y acabó yendo allí todas las noches a cenar. Por lo visto, lo único que sacó con ello fue ganar tres kilos y que su cara se llenase de granitos debido a la grasa de la pizza. Finalmente descubrió que el chaval tenía una novia por lo que dejó de frecuentar el lugar y empezó una nueva dieta para bajar esos tres kilos que había ganado las noches que iba a observarlo.
Sentí que algo vibraba en el bolsillo de mi pantalón. Era un mensaje de Samuel.
     “¿Dónde estás?”
     “ Voy a la bolera con Sammy”
     “Ok”
Su última respuesta fue algo fría. ¿Se habría enfadado? No lo creo. Tampoco tenía motivo alguno para hacerlo. Sabía de sobras que hoy sería mi día con Sammy.
Entramos en el recinto y nos aproximamos al mostrador en el que había un chico muy mono, con el pelo castaño y unos penetrantes ojos grises, atendiendo para dar los zapatos a aquellos que quisieran jugar, además de alquilar la pista que quisiéramos. La 4 y la 5 estaban libres en ese momento. Sé que era una tontería pero le dejé elegir a Samantha la pista en la que jugaríamos. El número escogido fue el 4. No importaba cual hubiese elegido porque igualmente le iba a dar una gran paliza.
-       Voy a hacerte morder el polvo – dije convencido.
-       Uh, el pequeño Alex se me pone machito. Veremos a ver dentro de unos cuarenta y cinco minutos – exclamó agarrando los zapatos que Ian (su nombre venía puesto en una chapita que llevaba colgada de la camiseta)
Treinta minutos después el marcador iba muy igualado, pero Sammy iba ganado por un par de puntos. Ella llevaba 78 y yo 75. Paramos cinco minutos a descansar y seguir hablando de nuestras cosas. Después de un rato de insistencia acabé contándole lo de la otra noche, no con lujo de detalles, entiéndase.
Seguimos con la partida. Samantha ejecutó su último movimiento e hizo un semipleno. Los marcadores estaban 120 a 108. Si quería ganar tenía que hacer un pleno. Tenía que ganar sino iba a quedar fatal. Me aproximé al recipiente de las bolas. Agarré una grande y negra con gran decisión. Me disponía a tirar cuando una voz detrás de nosotros pronunció mi nombre. Conocía esa voz.
Me giré para comprobar si estaba en lo cierto y exacto. Allí estaba. Con sus ojos verdes como el jade, su rubio cabello que eclipsaba incluso a los rayos del sol. En su cara podía verse la barbita de tres días que tanto me gustaba. ¿Qué estaba haciendo él aquí?
-       Hola chicos – se aproximó lentamente para darme un beso.
-       ¿Qué estás haciendo aquí? – lo corté.
-       He venido a ver a mi novio y su amiga.
-       Sabías de sobra que este día lo iba a pasar con Sammy.
-       Hay tiempo para todo.
-       Sí, pero paso demasiado tiempo contigo cuando estamos juntos. Tanto que no paso ni una hora al día con mi mejor amiga porque lo paso con mi novio – hice una breve pausa para respirar -. Hay veces que necesito mi espacio
»Ya sé que nos vemos tres meses al año y poco más pero no puedo pasarme esos tres meses pegado a tu culo, y espero que lo comprendas.
-       Chicos dejadlo. No discutáis – los dos clavamos nuestras miradas en Sammy-. Enserio es una tontería. Tira Alexei y concédeme la victoria.
-       Voy – miré con desdén a Samuel  y tiré la pelota.
Por un momento parecía que iba a desviarse pero consiguió dar en el medio y tirar todos los bolos. Miré el marcador. Samantha: 120, Alexei: 122. Sería la rabia con que tiré la pelota lo que hizo que cayesen todos los bolos.
-       Parece que has ganado.
-       Eso parece.
-       Anda, Emily – dijo Sammy aproximándose a su amiga.
-       ¿Qué haces aquí Sam?
-       He venido con Alexei a echar una partida.
-       Quédate con nosotras y echamos otra.
-       Vale. Alexei – suspiró mirándome - ¿No te importa verdad?
-       No, claro que no. Mañana te llevaré las bolsas que siguen en el maletero.
-       Perfecto. Adiós chicos – nos dedicó una amplia sonrisa.
Me quité los zapatos de alquiler y les volví a dejar encima del mostrador despidiéndome educadamente de Ian. Para mi sorpresa me devolvió el saludo con una sonrisa dibujada en sus labios. Tenía unos dientes perfectos. Pero no era momento de pensar en eso ahora.
No dijimos nada en todo el camino hasta que entramos en el coche. Fue entonces cuando el mundo se puso patas arriba.
-       Tenías que venir ¿verdad? No me puedes dejar ni un solo momento separado de ti. Samuel te quiero pero no puedo pasarme las veinticuatro horas del día pegado a ti. Eso mata la pareja, mata el amor y lo mata todo.
-       ¿Tan terrible es que quiera pasar un rato con mi novio? Enserio no sé cuál es el delito Alexei.
-       Que necesito mi espacio, te lo estoy diciendo – el tono de mi voz sonaba más alto que de costumbre -. Pero por lo visto para poder ser novio tuyo tendré que pasarme la vida lamiéndote el culo y sin poder hacer vida fuera de nuestra relación.
-       Yo no te estoy pidiendo eso.
-       Pues lo parece.
Hubo un breve silencio acompañado por un golpe en el volante del coche.
-       No te preocupes, a partir de ahora tendrás tu espacio para hacer lo que quieras y venir aquí a ligar.
-       ¿Ligar? ¿Qué estás diciendo?
-       Tanto tú como yo hemos visto como os habéis sonreído el chico de los zapatos y tú. ¿Te gusta más que yo?
-       ¿Ian?
-       Míralo como sabe su nombre.
-       Lo ponía en la chapa de su camiseta y para tu información existe una cosa que se llama educación. De verdad no me puedo creer que me estés haciendo esto Samuel.
De mis ojos empezaron a brotar lágrimas pero no eran de tristeza ni de debilidad. Eran de pura rabia contenida.
-       Está bien. Me voy entonces. Te dejo solo con tu espacio – dijo bajándose del coche.
-       Espera Samuel…
-       Te diría hasta nunca, pero espero que te lo pienses.
La puerta se cerró de un portazo.
-       ¡Joder! – grité.
Y allí entre lágrimas me quedé yo, viendo como el amor de mi vida se esfumaba. Agarré mi móvil y marqué su número. Contra todo pronóstico lo descolgó.
-       ¿Qué quieres?
-       Lo siento Samuel. Vuelve al coche y hablamos. No puedo dejar que nos enfademos por algo tan estúpido como esto.
No me cabe en la cabeza como pudo haber llegado tan rápido. Abrió de nuevo la puerta del coche.
-       Soy yo el que lo siente – dijo con el teléfono todavía pegado a la oreja -. ¿Podrás perdonarme?
-       Pues claro.
Y con un beso sellamos nuestro acuerdo de no volver a pelearnos por idioteces además de que no volvería a ponerse de aquella manera porque pasase tiempo con los demás, al fin y al cabo…

Era mi espacio.

sábado, 28 de junio de 2014

Capítulo 1 de "Los Cuatro Fundadores y el Torneo"

Sé que hay menos amantes del fanfiction que de My Sweet Lover, pero no os preocupéis que ya estoy trabajando en el segundo capítulo de Beyond My Sweet Lover. Igual, aquí tenéis el primer capítulo del fic, pues lo anterior fue el prólogo. En lo sucesivo intentaré que sean bastante más largos.

Capitulo 1
La semana transcurrió con los cuatro fundadores de Hogwarts ultimando los últimos detalles para el día siguiente, el día en que los alumnos volverían a pasar las puertas del castillo esperando a ser instruidos un año más en el arte de la magia. No olvidaron que en menos de una hora el Ministro de Magia llegaría a las lindes del castillo para hablarles de aquello que se estaba preparando y de lo que los fundadores no tenían la más remota idea.
La rechoncha figura de Helga era fácilmente reconocible a través de su vestido de un color amarillo como el de la miel. El borde de su vestido se arrastraba por el suelo. Salió del Gran Comedor para acercarse a las cocinas. Allí cerca estaba la Sala Común de su casa, o eso se decía por los pasillos de Hogwarts, nadie que no fuera de Hufflepuf sabía exactamente su ubicación. En realidad, salvo alumnos electos, o que tuviesen amigos de otras casas se preocupaban por la ubicación de las salas comunes de las demás casas.
La mujer regordeta entró en la cocina y se acercó hacia las figuras de los elfos.
-          ¿Qué tal lleváis el banquete para mañana?
-          Va viento en popa nuestra gran señora.
-          ¿Y la cena preparada para el Ministro?
-          Estará en la mesa en menos de una hora y media, lo prometemos.
-          Gracias Wayline – dijo educadamente la mujer, dirigiéndose a la elfina.
-          Sólo quería asegurarme de que todo iba bien.
                                                    *****************
Godric se hallaba en los jardines del castillo junto al celador, Jeremy Steel, para ayudarle en la limpieza de los alrededores. Godric siempre aprovechaba cualquier momento para separarse de los demás y tomarse un momento de descanso. Además, Jeremy no se caracterizaba por ser una persona muy habladora, por lo que podía pasar tiempo con otras personas, sin necesidad de tener que hablar de nada. Aunque no faltaban las ocasiones en que Godric intentaba que el callado celador de Hogwarts le dedicase algunas palabras.
-          Le veo algo triste en esta calurosa noche de verano, Jeremy. ¿Le ocurre a usted algo?
-          No señor.
-          Mañana los pasillos del castillo volverán a estar infestados de jóvenes chicos y chicas que irán de aquí para allá.
-          Sí, que bien – contestó perezosamente el hombre.
-          Sabe que en el fondo le caen bien esos chicos. Si ve a los demás dígales que he ido a tomar un poco de aire fresco.
-          Claro, señor.
Godric empezó a caminar. Pasó por la torre del patio del reloj. El puente en el que siempre se paraba a observar el cielo y llegó al cementerio de piedra. Una zona de césped en la que se encontraban varias pilas de piedra. El Ministro llegaría en menos de una hora pero al hombre no le apetecía lo más mínimo estar en una reunión. ¿Qué es lo que estaría planeando el Ministerio? Godric era un hombre de gran moral, no le gustaba que los alumnos perdiesen tiempo de su educación en «tonterías».
No quería juzgar sin saber qué era lo que tenían en mente, pero a no ser que fuera una razón de peso, Godric estaba decidido a negarse a aquello que el señor Watters tuviese entre manos.
Ya había anochecido y el ministro todavía no había aparecido. Godric se llevó la mano a su barbilla y se rascó con suavidad la frondosa barba. Ahora que lo pensaba, Godric no había leído nada de la manera en que llegaría el ministro. A lo mejor usaba la red flú y él estaba allí esperando por si se aparecía. «¿Cómo he podido ser tan idiota?», pensó.
Se dio la media vuelta para emprender su regreso al castillo cuando oyó un ruido tras de él. Ese sonido y la manera en que el aire se había agitado, solo podía significar una cosa. Se giró y vislumbró dos figuras que se aproximaban hacia él con paso lento, sin ninguna prisa.
-          Buenas noches Godric, magnífica noche de verano la de hoy – comentó la voz masculina.
-          Buenas noches Ministro. Buenas noches… - su mirada se paró ante la figura de la mujer que acompañaba al ministro, sin embargo, no conocía su nombre. Se quedó callado esperando a que alguno de los dos pudiese completar la frase por él.
-          Oh, presentaciones. Godric te presentó a la nueva jefa del Departamento de la Cooperación Mágica Internacional la señorita Eleanor Smiths. Eleanor – dijo dirigiéndose a la mujer rubia – supongo que ya sabrás quién es él.
-          Godric Gryffindor, es un placer conocerle por fin – la mujer tendió su mano que se encontró segundos más tarde con la de Godric.
-          Con que… Nueva jefa del Departamento de la Cooperación Mágica Internacional del Ministerio de Magia. ¿Qué le ha pasado al viejo Sebastianus?
-          ¿No se ha enterado? Supongo que no habrán tenido mucho tiempo para leer los periódicos. El señor Andrews murió hace dos días. La pobre Lilyan se encontró su cuerpo sin vida en la cama cuando llegó a casa dos noches atrás. Y por eso, - exclamó tras una breve pausa para respirar -  nos hemos visto en la obligación de nombrar a un nuevo jefe, jefa en este caso, que se haga cargo de la oficina. Una terrible pérdida.
-          Esperemos que la señora Smiths esté al nivel de su antecesor.
-          No se preocupe, estaré – una gran sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer.
No parecía muy mayor, pero tampoco muy joven. Según el criterio de Godric tendría unos 40 años, o esa es la conclusión a la que llegó al ver las arrugas que se le dibujaban a la mujer en la cara cuando le dedicó aquella sonrisa.
En el corto camino que les separaba desde los terrenos hasta el castillo el ministro no dejaba de hablar continuamente. Sin embargo, Godric decidió que no había que coartar al ministro, por lo que le dejó expresar sus pesares con total libertad. En su largo monólogo, pues ni siquiera su compañera, la señora Smiths intervino mencionó unas tres veces, o al menos que Godric se diese cuenta, un «acontecimiento que pasaría a ser una leyenda del mundo de la magia y que dotaría a la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería de gran prestigio». Godric no quería saber que era antes que sus compañeros así que se limitó a asentir.
Finalmente se vio obligado a intervenir cuando el ministro le preguntó por las expectativas del nuevo año escolar y los nuevos alumnos. Como era habitual el día siguiente llegarían todos sus antiguos alumnos y una gran cantidad de niños y niñas de 11 años que iniciarían sus estudios. Otro año más Godric, Helga y Rowena tuvieron que forcejear contra Salazar que creía que los alumnos de Hogwarts debían ser hijos de brujas y magos. Godric y las mujeres no lo veían así. Cualquiera que poseyese el don de la magia sería aceptado en la escuela  y sería formado para convertirse en un gran mago y/ o bruja.
Jeremy estaba en la puerta esperándolos. Se había puesto sus mejores galas. En ese momento llevaba una elegante túnica azul turquesa que hacía juego con sus ojos azules. Tanto el ministro como su acompañante lo saludaron con un educado «buenas noches», sin embargo, y como ya iba siendo costumbre el celador les respondió con una cabezada. Era demasiado callado. Godric no recordaba haberlo visto hablando o manteniendo una conversación durante más de cinco minutos de seguido.
En el vestíbulo todo estaba en orden para que al día siguiente cuando los alumnos llegasen encontrasen el castillo perfecto. Todas las banderas estaban en su lugar, todos los retratos estaban cuidadosamente cuadrados unos con otros. Las armaduras de metal que hacían las veces de guardianas de la puerta estaban más erguidas de lo habitual. A los lados de las puertas se encontraban los contadores de puntos. A la izquierda, dos grandes recipientes de cristal con forma de arena llenos de rubíes y zafíros. Eran los contadores de Gryffindor y Ravenclaw. A la derecha, por su parte, se hallaban las mismas figuras pero en ellas se podían encontrar pequeños trozos de esmeraldas para Slytherin, y fragmentos de topacio que servirían para contar los puntos de la casa Hufflepuff. A partir de mañana los relojes de arena se irían llenando a medida que los alumnos de cada casa llevasen a cabo hazañas que les otorgasen nuevos puntos. Al final del año escolar, la casa con más puntos sería galardonada con la Copa de las Casas.
En el Gran Comedor estaban las cuatro largas mesas que representaban a las diferentes casas. En el fondo se encontraba otra con cuatro grandes tronos y una butaca al lado de uno de ellos. Al mirar al techo se podía apreciar el cielo del exterior, era una noche estrellada la de aquel día. En realidad se trataba de un conjuro para que el techo tuviese el aspecto del cielo de fuera. Colgando por todo el Gran Comedor había infinidad de velas encendidas que iluminaban la estancia. Tres de los grandes tronos se hallaban ocupados. En el que estaba más a la derecha se podía observar a una mujer de oscuros cabellos y grisáceos ojos, Rowena Ravenclaw. Su cabeza estaba coronada por una pequeña diadema grisácea con una pequeña inscripción que desde ahí no era legible pero Godric sabía que decía “una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de todos los hombres”. Su apellido daba el nombre a la casa a la que iban los alumnos provistos de una inteligencia sin procedentes, amantes de los libros y los estudios. Su símbolo es un águila. A su lado se hallaba sentada una mujer regordeta con el cabello castaño claro y de pronunciadas mejillas, que recordaban a la de una ardilla que acaba de llevarse un buen par de bellotas a la boca y las está ocultando. Su nombre era Helga Hufflepuff. A medida que se acercaban a Godric le pareció escuchar a la mujer que decía «por fin llegan, ya estaba hambrienta», no sin soltar de su mano una copa dorada con un tejón grabado en ella (el símbolo de su casa). Los pertenecientes a la casa de Hufflepuff eran personas destacadas por su lealtad, su justicia y trabajo, de noble corazón y que ante todo busca la unión y se preocupa por el prójimo antes que por sí mismo. El siguiente trono estaba vacío es el que ocuparía Godric cuando llegase allí- Siguió caminando con su elegante túnica roja y amarilla, acompañando a los nuevos huéspedes. El pelo y la barba castaño rojiza de Godric recordaba a la melena de un león, el animal que era el símbolo de la casa a la que el hombre daba nombre. Los alumnos pertenecientes a esa casa eran conocidos por su valor, su coraje, y honor, además de su gran osadía, temple y caballerosidad. A la izquierda se hallaba el trono en que Salazar Slytherin estaba sentando. El pelo de su cabeza era escaso, no así su larga y espesa barba blanca. Los rasgos de su cara recordaban a los de una serpiente, eso fue el motivo por el que eligió a la serpiente como el símbolo de su casa. Eso y su conocimiento del pársel (lengua de serpientes) pero por suerte, nadie más que Godric sabía de la habilidad del anciano para comunicarse con dichos animales. Muchos lo veían como un acto de magos tenebrosos, aunque las acciones que llevaba a cabo Salazar no destacaban por su buena voluntad. Cuando Godric se fijó en él, vio como le dedicaba una sonrisa a la acompañante del ministro. «¿Será que Salazar conoce a esta mujer?» pensó el hombre. Los rasgos de Salazar quedaron iluminados por los ribetes plateados que adornaban su túnica verde esmeralda. En su cara podía adivinarse la inteligencia, astucia, ambición, ingenio, determinación, y cierto desdén por las reglas. Por fin llegaron al lugar en que los otros tres los estaban esperando.
-          Buenas noches fundadores de Hogwarts – saludó el ministro -. Un momento, falta algo – sacó de su túnica una varita y con un pequeño movimiento hizo aparecer una butaca igual a la que él ocuparía -. Siento no haberles avisado de que venía acompañado. Esta es la nueva jefa del Departamento de la Cooperación Mágica Internacional. Godric os contará que le sucedió al anterior jefe.
Tomó un descanso para acompañar a su compañera a la butaca. Con un gesto la retiró un poco de la mesa y se la acercó después, cuando estuvo lo suficiente cerca como para poder sentarse. Sentados todos, el ministro se quitó la capucha de su capa. Su entrecano cabello y sus rechonchos rasgos quedaron entonces al descubierto.
-          Como todos saben ya un gran asunto me trae aquí. Algo que mi amiga, la señorita Smiths les podrá explicar mejor que yo. Eleanor, por favor – dio la palabra a su compañera.
-          Bien, lo primero buenas noches, es un gran placer conocerlos a todos ustedes. Siguiente. Lo que tanto al ministro como a mí nos ha traído aquí es un gran acontecimiento. ¡El Torneo de los Tres Magos! Llevamos mucho tiempo diseñándolo. En este torneo se juntará a tres escuelas de magia y hechicería de todo el mundo. De cada una de ellas se elegirá un campeón. Estos tres campeones tendrán que superar tres pruebas.
» El ganador será recompensado con un premio en efectivo de 10.000 galeones de oro. Con este torneo no se busca la competencia entre escuelas, sino que se fomentan las relaciones internacionales. Hemos decidido que Hogwarts será la sede de este el primer Torneo de los Tres Magos por lo que tendrá que acoger a los directores y los alumnos elegidos de las otras escuelas como sus huéspedes. Tanto profesores, directores, y fundadores como alumnos, podrán confraternizar para mejorar así sus relaciones. Al ser la sede, el curso académico transcurrirá como habitualmente, a excepción de las semanas en que se celebren esas tres pruebas. Esas semanas, el campeón de Hogwarts tendrá derecho de no acudir a sus clases para prepararse la prueba. Se trata de pruebas fuera de riesgo pero que ponen a juicio las habilidades de nuestros jóvenes magos y brujos.
»¿Qué decís?
-          Si Hogwarts ganase podría dotar de gran prestigio a la escuela, yo digo que sí – dijo la mujer regordeta llevándose un pedazo de tarta de melaza a la boca -.
-          Todos saben que Ravenclaw tendrá más oportunidades de ganar que las demás casas. Acepto.
-          ¿Por qué no? – pronunció la áspera voz de Salazar.
-          ¿Estamos seguros que los alumnos no correrán el menor peligro?
Hubo un silencio durante un largo rato. Finalmente el ministro se dignó a contestar la pregunta:
-          Habrá médicos y magos experimentados vigilando en cada una de las pruebas.
-          ¿Cuál son esas otras escuelas?
-          La escuela Magicwood de Princeton y la escuela Dirvangs de Dinamarca.
-          Está bien, pero si algo saliese mal este torneo no volvería a repetirse nunca.
-          De eso no cabe la menor duda Godric.
-          Júrelo señor ministro.
-          Lo juro.
La reunión finalmente se prolongó bastante. Salazar aprovechó para “enseñarle” a la señora Smiths la sala de los Trofeos que se encontraba detrás del Gran Comedor, pasando por una pequeña puerta. Bajaron las escaleras en silencio y en cuanto hubieron llegado abajo Salazar se acercó a la mujer rubia.
-          Esto del torneo está muy bien, pero ¿qué hay del asunto de los sangre sucia?
-          Lo siento señor, ni mi marido ni yo hemos sido capaces de hacerlo. Usar la maldición Imperius…
-          Eres una inútil. Ya me encargaré yo.
-          Lo siento mi señor. Tenga en cuenta, no obstante que el ministro rondará por el castillo con frecuencia a partir de ahora.
-          Pero no por ello puedo permitir que sea el único bajo mi control. Vamos a acabar con esos sangre sucia y empezaremos por un alumno de Hogwarts. Por suerte, ningún sangre sucia ha acabado en mi casa. Harás lo posible para amañar los resultados y que el campeón de Hogwarts sea un sangre sucia. Te encargarás también de conseguir que ese alumno muera – todo su discurso pareció un susurro silbante.
-          Pero Salazar no puedo…
-          Imperius
El gesto de la mujer había cambiado. Su mirada estaba ahora como perdida. Salazar no podía dejar de sonreír. Empezaría su purga de sangres sucias con un alumno de Hogwarts y seguiría por todos los demás y se valdría de esa pequeña bruja para hacerlo.
¡Qué empiece el primer Torneo de los Tres Magos!

lunes, 23 de junio de 2014

Prólogo de Los Cuatro Fundadores y el Torneo.

Sé que esto estaba planeado para el sábado o el lunes pero debido a una serie de infortunios no he podido terminarlo hasta hoy. Esto es un pequeño prólogo de lo que será la historia, la semana que viene empezaré con los capítulos largos. Tanto si sois o no amantes del mundo de Harry Potter me gustaría que lo leyéseis pues aún sin leer las novelas se puede seguir la trama argumental. El argumento tratará sobre la imposición del primer Torneo de los Tres Magos y como lo vivieron los fundadores del colegio. Sin más dilación aquí os lo dejo:

prologo
La capa del hombre rozaba en el césped de los terrenos que delimitaban el castillo. Iba caminando a pasos lentos haciendo el menor ruido posible. El viento azotaba las hojas de los árboles con más intensidad a medida que se adentraba en las lindes del bosque oscuro. Los altos árboles lo cubrían todo. El sol había desaparecido del cielo hacía un par de horas lo que tampoco ayudaba. Haciendo uso de sus dotes mágicas sostuvo su varita de acebo en su mano derecha y susurró la palabra “Lumos”. Segundos después el extremo puntiagudo de la varita era el portador de un pequeño haz de luz que iluminaba el camino por el que aquel extraño hombre caminaba.
Pasaron cinco minutos más antes de que pudiese alcanzar el sitio en el que una mujer de dorados cabellos estaba esperándolo. La mujer debía ser una bruja, pues de la misma manera en que el anciano mago lo había hecho, la mujer, mucho más joven que el mago, sostenía sobre sus manos una varita coronada por un halo de luz.
-          Buenos días Eleanor.
-          Mejor serán buenas noches Salazar.
Salazar Slytherin, reconocido por ser uno de los cuatro grandes fundadores de Hogwarts el Colegio de Magia y Hechicería más famoso de todo Reino Unido al que acudían todos los jóvenes brujas y magos para formarse. Conocido por su ambición, temido por todos, conocedor de la lengua pársel (lengua de serpientes).
Aquella mujer no le tenía miedo. Era su amiga. Eleanor Smiths, trabajada en el Departamento de la Cooperación Mágica Internacional del Ministerio de Magia. Debía ser algo muy importante si se reunía con aquel mago, a altas horas de la noche en uno de los bosques más temidos por los misterios y secretos que guarda y las criaturas que lo pueblan.
-          ¿Querías verme? – preguntó el anciano llevándose los dedos a su espesa barba blanca. La mujer rubia giró su cabeza varias veces en todas direcciones para asegurarse que estaban solos en aquel oscuro bosque -. Traerás noticias, confío.
-          Como ya sabes Salazar, el Ministerio de Magia estaba pensando en algo grande que realizar este año en las escuelas de magia más reconocidas del mundo. Parece ser que lo han encontrado – hizo una breve pausa para respirar -. Se trata de un torneo. El Torneo de los Tres Magos, que lo llaman.
-          ¿Tres magos? Eso significa…
-          Que tres escuelas participarán en él. Y Hogwarts ha sido elegido como sede del torneo. Si todo saliese según el plan, el torneo se repetiría una vez cada diez años. Pero las normas irán cambiando, de eso no me cabe la menor duda.
-          ¿Lo saben Godric, Helga y Rowena?
La mujer negó con su cabeza la pregunta que Salazar Slytherin le había planteado. Eleanor le explicó al anciano que el Ministro de Magia Seyfour Watters se reuniría con ellos al anochecer del día 31 de agosto. Lo que significaba que no podrían negarse. El año escolar empezaría unas horas después de la reunión. Tendrían que prepararlo todo en unas horas para acoger a los huéspedes de las otras escuelas de magia, y sus alumnos. De haber tenido de frente al ministro en persona y no a la jovencuela señorita Smiths, es probable que se encontrase estrangulando a aquel hombre.
Desde que dos años antes, Seyfour Watters hubiese sido nombrado ministro la situación del mundo mágica estaba en plena decadencia. No sólo no le importaba que los «muggles» (como en el mundo mágico eran llamadas las personas incapaces de realizar magia) descubriesen la existencia de la magia, incoherencia en sí misma pues el Ministerio de Magia fue creado para controlar los actos de los magos y guardar su secreto ante la comunidad no mágica, sino que había mencionado que aquellas personas que por nacimiento fuesen incapaces de hacer magia, deberían acudir a las escuelas de magia para así, ejercitar con ello sus poderes. “¿Qué poderes?” se preguntaron los fundadores por aquel entonces. La magia es un don con el que se nace. Si no se tiene el don no se puede realizar magia tan sencillo como eso. Si bien, no se descartaba la posibilidad de que aquellos niños nacidos de muggles que poseyesen el don acudiesen a formarse para poder controlar sus poderes. Salazar había mostrado en varias ocasiones su desacuerdo contra esto, pues pensaba que la magia era algo reservado para aquellas personas que hubiesen nacido y sido criados en el lecho de un hogar mágico.
-          Seguro que este año la hornada de sangres sucias es mucho mayor que la del año pasado. No sé cómo pueden aceptarlos. Podía esperarlo de ese mastodonte llamado Helga, creo que incluso ella podría ser sangre sucia. Rowena siempre ha sido una mujer muy incompetente. Pero nunca me lo habría imaginado de Godric. Nuestro trato fue formar una escuela de magos, no una escuela de niños muggles que dicen tener poderes de mago.
-          Estamos trabajando en ello. Mi marido es la manita derecha del ministro, y está perfeccionando su encantamiento «confundus». Es posible que en unas semanas el señor Watters haya cedido.
-          No dispongo de unas semanas. El año escolar empieza en cinco días. ¿No habéis pensado en la forma más fácil? – se cuestionó el anciano mago.
-          ¿Cuál es esa forma fácil de la que hablas?
-          La maldición «Imperius»
En el rostro de la mujer se dibujó un gesto de pánico. No podía hacer eso. La maldición imperius es una de las tres maldiciones imperdonables y el uso de cualquiera de ellas se condena con el ingreso en Azkaban (la prisión de los magos). El efecto de la maldición imperius consiste en el control de la persona afectada por dicha maldición, por el mago o bruja que la haya conjurado, para ponerlo con ello a tu merced y que haga aquello que quieras que haga. A parte de ella existían otras dos. La maldición «cruciatus» comúnmente conocida como “la maldición tortura”. Bajo los efectos de la maldición cruciatus la persona que la sufre es presa del dolor más pesaroso que haya sufrido en su vida. Valiéndose de ella muchos magos tenebrosos han torturado a otras personas, intentando sacarles información. Por mucho que intentaran resistirse, acabarían cediendo a causa del dolor provocado por la maldición. Ha habido personas que tras sufrirla han llegado a perder la cordura. Por último está la más peligrosa y letal de todas. La maldición «Avada Kedavra» solo con conjurarla la persona alcanzada por ella cae muerto en el suelo, en cuestión de segundos. Era impensable que una pareja de magos, trabajadores del ministerio utilizasen una de esas maldiciones para hechizar con ellas a su Ministro.
La reunión no duró mucho más. La mujer se desapareció haciendo agitar el suelo a su alrededor. Salazar volvió al castillo con sigilo. En la puerta estaba Jeremy Steel el celador de Hogwarts. Un hombre que parecía haber sido sacado de un libro. Llevaba una túnica morada que le confería un estilo medieval. Por su elegancia nadie habría dicho que se trataba del celador de la escuela.
-          Buenas noches Jeremy
A pesar de su elegancia no destacaba por su capacidad para relacionarse con los demás.
Cosa que a Salazar le extrañaba, pues sí que le había visto en alguna ocasión teniendo largas charlas con Godric Gryffindor.
Los demás fundadores estaban esperándole sentados en la gigante mesa de madera del Gran Comedor para empezar a cenar. Aunque el curso no había empezado, los elfos domésticos de las cocinas se estaban esmerando mucho aquella semana con grandes bufetes. En la mesa había pollo al whiskie de fuego, pasteles en forma de Caldero
tritones de Jengibre, empanada de Calabaza, melcochas, bollos de Bath, budín de Yorkshore, empanada de Cornualles y Pastel de calabaza.

-          Buenas noches Salazar – musitó delicadamente la voz de Rowena - ¿Qué tal?
-          ¿A qué se debe tanta hospitalidad Rowena? Habitualmente eres la más callada.
-          Sólo quedan cinco días para volver a ver a nuestros alumnos. Estoy feliz. Nos depara un año muy interesante.
-          Ha llegado una lechuza del ministro, Salazar – dijo desde el otro lado de la mesa -. Estábamos esperándote para abrirla y para empezar con el banquete.
-          No todos habéis esperado – Helga Hufflepuff estaba masticando un cuantioso trozo de empanada de calabaza -. Pero puedes abrir la carta y leer en alto el contenido, Godric – la voz de Salazar sonó con tono austero al pronunciar su nombre.

   



Queridos Godric, Helga, Rowena y Salazar:
   Me complace informarles que el Departamento de Cooperación Mágica Internacional está organizando un acontecimiento que pasará a la historia de la magia y hemos elegido vuestro colegio para ser la sede de tan importante hecho. Es por eso que el próximo 31 de agosto al caer la tarde me gustaría reunirme con ustedes para tratar el asunto de una manera educada y adecuada. Esto va a ser algo legendario, pero mantendré la exclusividad hasta nuestro posterior encuentro. No hace falta que manden una lechuza de vuelta, como Ministro tengo mis labores y ha sido el único tiempo libre que he encontrado.

                                                                               Con mis mejores respetos. Un saludo,
                                                                               Seyfour Watters Ministro de Magia


Leyó el contenido de la carta dos veces en voz alta ante la atenta mirada de los demás. Había que empezar a prepararse. Algo muy grande iba a pasar en Hogwarts.

sábado, 21 de junio de 2014

Beyond My Sweet Lover. Capítulo 1

Los exámenes han acabado, lo he aprobado todo y he vuelto con más fuerza que nunca. Os dije que tenía una serie de proyectos que iría escribiendo en verano y aquí empezamos. En esta ocasión se trata de Beyond My Sweet Lover. Para aquellos que la historia original os supo a poco, aquí tenéis una ampliación de la historia de Samuel y Alexei. En principio será una ampliación del capítulo 10 que narraba los 4 años de universidad de Alexei para ser más explícito en algunas escenas que me guardé para mí y que ahora me apetece contar. Luego también habrá algún capítulo desde el punto de vista de otros personajes, y demás.
Este primer capítulo es cortito y rompe un poco con los esquemas de los chicos adorables, pero me apetecía tanto escribirlo... Es posible que esta misma tarde tengáis también el primer capítulo de "Los cuatro fundadores y el Torneo" que se tratará de un fanfiction de Harry Potter, que para aquellos que me conozcan saben que me encanta. Tengo otros dos proyectos pero de esos me guardo la exclusividad, espero que un día podáis leerlo en vuestras casas porque lo hayáis comprado en las librerías, es una escritura más profesional, con mundos creados enteramente por mí. Recordar el nombre de Christopher T. R. pues un día podréis comprar sus libros. Sin más dilación aquí os dejo este episodio. Algunos lo vais a amar porque me habéis pedido capítulos de este tipo, otros lo odiaréis pero esto estaba en mi cabeza y tenía que hacéroslo saber:

Capítulo 1
Vacaciones de verano. Princeton. Que ganas tenía de poder volver aquí. Seguro que Samuel me estaba esperando en el aeropuerto. O quizá no. Pensé en todo lo que tenía que hacer ese verano. Era mejor no pensar en ello. El Señor Grint me estaba empezado a presionar para que escribiese más de Zerkeliern, o que escribiese sin más.
Allí estaba cuando bajé del avión. Su atlético cuerpo, sus cabellos dorados cuál rayos de sol, y sus ojos verdes como el jade esperándome con los brazos abiertos. Agarré con fuerzas la maleta y eché a correr hacia él como un niño chico. En cuanto lo alcancé solté la maleta y nuestros cuerpos se fundieron en un prolongado abrazo.
-       Te he echado de menos Alexei.
-       Y yo a ti Sam.
En el viaje de vuelta a casa estuvimos hablando largo y tendido de todo lo que nos había pasado estos últimos meses que habíamos estado separados, a pesar de que hablásemos todos los días por teléfono. Me preguntó por como llevaba la escritura. No quería mentirle así que le dije la verdad, que estaba escribiendo pero que veía difícil conseguir lo que el Señor Grint quería. Cuatro años para escribir un libro, con clases de por medio es difícil, pero no imposible. Y casi siempre consigo lo que me propongo así que no pensaba rendirme tan pronto.
En casa mi madre y mi hermana me estaban esperando con un buffet libre en el que podía comer lo que quería. Mi madre había invitado a Sammy también.
Se sentía bien estar en casa. Siempre sienta bien volver al hogar, a tus raíces. Saber que iba a estar tres meses aquí en Princeton pudiendo pasar tiempo con mis amigos, mi hermana, mi madre… ¡Era genial!
En el equipo de música que mi madre tenía conectado, sonaba “The Way” de Ariana Grande y Mac Miller. Adoro esa canción. -¿Podría ir mejor mi vida?
Mi hermanita parecía querer saberlo todo sobre los libros que iba a escribir, sobre sus personajes y todo el mundo que había creado. Incluso llegó a preguntarme cuando lo publicaría. Es algo que lleva mucho trabajo y no se consigue así como así.
La cena duró bastante. Samuel me convenció para que fuese a dormir a su casa, pues su madre no estaba y llevábamos demasiado tiempo sin…bueno, ya me entendéis. Me despedí de mi madre y de mi hermana con dos besos. Acompañamos a Sammy hasta su casa y luego emprendimos el camino hasta la casa de Samuel.
Era una noche un tanto fresca. Vale, es mentira. Solo fingí tener frío para que Samuel me abrazase. Sentir otra vez el tacto de sus manos sobre mis brazos me dio una gran satisfacción.
Tardamos quince minutos en llegar a su casa, pues nos parábamos todo el rato para besarnos, abrazarnos, decirnos cuanto nos habíamos echado de menos… En fin, lo que una pareja que se ve tres veces al año suele hacer ¿No creéis?
Apenas habíamos llegado  y ya estábamos en su cuarto. Me tumbé en su cama. El lugar donde empezó todo. Los colores de los muebles de su habitación me estaban volviendo loco. Mi vista estaba demasiado cansada como para poder distinguirlos todos bien.
Le pedí a Samuel que se pusiese su camiseta de quarterback. Me ponía mucho verle vestido con aquella camiseta, pero me dijo que me tenía una sorpresita preparada y que lo de la camiseta tendría que esperar.
Tengo que reconocer que me daba algo de miedo lo que podría tenerme preparado.
-       ¿Samuel? – lo llamé, pero no conseguí una respuesta
¿Qué estaría haciendo en el baño? Pensé en ir desnudándome en lo que aparecía, pero sabía cuánto le gustaba hacerlo a él, lentamente, besándome el pecho… Si no llegaba en menos de un minuto no sabía si podría aguantar.
-       ¿Te acuerdas de lo que hablamos un día que nos gustaría probar? – le oí decir desde su baño.
-       Pues… no sé, hemos hablado de muchas cosas que nos gustaría probar.
Oía como se acercaba. Algo en sus pies hacía ruido cada vez que daba un paso. ¿Cómo es eso posible? Se había quitado las zapatillas en cuanto entramos por la puerta. Sonaba como algo parecido a la goma. Empezaba a darme cuenta de que era eso que “nos gustaría probar”.
-       Hola nene.
Estaba en el umbral de la puerta de su cuarto. Pero era difícil saber que era Samuel. Lo único que lo hacía claro era su pelo rubio. Lo que me encontré allí era a un chico atlético, vestido completamente con ropa de cuero. Llevaba un chaleco de cuero que dejaba al aire sus fornidos brazos. La ropa interior negra se le pegaba más de lo habitual. Sabía lo que había allí debajo pero al llevarlo tan apretadito parecía que lo que escondía era más grande que un basilisco. Seguí bajando mi mirada. Allí estaba la respuesta a mi pregunta. Llevaba hasta botas de cuero. En sus manos sujetaba unas esposas y su llave. Intenté vislumbrar su rostro, pero lo único que se podía ver era sus blancos dientes en una sonrisa delimitada por su barba de tres días y un destello verde que brillaba con más intensidad a través del antifaz negro.
En alguna ocasión habíamos mencionado que no nos importaría probar el sado, pero ahora que lo veía así… A ver no nos engañemos, me ponía a 100. Quizá a 1000 con ese atuendo. Pero había algo que no me convencía en todo aquello.
-       Estás loco Samuel.
-       Sé que te encanta, idiota.
No le faltaba la razón. Dejó la llave de las esposas encima de la mesilla de noche y se acercó a mí lentamente. Si quería jugar, íbamos a jugar. Me retiré un poco, con tan mala suerte que mi cabeza se encontró con el cabecero de su cama. Creo que debería escribir un libro titulado “1001 maneras de acabar con el morbo, según Alexei River”
Samuel me besó con pasión y fuerza. Antes de nada le dejé claro que no iba a humillarme, ni iba a ser su esclavo ni nada de eso. Gracias a dios esa no era su idea. Lo del cuero no era más que parte de un juego sexual para ponerme cachondo y pasarlo bien un rato.
Me quitó la camiseta. Me agarró de las manos, me levantó de la cama y me sentó en una silla. Ahí empezaba el juego. Llevó mis brazos hacia atrás del respaldo de la silla y me puso las esposas. Ya no podría hacer nada más con mis manos. Estaba a su merced. Y me gustaba.
Sus movimientos a mi alrededor eran la cosa más sexy que había visto nunca. Parecía que estuviésemos en un club de strippers en una despedida de soltero y yo fuese el novio al que sacan al escenario para pasarlo mal un rato. Abrió sus piernas y rozó su cuerpo con el mío llegando a sentarse en una ocasión, encima de mí.
Sus manos se encontraron con mi pecho. Lo acariciaba suavemente. Tocaba cada centímetro de mi torso desnudo. Se acercó a mi cuello y empezó a besarlo con pasión. Cada vez lo hacía más fuerte. Y cada vez me gustaba más. Seguía sentado encima de mí pero sus besos bajaban poco a poco. Besó mis pectorales, mis pezones, el ombligo y parecía que iba a seguir bajando pero se levantó. Sus manos empezaron a desabrochar los botones del chaleco. De haber tenido mis manos sueltas creo que estaría recogiendo mis babas con la yema de mis dedos.
Dejó caer al suelo el chaleco y con ello su torso al desnudo. Se acercó a mí y como había hecho él, anteriormente, me aproximé a besarlo. Cada centímetro de su torso me hacía sentir vivo. Yo seguí la dirección inversa y fui subiendo con mis besos hasta encontrarme con sus labios.
Ahora llegaba el problema. Me pidió que le quitase la ropa interior, pero no tenía manos con lo que hacerlo. Segundos después me sorprendí a mi mismo bajando aquel calzoncillo negro de cuerpo poco a poco con mi boca, ayudado por sus manos. Todos os podéis imaginar lo que pasó mientras él estaba desnudo y yo frente a él, sin manos con las que poder actuar.
En una ocasión iba a quitarse el antifaz pero le dije, o al menos lo intenté, que no se lo quitara. Los hombres de antifaz me causan mucho morbo.
Se aproximó a por las llaves y abrió las esposas. Me las iba a quitar, pero él me lo impidió. El juego no había terminado. Él me bajo los pantalones y la ropa interior hasta que quede completamente desnudo. Volvió a abrochar las esposas y se sentó encima de la cama, esperándome.
Sabía lo que quería que hiciese. Me subí a la cama como buenamente pude y mirándole a los ojos me senté encima de él. Unos segundos después los dos seguíamos el compás de nuestro movimiento. Repetiría aquello mil veces más si fuese necesario.
Nuestros gemidos fueron mucho más fuertes de lo habitual aquella noche. Cuando acabamos me tumbé encima de la cama. En mi rostro se podía ver todavía mi cara de placer. Samuel me quitó definitivamente las esposas y me preguntó:
-       ¿Te ha gustado?
-       Me ha encantado, mi héroe enmascarado. No te lo quites aún – le dije – el juego no ha terminado.
No me gusta mentir a mi madre, pero esa noche lo había hecho. Le dije que iba a dormir a casa de Samuel.
Pero no dormimos.
Porque aquella noche…

Éramos uno.