viernes, 25 de abril de 2014

Capítulo 13 de My Sweet Lover

Se acerca el final. Después de este quedan solo 3 capítulos y podremos ver el desenlace de la historia de amor entre Samuel y Alex. Espero que os esté gustando leerlo, tanto como a mí escribirlo y aquí tenéis el capítulo número 13.

Capítulo 13
Así que tendríamos un hijo. Si todo salía bien. Pero ¿por qué habría de salir mal? Pueden pasar muchas cosas, pero seguro que todo iba bien. Samuel me agarró de nuevo y nuestros labios se juntaron cómo hacían habitualmente. Tenía esa mirada, y yo conocía esa mirada. Dos minutos más tarde nos encontrábamos en su habitación.
Las manos de Samuel cogieron los bajos de mi camiseta y empezaron a levantarla. Levanté mis brazos para ayudarle a quitarme la camiseta y que le fuese más fácil. Luego fui yo quién le besó en el cuello. Su cuello raspaba por efecto de la barbita rubia. En cierta parte podía sentir su colonia en mi lengua, nada grave. Siempre me resulta muy agradable su aroma.
Sentados en su cama le quité su camiseta y pasé mis manos por su pecho enlazando mis dedos con el pelo que lo adornaba, como habitualmente acostumbraba a hacer. Con mi mano lo empujé un poco y conseguí tumbarlo en la cama. Llevé mis besos a su pecho, también me gustaba mucho hacer eso, y a quién vamos a engañar a él le encantaba que se lo hiciese.
Diez minutos después los dos estábamos desnudos entre las sábanas. Seguimos besándonos durante un rato largo. Empecé a incorporarme poco a poco besándole a ratos. Aparté un poco la ropa de la cama y me subí encima de Samuel. Cada vez que lo hacíamos me sentía más y más vivo. Me sentía despierto. Y me sentía feliz de compartir algo tan importante con una persona como Samuel. He tenido mucha suerte de encontrar un chico como él. Y en tres semanas seremos… ¿Marido y marido? Siempre me rio al imaginar al juez diciendo “Yo os declaro marido y marido”. Tiene que ser muy gracioso. Espero no descojonarme en su cara cuando lo diga. O a lo mejor no lo dicen, la verdad no lo sé. No soy propenso a ver bodas gay, así que no lo sé del todo.
No sé si era por la felicidad o porque, pero ese día me sentí mucho más satisfecho de lo habitual tras hacerlo con Samuel. Lo peor, es que a pesar de la satisfacción convencí a Samuel para hacerlo otra vez. Dicen que la primavera la sangre altera así que… Oops. Estamos en verano. Serían los nervios de la boda, pues. No lo sé.
Media hora después estábamos tumbados en su cama mirando al techo y hablando. Charlábamos como una parejita feliz (lo que éramos xD).

-       Hoy estás desatado Alexei.
-       Lo siento. Tenía ganas de ti.
-       Yo siempre tengo ganas de ti.
-       ¿Te das cuenta de que en tres semanas estaremos casados?
-       Me doy cuenta – dijo Samuel entre risas -. Hay otra cosa de la que me he dado cuenta en todo este tiempo.
-       ¿El qué? ¿Hay algo que no te guste de mí? Porque puedo cambiarlo, puedo ser más… o menos…
-       Tranquilo – dijo acercándose para besarme -. Iba a decir que me he dado cuenta de todo lo que te quiero. No hay nadie que quiera cambiar de ti. Eres perfecto.
-       Yo te quiero más.
-       Si tú lo dices – dijo haciéndome estremecer.
-       Todavía la tienes – exclamé mirando a su armario. De él colgaba aún su antigua camiseta del equipo de fútbol. El número 5 había perdido parte de su componente blanco. Por otro lado el rojo de la camiseta parecía más brillante que nunca -. Y sigue colgando del mismo sitio que colgaba aquel día.
-       ¿Qué día?
-       El día que me trajiste aquí y me hiciste pensar que lo habíamos hecho.
-       En cuanto a eso, creo que nunca me he disculpado como es debido. Así que me gustaría decir que… lo sient…
-       No – exclamé antes de que pudiese pronunciar las palabras -. Sí no me hubieses traído esa noche, nunca nos habríamos conocido formalmente.
-       Descuida, te habría pedido salir antes o después.
-       Yo nunca habría tenido el valor de hacerlo.
-       A veces usar el valor no es la mejor opción. Yo lo usé como mi arma, y la bala acabó rebotando.
-       Pero conseguiste superarlo. Eso es lo que importa.
-       Si. Lo que no te mata te hace más fuerte ¿no?

Le dediqué una sonrisa y después me levanté y busqué mi ropa interior y me la puse. Ese día me había puesto unos calzoncillos de Calvin Klein porque sabía que la madre de Samuel no estaba. Volvería a la semana siguiente y ya se quedaría hasta nuestra boda. A Samuel le dolía mucho que su padre no pudiese estar con él. Y yo me quejaba porque el mío no quería ir. Al menos el mío estaba aquí, aunque no me hablase.
Llamamos a Sammy para concertar un lugar en el que quedar con ella. Iríamos los tres juntos a la clínica. Samuel había mirado en un montón de ellas, y después de un tiempo la que más le convenció fue esa. La clínica Princeton HealthCare System fue la que había elegido. Antes de quedar con Sammy en su casa tuvimos que pasar por un cajero automático a sacar el dinero con el que pagaríamos. Sabía que le pagaban bien en la inmobiliaria pero no sabía cuánto. Saco los 6500 dólares de una vez.
Samantha nos estaba esperando en la puerta de mi casa. La clínica estaba un poco lejos así que tomamos prestado el coche de mi madre. Samuel lo conduciría. Deje que Samantha fuese en el asiento del copiloto, yo iría sólo atrás. Mi hermana dijo que quería venir pero antes de la inseminación, yo tenía que…en fin, ya me entendéis. No la iban a fecundar por el espíritu santo.
Cuando llegamos a la clínica nos llevaron a una sala que tenía una puerta, que a su vez te dejaba acceder a otra sala. En esa fue en la que me metieron. El médico me dio un botecito en el que yo tendría que guardar mi material genético, tenía que expulsarlo directamente en el bote. No sé si iba a poder. Antes de entrar, el médico me dijo que había revistas para motivarme antes de hacerlo. Me sonrojé en cuanto me lo dijo además de que no creía que ese tipo de revistas fuesen a funcionar conmigo. Como esperaba. En todas las revistas había mujeres rubias, morenas, pelirrojas, con grandes pechos, medidas 90-60-90 y con poca ropa. Yo creo que hay más parejas homosexuales que heterosexuales que recurren a este método, no sé porque no hay más diversidad de revistas. Pasé un minuto riéndome de todo lo que mi mente estaba creando en mi imaginación. No podía parar.
Cinco minutos después y utilizando mi propia imaginación, pues de la otra forma era lógicamente imposible, conseguí llenar buena parte del bote. Le puse la tapa. Fui al lavabo que había a unos 5 metros de mí y me lavé las manos. Me volví a vestir, bueno básicamente me subí el calzoncillo un poco hacia arriba.
Cuando salí de la puerta tanto Samuel como Sammy me miraron. Los dos me sonrieron y yo me sonrojé. Les dediqué una sonrisa que quería decir “todo ha ido bien” y le entregué el bote al doctor. Lo agarró con sus rudas manos. Samantha se levantó preparada pero el doctor Litlle le hizo un gesto para que se volviese a sentar.

-       No vaya tan rápido señora Rhodes.
-       Pensé que iban a…
-       No. Esto no es tan rápido como parece – exclamó el doctor rascándose su prominente nariz -. Primero tenemos que analizar la muestra del señor River. Y si todo va bien ya les llamaremos para llevar a cabo la inseminación.
¿Cómo no se nos había ocurrido pensar en eso a ninguno de los tres? Ya somos tres adultos y a veces seguimos pensando como pueriles adolescentes. Pero no puedo pensar como un adolescente de ahora en adelante. Me voy a casar. Voy a publicar mi primer libro. Y si nada se interpone en el camino, voy a tener un hijo. Tengo 22 años y es hora de dejar de pensar como un niño para pensar como un adulto.
La semana se me hizo más larga de lo esperado. Estuvimos en ascuas los tres hasta que recibimos la llamada.
-       ¿Señor River, es usted? – escuché la voz del doctor Little desde el otro lado del teléfono. Después de que le contestase con un ligero “sí, soy yo” el doctor continuó hablando -. Tenemos noticias.
-       ¿Buenas o malas?
-       Hemos analizado su muestra de semen y todo está correcto. Lo que queríamos era concertar con ustedes un día para llevar a cabo la inseminación.
-       Perfecto.
-       ¿Cuándo les vendría bien?
-       Cuanto antes mejor – me gustaría dar el sí quiero sabiendo si voy a tener o no un hijo - ¿Cuándo tienen un hueco?
-       Dentro de tres días podríamos realizarlo.
-       Perfecto, entonces. Muchas gracias.

Esos días los aprovechamos para ultimar los preparativos. Dos semanas justas. Catorce días me separaban de una vida compartida con Samuel. Lo habíamos meditado todo. Entre los dos elegiríamos el nombre del niño y como yo ponía el material genético me pareció buena idea que llevase el apellido de Samuel. De hecho, yo mismo cambiaría mi nombre a Alexei Michael Corshion tras casarnos. Me negaba a llevar durante más tiempo el apellido que una persona tan despreciable como mi padre me había proporcionado.
Ver a Samantha desnuda con el simple camisón azul que el doctor le había dado era muy gracioso. Enserio, nunca me imaginé ver a mi mejor amiga semidesnuda y vestida con algo tan ridículo como eso. A Sammy le salió la vena profesional y quiso grabarlo todo en vídeo, a mí me resultaba algo desagradable, hasta que me dijo que lo que pretendía grabar era su cara mientras hablaba de cómo iba avanzando la experiencia. Eso me alivió bastante.
Estuvieron más de media hora dentro. Mientras Samuel y yo aprovechamos a mostrar nuestro amor en la sala de espera. Una señora mayor que estaba con la que debería de ser su hija nos miraba extraño. Comprendo que es de otra época, y que antes era diferente, pero podrían cambiar su forma de ver la vida. El mundo ha evolucionado. Estaba siendo un asqueroso egoísta. No todo el mundo tiene que pensar igual que yo.

-       Lo siento señora – dije dirigiéndome hacia la mujer. En su pelo no había ni el más mínimo atisbo de color, todo en su cabeza era blanco, al contrario que en su ¿vestido? ¿camisón? No sabía cómo llamarlo, pero era como si el arcoíris hubiese explotado en su atuendo – Siento que le pueda incomodar señora. Pero esto es amor. Quiero a este hombre – afirmé agarrando la mano de Samuel.
-       ¿Qué? – preguntó la que yo pensaba, sería su hija. Clavo sus ojos verdes en mí. Su melena era pelirroja, y era muy guapa, podría ser una versión más mayor de Sammy de no haber sido por la nariz que la tenía algo torcido -. Mamá te he dicho mil veces que no mires fijamente. Perdonad a mi madre, es una amante loca de las parejas homosexuales, sobre todo si se trata de hombres.
-       Por su expresión pensé que…
-       No, es sólo que su visión no es muy buena y le cuesta mucho ver.
-       Siempre he dicho que no importa si se son dos hombres, dos mujeres, un hombre y una mujer… Lo importante de todo es que haya amor.
-       ¿Tú también vas a someterte? – dijo Samuel dirigiéndose a la más joven.
-       Sí. Tienen el esperma de mi marido congelado. Por desgracia no podemos tenerlo por el método habitual. ¿Qué hay sobre vosotros?
-       Nuestra amiga será fecundada con mi material genético – mi voz fue como un susurro.
-       ¿Pero eso no es ilegal?
-       No en todos los lugares, igual el médico piensa que Sammy y yo vamos a casarnos pronto, y Samuel es un buen amigo. De alguna manera, va a ser el revés. Samuel y yo vamos a casarnos.
-       Enhorabuena.
-       Muchas gracias. Esperamos que todo vaya…

Antes de poder acabar mi frase el doctor Little y Samantha salían de la puerta. En su cara había una sonrisa. El doctor llamó a la consulta  a una tal Ellaria Davies. Ese debería ser el nombre de la mujer. Nos despedimos deseándole suerte a la señora Davies en su nueva aventura. Esperamos a que Samantha se cambiase. Antesde que apenas pudiese respirar Samuel y yo le acribillamos a preguntas del tipo “¿Qué tal ha ido?” “¿Sientes algo?” “Ahora tendrás que cuidarte”.
En principio todo había ido bien y el esperma estaba en el óvulo. Pero nunca se sabe, muchas pueden pasar, ahora sólo quedaba relajarse y esperar nueve meses. No quería estresarme en eso de pensar un nombre, pues aún no sabíamos si iba a ser niño o niña.
Dejamos a Samantha en su casa. Nunca podría agradecérselo lo suficiente por hacernos este favor. Cuando dejamos aparcado el coche de mi madre de donde lo habíamos dejado nos despedimos con un beso.
Era la 13.45. Iba a entrar de nuevo en mi casa cuando me di cuenta de que todavía me quedaba una cosa más que hacer antes de nada. No podía dejarlo durante más tiempo.
Me giré sobre mí mismo y empecé a caminar hasta el lugar en el que este sueño comenzó.

El Mckinley High.

viernes, 18 de abril de 2014

Capítulo 12

Lo prometido es deuda así que aquí tenéis:

Capítulo 12
Samuel y yo seguíamos adelante con los preparativos de la boda. Sería dentro de 1 mes. Y ya lo teníamos casi todo. El sitio, el lugar donde se celebraría el banquete, la fiesta de después, incluso nos iriamos de luna de miel a Barcelona, una de las ciudades españolas más bonitas.
Allí podríamos ver grandes monumentos y lugares asi como la Sagrada Familia. Pero faltaba algo muy importante, al menos a mí me faltaba. El traje. Samuel tenía el que uso su padre el día de su boda. Yo lo intenté con el del mío, pero aparte de que yo era algo reacio a usarlo me quedaba un poco grande. Mi padre fue atlético en sus años mozos, pero cuando se casaron ya había engordado un poco y su traje me quedaba grande. Samuel quería acompañarme a por mi traje pero Samantha sacó a relucir el tema de que da mala suerte ver el traje antes de la boda, y aunque eso era para el traje de la novia no queríamos arriesgarnos.

La tienda a la que Sammy me llevó se llamaba 'I do'. Temía no encontrar nada y que tuvieran que hacérmelo a medida.
Después de 10 trajes me probé uno que destacaba sobre todos los demás. Era perfecto. O al menos eso me parecía. Samantha y el dependiente no estabab tan de acuerdo. Lo de Samantha lo creía, lo del dependiente lo vi una excusa barata para seguir tocándome y retocándome las costuras del traje.
-  A mí me parece perfecto. Es sencillo y muy bonito.
- Creo que a Samuel le gustaría con alguna floritura más. Sabes cómo es para estas cosas. Un momento - Samantha sacó su móvil e hizo una llamada -. Acabo de llamar a Nick. Trae mala suerte que el novio vea el traje, pero no su mejor amigo.
A los 5 minutos Nick llegó a la tienda y tuve que volver a probarme todos los trajes lo que nos llevó otra hora y media. A Nick le gustó el mismo traje que a mí, lo que me alivió demasiado. Samantha dijo que pensaba que le faltaba algo y finalmente Jonathan, el dependiente, sacó una cinta roja para adornarlo. Como la corbata era azul cielo no pegaba mucho así que fue a por otra de un tono azul. Ahora sí que era perfecto y todos estábamos de acuerdo.
Cuando llegué a casa y se lo enseñé a mi madre y a mi hermana otra vez me tocó probarme el traje. Otra media hora. A mi madre se le saltaron las lágrimas. Mi hermana sintió envidia y también quiso enseñarnos su traje. Más bien, su vestido. Era de un azul celeste que imponía, con un corte palabra de honor. Su escote relucía un poco. No me creía lo que había crecido en estos años. Había pasado de ser una niña a una mujer.
- Estáis preciosos los dos. Mis niños - nos agarró a los dos del cuello y nos abrazó -. Cómo habéis crecido.
- Mamá ya tengo 22 años.
- Siempre serás mi niño pequeño. Y estoy muy feliz aunque sigo pensando que sois muy jóvenes. 
- Mamá Samuel tiene ya 24. No hay tiempo que perder. Además hemos hablado de tener niños.
- ¿Niños? Sois muy jóvenes Alex - exclamó Valerie.
- Y eso me lo dices tú qué quieres llevar ese vestido. Serás siempre mi hermanita pequeña - la abracé.
- Alex...
- ¿Es sobre papá? ¿Ha contestado? - después de meditarlo durante un tiempo decidí invitarle a la boda. Parece que había contestado.
- Dice que no. Lo siento cariño.
- No pasa nada. Aunque realmente me hubiese gustado que estuviese.
Mi madre me volvió a abrazar. Cuando llegué a mi cuarto saqué mi móvil. Tenía un mensaje de Samantha.
' Quitate el traje. Cambíate y ven a mi casa. Te tengo preparada una sorpresa'
Me puse un vaquero, y una camiseta negra y corrí a la casa de Sammy. No sabía cuál sería la sorpresa. Pero debería habérmelo imaginado. ¿Qué les hacen a los novios antes de casarse? Una despedida de soltero. Me llevó al Sing it Loud. Por lo visto habían habilitado el local en plan Boys. No. Samantha Rhodes voy a matarte, pensé.
En el escenario en el que habitualmente Samuel se subía a cantar ahora había dos 'maromos' aceitados con poca ropa. Además de poca ropa, era toda de cuero. Para que nos vamos engañar eso me pone a 100. Pero tengo un novio con el que me voy a casar y no me hace mucha gracia verlos. Porque además en estos espectáculos siempre sacan al novio. Esperaba que eso no ocurriese. Agarré la coca cola que estaba bebiendo y miré a Samantha que se estaba riendo a carcajada viva. ¿Que habría tramado?
Como era de esperar cuando los chicos ya se lo habían quitado casi todo y se quedaron con poco más que su calzoncillo  de cuero pusieron una silla en el escenario. Ahora bajarían a seleccionar a alguien con quien acabar su show picante. Y adivinad a quién elegirían. Bingo. Al ser el de la despedida de soltero un foco me iluminó y uno de los chicos bajó directo a por mí. Me negué durante unos segundos y forcejeé cuando me agarró de la mano, pero finalmente cedí con Sammy empujándome.
En el escenario hacía mucho calor. Había demasiados focos. Los dos estaban bailando a mi alrededor. Eso no me importaba. El problema era cuando te agarraban las manos y las pasaban por sus cuerpos. Si no hubiese tenido novio lo habría disfrutado. Pero realmente me Incomodaba. Cuando uno de ellos llevó mi mano a su...en fin...salí corriendo.  Samantha estaba riendo a carcajada viva desde la mesa.
- Tía te has pasado. Samuel se va a enfandar.
- No lo creo - me dijo y miró a la puerta por la que entraba Samuel - Jajaja.
- Alexei si te hubieses visto la cara.
- ¿Esto ha sido idea tuya?
- Sí. Quería ver tu cara - tanto Samantha como Samuel estaban riendo. Yo les miraba con desprecio. Pensaba odiarlos toda la vida.
Al final acabé riéndome con ellos. Realmente lo pasé mal durante un rato pero había sido divertido.
Los tres acabamos en un parquecito hablando. Hablamos de todo lo que pudimos y más. Solo quedaba un mes para la boda y los nervios nos estaban carcomiendo por dentro. Samuel y yo lo habíamos meditado y habíamos tomado una decisión pero necesitabamos la ayuda de una amiga y Sammy era perfecta para la ocasión.
- Oye Sammy hemos estado hablando los dos y... creemos que podrías ayudarnos.
- ¿Ayudaros?
- Samuel y yo queremos tener un niño y...
- ¿Habeis pensado en mí para que me haga pasar por la novia de alguno y os dejen adoptarlo?
- No exactamente - dijo Samuel -. Alexei.
- Queremos que tenga el material genético nuestro. Y como no podemos...
- Un momento. ¿Entonces?
- Entonces, habíamos pensado que fueras nuestra madre de alquiler. Eres buena amiga, tienes buenos genes...
- ¿Sabéis lo caro que es eso?
- Estamos dispuestos a pagarte.
- No lo digo por mí. A mí me valdría con una pequeña compensación. Pero la insiminación es muy cara.
- También pensamos en eso. Me pagan muy bien en la inmobiliaria - dijo Samuel - y la idea del niño fue de Alex así que yo pagaría la inseminaciôn y Alex pondría el material genético.
- Sí. Yo soy moreno de ojos azules, tú pelo es castaño rojizo y tus ojos azules. Nos saldría un niño de ojos preciosos seguro.
- No sé chicos. Sé que desde el primer momento he apoyado vuestra boda. Pero un niño. Sois demasiado jóvenes...
- Mira, no pasa nada - dijo Samuel en tono tranquilizante -. Piensátelo. Danos una respuesta cuando lo hayas meditado. Si no quieres buscaremos a alguien.
Los dos siguientes días los pase en casa de Samuel. Sammy aún no nos había proporcionado una respuesta. ¿Qué le había dado a todo el mundo con decir que somos jóvenes? Pues por eso mismo queremos hacerlo. Queremos disfrutar de la vida ahora que podemos. Y tener un hijo sería lo mejor que podría pasarnos.
Al menos no todo eran malas noticias. Me llamó el Señor Grint y me dijo que su amigo el editor había conseguido que Zerkeliern subiese puestos entre las apuestas de la editorial y si todo iba bien sería lanzado un mes después de nuestra boda. El 15 de agosto de 2017. Y yo estaría en la librería de Princeton presentando el libro y firmando los primeros ejemplares tres días más tarde. Seguro que a la Señora Hopkins le gustaba la idea. O tal vez no. Hacía bastante tiempo que no iba a visitarla. Todo estaba yendo sobre ruedas. El chico que siempre me gustó y al que tuve miedo de pedirle salir había acabado siendo mi novio. Mi mejor amiga lo era cada vez más. Cada día nuestra relación iba a mejor. Mi madre y mi hermana estaban super emocionadas con el novio que tenía y orgullosas de que me fuera a casar con un hombre que me hacía tan feliz.
Como hacía tiempo de mi última visita decidí dejar a Samuel viendo el último episodio que había salido de Pequeñas Mentirosas (el pobre está viciado) para acercarme a Magic’s Room a hacer una visitilla a la señora Hopkins.

- Buenos días señora Hopkins.
- Alexei ¿eres tú? Cuánto has crecido. Apenas has venido a verme estos últimos cuatro años.
- Lo sé. Solía comprar mis libros en Oxford y cuando venía aquí en verano estaba bastante preocupado en escribir el mío.
-   ¿Cómo te ha ido todo? – me dijo con su áspera voz.
-  Bien. ¿Le llegó la invitación?
- ¿Para tu boda con Samuel? Por supuesto.
 ¿Vendrá?
- Hijo, no me la perdería por nada del mundo.
- Bien. Cómo llevo tiempo sin venir creo que merece una compensanción.
Después de pasearme durante casi una hora por todas las estanterías de la librería puse encima del mostrador 7 libros. Todos ellos de fantasía. Todos me llamaron mucho la atención a primera vista. El que estaba en lo alto de la montaña era uno titulado “Dragons’s fear” que tenía una mujer rubia con un dragón en la portada. La verdad es que me recordó mucho a Daenerys Targaryen, el personaje de Juego de Tronos y por eso decidí comprarlo. Los otros fueron fruto de una pequeña selección que unían una portada bonita, una buena sinopsis y un título llamativo. Y ya sé que no hay que juzgar un libro por su portada, pero si de mí dependiese me llevaría todos y cada uno de los libros que había en el lugar, pero como no podía, tuve que hacer una pequeña selección y me quedé con los 7 que más me llamaron la atención.
No sé si era por mi estado de felicidad o porque de verdad lo estaban, pero esa tarde-noche de verano los árboles me parecían mucho más bonitos de lo habitual.
Anduve durante poco más de quince minutos hasta alcanzar la casa de Samuel. Cuando entré le vi hablando por teléfono.

 Gracias – le oí decir y colgó.
- He estado hablando con una clínica. Dicen que por cada intento son 6500$.
-  Aún no tenemos madre de alquiler. Voy a llamar a Sam..
A veces parecía que Samantha me leía la mente y se quería adelantar a los acontecimientos. Después de un largo discurso sobre la meditación de si le compensaba pasar nueve meses en ese estado, las estrías de después y un millón de cosas más que les preocupan a las mujeres (a veces me alegro de haber nacido hombre) finalmente Samantha parecía dispuesta a decir una respuesta.

- Después de darle muchas vueltas. He decidido que…
- Vamos Samantha, por favor di algo.
- Seré vuestra madre de alquiler.
 - Gracias – fue lo único que pude decir.
Cuando colgué me tiré encima de Samuel y ambos nos besamos. “Tenemos madre de alquiler” le dije. Estuvimos tumbados en el sofá celebrándolo durante más de veinte minutos.
Me casaba en tres semanas y tres días. Toda mi gente más cercana y mis amigos (los pocos que tenía) estarían allí, incluidos Bryan y Óscar, con el que después de dejarlo todo claro llevamos una relación de casi mejores amigos; e incluso la señora Hopkins y la Señora Coates, mi antigua profesora de latín. Si todo iba bien y conseguíamos que Sammy se quedase embarazada en nueve meses tendríamos a nuestro primer hijo.
¿Podría haber algo mejor? Estaba viviendo un sueño.

Pero hay sueños de los que te despiertas de golpe y después tienes miedo de volver a dormirte otra vez.

martes, 15 de abril de 2014

Capítulo 11 de My Sweet Lover

Estamos en Semana Santa, y tengo algo más de tiempo así que he decidido escribir dos capítulos para esta semana. El viernes tendréis el siguiente. Este es un poco raro, pero no puedo esperar a terminar de escribir los 4 últimos que son los verdaderos cimientos de la historia.

Capítulo 11
Cuatro fueron los años que pasé en Oxford y su universidad. Aprendí muchas cosas. Incluso escribí mi primer libro, y lo terminé. No obstante, pasaron muchas cosas estos cuatro años así que debería empezar por el principio. Durante mi primera semana lo pasé algo mal, las clases en la Universidad no son para nada parecidas a las clases del  instituto, y mucho menos a las clases del curso especial de verano. Tardé en acostumbrarme al ritmo de las clases pero conseguí hacerlo. Aunque apenas tenía tiempo para escribir para “My Sweet Lover”. Igual no era algo muy importante pues Samuel y yo estábamos a miles de kilómetros con lo cual lo más interesante que le pasaba a nuestra relación eran las conversaciones de teléfono, y casi todas las empleábamos para decirnos cuanto nos queríamos. Además de que las discusiones por teléfono pierden la gracia. No puedes reconciliarte como dios manda.
Había hecho un montón de amigos en la universidad. Incluso me llevaba muy bien con mis compañeros de piso. Me hubiese gustado volver a compartir cuarto con Bryan pero su casa no está muy lejos de la universidad con lo cual él vivía en su casa con sus padres, aunque alguna tarde iba a visitarlo. Cuando me quedaba algo de tiempo para hacerlo. Durante mi primer año no hubo nada interesante en mi vida, quizá lo más interesante fue que un chico llamado Gabriel intentó ligar conmigo y tuve que decirle que yo tenía a mi novio en Princeton. Al haber renunciado al equipo de fútbol, Samuel tenía que buscar otro deporte para que la Universidad no le retirase su beca y había empezado a jugar al baloncesto. Samantha finalmente consiguió entrar en el grado de comunicación que ofrecía la universidad, por lo que se compró una cámara y me grababa algunas de las mejores jugadas de Samuel para que pudiese verlas. Muchas veces me preguntaba si habría algo que se le diese mal a Samuel. Todo parecía hacerlo bien. Y yo también quería destacar en algo así que me esforzaba al  máximo en mis clases. Hice buenas migas con mi tutor el Señor Grint, que siempre estaba preocupado por mi y las cosas que escribía o no. Le dije que tenía pensada una historia, y el título era “Zerkeliern”. Para mi sorpresa me dijo que debía empezar a darle forma, pues no se puede escribir nada bueno de la noche a la mañana y se comprometió a conseguir que, si yo conseguía escribirlo antes de mi último año en la universidad, él hablaría con un amigo suyo editor de Bloomsbury y conseguiría que me publicasen la novela.
Yo volví a Princeton en las vacaciones de Navidad y Samantha y Samuel vinieron a verme en Pascua.
Recuerdo cuando llegué a casa. Era 23 de diciembre. Había estado fuera unos 3 meses. Mi hermana se me tiró al cuello cuando me vio entrar por la puerta de casa.
-       Mamá. He vuelto – dije.
-       Hijo. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensaba que no llegabas hasta el día 27.
-       Y así era, pero me he adelantado.
-       Alex – Valerie apareció gritando y se tiro encima de mí. – Cuanto tiempo.
-       Hola Valerie. Como has crecido.
Celebramos la navidad todos juntos. Yo fui a cenar a casa de Samuel en Nochebuena y él vino a cenar a casa en Fin de Año.
-       ¿Mamá, estás bien? – dije al verla sollozar con la bandeja de pavo asado en la mano.
-       Sí. Estoy bien. Es sólo que es la primera Nochevieja sin tu padre.
-       ¿Lo sigues queriendo verdad?
-       Alexei no puedes hacerme esto – el comedor se quedó en silencio durante un rato. Samuel abrió la boca para decirme algo pero decidió callarse -. Claro que sigo queriendo a tu padre – continuó tras el silencio -. Le he invitado a cenar pero se ha negado a venir si estabas tú. Y más si estaba él – sus ojos se centraron en Samuel cuando dijo la última frase.
-       Creo que es mejor que me vaya.
-       No, Samuel no es por ti.
-       Lo siento, señora River.
-       Samuel espera – salí corriendo tras él y gritando su nombre.
-       Lo siento Samuel. No se lo tengas en cuenta – le besé.
-       Samuel, Alexei – dijo mi  madre mirándonos – Volved dentro.
Mi  madre se disculpó con ambos y finalmente acabamos tomándonos las uvas todos juntos. Cuando llegó la hora nos fuimos a dormir. Yo dormía en mi cama con Samuel. No hicimos nada, pues me daba reparo con mi hermana y mi madre en casa. Al contrario que cuando vino a verme en Pascua,  allí conseguí engañar a mis compañeros de piso para que nos dejasen solos. Mientras Samantha se había ido a dar una vuelta con Bryan para retomar su corto idilio de verano. Hacía  tanto tiempo que no hacía el amor con Samuel que lo echaba de menos. Sentir nuestros cuerpos húmedos por el sudor pegado uno junto al otro. Sentir el calor que su cuerpo me proporcionaba. Eso sólo era capaz de hacerlo él. Ahora que juega al baloncesto sus pectorales no están tan definidos como antes pero sus brazos están mucho más musculados. Pasé mi mano por su áspero pecho. Lo llevaba sin depilar, de hecho lo llevaba así desde que le dije que no iba a dejar de gustarme por algo tan estúpido como la cantidad de pelo que le creciese en el pecho. Yo le quiero tal y como es y nuestro amor ha perdurado durante todo este tiempo.
Al acabar mi primer año de Universidad con una media de notable alto era hora de volver a Princeton a pasar el verano. Durante los 3 meses que duró el señor Grint no dejó de mandarme un mensaje tras otro recordándome nuestro “pequeño trato multimillonario” (como él gustaba en llamarlo). Es por esto que mi verano lo dediqué a pasarlo con mi novio, mi mejor amiga, y por supuesto mi familia. Eso y escribiendo Zerkeliern.
Cuando empecé el segundo curso ya tenía escritos unos 5 capítulos, lo equivalente a 88 hojas, escritas a ordenador y en Arial del 12. Al señor Grint le encantó lo que había escrito pero me dijo que tenía que ponerme las pilas si quería terminarlo antes del final de mi carrera. Pues había conseguido escribir 5 capítulos decentes en 3 meses pero ahora volvían a empezar las clases y apenas tendría tiempo para escribir. De vez en cuando sacaba del cajón de mi cuarto el cuaderno verde que Samuel me regaló para escribir nuestra historia. Aún llevaba el bolígrafo colgado del cuello, aunque ahora era solo como un pequeño amuleto, pues la tinta se había gastado hacía ya tiempo. Durante mi segundo año mi amigo y tutor el Señor Grint sería mi profesor de escritura fantástica y creativa. Tendría que aguantar su incipiente nariz y su prominente calva durante 4 horas a la semana. No me malinterpretéis me cae muy  bien, pero digamos que en clase no es la misma persona agradable que es fuera de ella. Incluso me exige mucho más que a los demás alumnos.
Tenía un montón de trabajo que hacer esas vacaciones de Navidad así que decidí no volver a Princeton y apañármelas con llamar a mis amigos por Skype, pero a Samuel no le sentó muy bien. Me dijo que de haberle avisado con anterioridad lo habría preparado todo para poder venir, pero ya era algo tarde para andar comprando los billetes. Como la temporada pasada el equipo de fútbol no había ganado ni un solo partido el entrenador le rogó que volviera al equipo de modo que él también andaba algo ocupado. El entrenador los expulsó a todos e hicieron un equipo completamente nuevo, en el que todos sabían lo de Samuel y le trataban como a un igual pero necesitaban una buena cantidad de entrenamientos. Habían ganado 4 partidos y perdido 2, e incluso iban segundos en la clasificación pero tenían que seguir intentándolo.
Nuestra gresca navideña continuó hasta las fiestas de Pascua en las que apareció solo en Oxford, pues Samantha tenía que preparar un trabajo de Comunicación muy importante. Un día incluso discutimos porque Óscar mi compañero de piso me dio un abrazo al llegar a casa, como siempre hacia.
-       Te gusta porque es español y ambos sabemos cuánto te gusta el acento español.
-       Samuel, estás sacando las cosas de quicio. Es mi compañero de piso, y es muy cariñoso siempre me saluda así al llegar a casa.
-       Solo le falta darte un morreo. Además no he visto que le cortes cuando te da esos abrazos – el tono de la voz de Samuel iba en aumento. Por suerte en ese momento no había nadie en el piso.
-       ¿Te estás escuchando? Además Samantha todavía me manda vídeos de los partidos, y veo como ese nuevo amiguito tuyo, Nick – dije con desprecio – te abraza cada vez que marcáis un tanto. Recuerdo una incluso en la que se subió encima de ti y tú le diste una palmadita en el culo.
-       Eso no es verdad.
-       Tengo las pruebas en vídeo. Además, llevas enfadado desde navidad porque no pude volver a Princeton. Lo siento ¿vale?
-       No debería haber venido. Y creo que no deberíamos seguir juntos. Quiero que lo dejemos.
-       ¿Qué? – la noticia me pilló por sorpresa.
-       Mira Alex, sé que fui yo el que contaba ese rollo de que no importa la distancia y que nuestro amor perdurará. Pero esto se me está haciendo muy difícil. ¿Sabes lo difícil que es pensar en ti y no poder abrazarte? – sus ojos se empaparon en lágrimas – He rechazado a un centenar de chicos, pero tengo mis necesidades. Podemos ser amigos si quieres.
-       Está bien… si eso es lo que quieres…
Samuel se fue. Yo me encerré en mi cuarto, descolgué el bolígrafo que llevaba al cuello contra el suelo. Después de eso, pasé una semana casi sin salir de mi cuarto. Era la primera ruptura que sufría. No sabía que esto doliese tanto. Pero no iba a hacer cómo la protagonista de ese libro de vampiros que cuando su novio la dejó paso meses encerrada en su habitación sin salir apenas.
Fui fuerte y seguí adelante. Aunque me costaba mucho seguir hablando   con Sammy por teléfono, pues ellos dos eran como mejores amigos ahora y todo lo que hacía incluía a Samuel en algún aspecto. Conseguí que el Señor Grint me pusiese un sobresaliente alto cuando le entregué los 12 primeros capítulos de Zerkeliern. 176 páginas.
Llegó la hora de volver a Princeton. Barajé la idea de quedarme todo el verano para ahorrarme el hecho de tener que ver a Samuel, pero no iba a ser tan infantil.
Óscar me acompañó al aeropuerto, pues su avión de vuelta a Barcelona salía 10 minutos antes que el mío. Le di un abrazo para despedirme y cuando nos separamos me plantó un beso en los labios. No me lo esperaba para nada. Sabía que Óscar era muy cariñoso pero nunca me imaginé hasta que punto. ¿Sería que Samuel  lo  habría deducido y por eso le sentó mal que me diera un abrazo? Finalmente nos dimos la mano. Óscar me pidió perdón por lo que había hecho, y yo le dije que no pasaba nada, pero que en lo sucesivo haría bien en ahorrarse esos besos.
Una vez en Princeton conseguí evitar a Samuel durante más de dos semanas, pero era difícil. Samantha se hizo una especie de horario para quedar con uno y luego con otro. En casa de Samantha vi una foto que me llamó la atención. Estaba Sammy muy bien vestida junto a un imponente Samuel con una toga roja y un diploma enrollado en la mano. En la esquina superior derecha se podía leer en una pulcra caligrafia “Universidad de Princeton 14-06-2015”.
-       ¿Qué es esto? – le pregunté a Sammy agarrando la foto entre mis manos.
-       Cuando fue a verte, quería pedirte que fueras su pareja en su cena oficial de graduación.
-       ¿Qué?
-       Sí, ya sabes que Samuel tiene 2 años más que tú. Ha acabado en la universidad este año – cuando vio que el gesto de mi cara cambiaba continuó con su discurso -. Como al final tú no pudiste ir con él por lo que había pasado me pidió que fuese su acompañante, como amigos. Y acepté. Espero que no te haya sentado mal.
-       No. Sois amigos. Está bien.
-       He quedado esta tarde con él. Vente. Estaremos los tres, tomaremos un helado y a lo mejor podéis volver a intentarlo.
-       Lo siento, pero no creo que haya arreglo.
Sammy pasó todo el verano intentando que quedásemos para poder arreglarlo, sin mucho éxito he de decir. Hasta un día que Samantha se negó a hablar a cualquiera de los dos hasta que hablásemos entre nosotros. Obviamente fue una encerrona y cuando vio que era posible que mantuviésemos una conversación madura, basada en la confianza, Sammy desapareció dejándonos solos.
Paseamos durante toda la tarde. Estuvimos hablando de lo mal que lo pasamos tras eso. De lo que nos ha pasado en todo ese tiempo. Por lo visto Samuel consiguió crear uno de los mejores equipos del país de fútbol y había conseguido graduarse en Finanzas con una media de notable alto. Además, Daniel Cross y los otros chicos que le hacían la vida imposible no se habían graduado así que pudo disfrutar plenamente de su cena de graduación. Yo le conté como me iban las clases y como era dentro y fuera de ellas el Sr. Grint.
 Él me dijo que sentía mucho haberse puesto así cuando vio a Óscar dándome ese abrazo. Fue entonces cuando le conté lo que pasó en el aeropuerto y aunque en principio no se lo tomó muy bien, luego recapacitó cuando le dije que había sido todo cosa suya  y que yo no sentía nada por él. Le confesé que pasé un tiempo bastante mal sin poder hablar con él. Llevó las manos hacia mi cuello.
-       Aún lo llevas – dijo cogiendo el bolígrafo que llevaba colgado del cuello.
-       Sí. Cuando…pasó aquello me lo quité y lo tiré contra el suelo. Pero al rato lo recogí. Ha sido como un pequeño amuleto para mí – le quitó la tapa -. No lo intentes. La tinta se gastó hace casi un año.
-       ¿Has seguido escribiendo?
-       Sí, tengo ya casi 250 hojas escritas de Zerkelie…
-       No – me interrumpió -. Me refería a nuestra historia.
-       Lo habría hecho. Pero nuestra historia se acabó y no tenía fuerzas para hablar sobre nuestra ruptura.
Volví a clavar mis ojos en los suyos como solía hacer tiempo atrás. Quizás no debería haberlo hecho. Él cogió uno de los mechones que caían en onzas de mi flequillo y lo apartó. Su mano rozó suavemente mi cara. Su cara se aproximaba peligrosamente a la mía. No podíamos olvidar lo que había pasado así porque sí. ¿O quizás sí? Me aparté todo lo que pude, pero Samuel me agarró con su mano derecha por la nuca y nuestros labios se juntaron por fin después de meses.
Después de eso todo volvió a la normalidad. Quedábamos los tres, Samuel, Sammy y yo para ir a nuestros lugares preferidos de Princeton. A veces incluso se nos unía el nuevo mejor amigo de Samuel y su mano derecha en el campo de juego. La verdad es que un chico muy simpático, aunque he de reconocer que el hecho de que se llevase tan bien con Samuel y que tuviese rasgos físicos parecidos a los míos me ponía un poco celoso, pero no quería volver a montarme una paranoia en mi cabeza.
Para no perder la costumbre cuando la madre de Samuel no estaba en casa íbamos allí a…bueno ya sabéis de sobra a que íbamos así que no voy a repetirlo  mil veces.
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Volver a Oxford sabiendo que lo había arreglado con mi novio me hizo cambiar mi forma de ver las cosas. Había conseguido avanzar bastante en mi escritura durante todo el verano. Gracias a dios porque durante este año apenas tuve tiempo de escribir. Bueno, esto no es del todo así. Me pasé todo el año escribiendo, pero eran pequeños fragmentos o historias cortas. Acabé escribiendo 7 al mes, durante casi todo un año. Según los profesores era para ir abriéndonos paso al mundo laboral. Cuando se es un escritor de éxito es posible que si la historia es buena acaben adaptándola al cine, y eso solo lleva a horarios y más horarios; presión tras presión para escribir una secuela antes de que empiece la producción de la misma película. Me fue imposible volver a Princeton en vacaciones. Estaba hasta arriba de trabajo. No pude ver a Samuel durante un buen tiempo, por suerte teníamos skype, aunque el cibersexo no es tan placentero como el sexo en la vida real. Él tampoco pudo venir, pues había encontrado trabajo en una inmobiliaria y solo le dejaron un par de día de vacaciones, y no iba a coger el avión para verme 2 o 3 horas, si hubiese dado tiempo.
Pero en Pascua sí que vino. Y nunca me habría imaginado lo que iba a pasar durante esas vacaciones. Sammy y Samuel lo habían hablado con Óscar para conseguir darme una sorpresa. Siempre lo odiaría por aquello. Me hizo salir de casa con una excusa para que montaran aquello. Agarraos fuerte porque no os vais a creer lo que me pasó. Cuando Óscar y yo abrimos la puerta, empezó a sonar música. No conocía la canción, pero según descubrí después era la canción de una cantante danesa llamada Emmelie de Forest. La canción, que se llamaba Force of Nature, hablaba sobre un amor forzado. Esa típica historia de los libros que es un amor que a pesar de ser imposible conseguirá ser eterno. Lo peor fue cuando vi a Samuel y Sammy super bien vestidos. Me parece genial que me den una sorpresa, pues me habían dicho que no podrían venir a verme, pero ¿qué hacían vestidos tan de gala para dar una sorpresa? Samantha me miraba y se reia a carcajadas mientras me abrazaba. Cuando Samuel estaba acabando de cantar se acercó a mí y me besó. Hasta ahí genial hasta en el momento que lo vi arrodillarse.
-       Alexei Michael River – solo utilizaba mi nombre completo cuando quería decirme algo importante. Esto no puede ser nada bueno. Se llevó una mano al  bolsillo de la americana -. He estado meditándolo durante bastante tiempo. Y hemos pasado una mala racha hace muy poco. Pero fue el peor rato de toda mi vida. Porque mi vida, no es vida si no es contigo.
-       Samuel ¿estás seguro de…?
-       Nunca he estado más seguro de nada en toda mi vida – agarró entre sus manos lo que había sacado de su chaqueta. Era una caja de terciopelo azul marino. Cuando la abrió dentro había un anillo de compromiso -. Alexei Michael River. ¿quieres casarte conmigo?
-       Emm… - Me quedé blanco del susto. No sabía que decir. Sí. Sí sabía que decir. – Samuel no ha habido tiempo que lo haya pasado peor que los meses que lo dejamos. Pero ¿no crees que somos muy jóvenes?
-       Sí. Lo somos. Pero me da igual. Te Quiero. Y quiero pasar el resto de mis días contigo – vio que mi expresión seguía siendo extraña -. Mira. Quédate el anillo. Tienes otros dos meses para decidirlo. La próxima  vez que vuelvas a Princeton me dirás una respuesta. Sin compromiso.
Les acompañé al aeropuerto. Nos despedimos con un beso y un abrazo. Tenía dos meses para decidir. Tenía clara mi decisión. Pero seguía pensando que éramos muy jóvenes.
Mientras meditaba seguía escribiendo y estudiando para mis exámenes. Mi nota media fue de sobresaliente en mi tercer año. Ya sólo quedaba uno. Mañana volvía a Princeton y tenía que darle una respuesta a Samuel. Lo tenía muy claro.
Cuando lo vi en el aeropuerto corrí hacia él. Me tiré encima.
-       Veo que te has puesto el ani…
-       Samuel Everett Corshion. Por supuesto que quiero casarme contigo.
En casa me enteré de que mi madre había pasado el último año quedando sucesivamente con mi padre. Parecía como si mi padre quisiese hacer las paces conmigo, hasta que se enteró de que me iba a casar, más aún siendo tan jóvenes. No conseguiría nunca que mi padre intentase hacer las paces conmigo. Pero me importaba poco. Me había demostrado que no valía una mierda.
Tanto mi madre como la de Samuel, e incluso la de Sammy nos dijeron que éramos muy jóvenes. Pero no había vuelta atrás. Íbamos a casarnos le pesase a quién le pesase.
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Después de pasar todo el verano escribiendo y organizando un montón de cosas para que todo saliese bien en nuestra boda. Ya teníamos fecha. 15-07-2017. Ese sería el día en el que Samuel  y yo nos casaríamos.
Fue un año extraño. Pero lo conseguí. Me gradué. Y lo más grandioso. Conseguí entregarle al Sr. Grint mi primer borrador de Zerkeliern con 678 páginas y 35 capítulos.
-       Así que lo ha conseguido usted Señor River.
-       Suelo conseguir lo que me propongo. Y este ha sido mi sueño de siempre. He podido intercalar todos mis trabajos, con la historia de mi novio y con esta. Y aquí está -  dije dejando caer las hojas en su escritorio.
-       Perfecto. Mañana quedaré con mi amigo editor. Le llamaré cuando tenga noticias. Ha sido un placer contar con usted señor River. Es  uno de los mejores alumnos que han pasado por aquí.
-       Muchas gracias señor.
Mi madre, mi hermana, Samuel y Samantha vinieron para mi graduación. Pude ver las lágrimas caer de la cara de mi madre cuando me nombraron. Han pasado cuatro años. Y lo he conseguido. Ahora sólo quedaba una cosa. Casarme con Samuel. Y eso íbamos a hacer en menos de dos meses.
Y nada se interpondrá entre nosotros.

O eso creía al menos.