sábado, 22 de febrero de 2014

Capítulo 3

Bueno pues os agradezco a todos los que habéis leído la historia y os comunicó desde aquí que la historia ya tiene un título oficial. ¡Por fin! El título ya oficial de la historia es "My Sweet Lover" tengo que agradecer con todo mi corazón a Nessie (una de las grandes fans de la historia que me proporcionase el nombre). Así que aquí os dejo el 3 capítulo y espero que os guste. También quiero deciros que un blog se alimenta de los comentarios y casi prefiero que dejéis vuestros comentarios aquí y no por whatsapp o twitter. Así que aquí lo tenéis el capítulo 3. Espero que os guste:

Capítulo 3
Sentía caer las lágrimas de Sammy en mi hombro. Sea lo que sea lo que le haya pasado no puede ser nada bueno. Nunca en mi vida he visto llorar a Sammy. Intenté calmarla mientras entrabamos en su casa. Nos sentamos en el sofá rojo burdeos que estaba situado en el centro de su cuarto de estar justo en frente de la tele. ¿Lloraría porque estaba enfadada conmigo? ¿Le habría pasado algo? Tiene que haberle pasado algo. De haber estado enfadada conmigo no se habría tirado a mis hombros a llorar, más bien me habría soltado un cachete.
-       ¿Qué te ocurre Sammy? – dije poniendo mis manos sobre sus hombros con toda la templanza que pude – Cuéntamelo. Ya sabes que puedes confiar en mí.
Estuvo llorando durante otros 10 minutos sin descanso aunque de vez en cuando intentaba mediar palabra y explicarme que fue aquello tan terrible que le ocurrió en su fiesta. Finalmente conseguí que me lo contara.
-       En la fiesta…estuve con un chico.
-       Bueno, pero eso no es tan terrible. ¿No?
-       No es eso Alex – exclamó limpiándose las lágrimas – es que… bueno… después de enrollarnos fuimos al baño. Juntos y… - no pudo acabar la frase por motivo de las lágrimas.
-       Puede que un baño no sea el mejor lugar para la primera vez pero…
-       ¡ALEX, JODER! Yo no quería hacerlo.
-       ¿Estás diciendo que te violó? Es una vergüenza. ¿Quién era? Hay que denunciarlo hacer algo…
-       Me debió de echar algo en la bebida. Estábamos besándonos sin más. Y de repente el quiso ir más lejos. Yo forcejeé todo lo que pude pero no tenía fuerzas para pararlo. Al final salió corriendo cuando unas chicas quisieron usar el baño. No pudieron pararlo. Cuando estaba llorando le pregunté a Emily dónde estabas. Me dijo que te habías ido con un chico. Necesitaba a mi mejor amigo. Pero él no estaba. Y encima luego me llamó tu madre y tuve que inventarme una escusa y…
-       Samantha no puedes culparme. Me dejaste sólo. Sabes de sobra los problemas que tengo para poder relacionarme con las demás personas del instituto. Pero comprendí que era tu fiesta y que no podías estar sólo conmigo. – empecé a subir el tono – Pero yo tampoco tenía a mi mejor amiga conmigo.
Sammy se echó a llorar de nuevo. Antes de poder entonar un “Lo siento” le dí un abrazo. Pasamos otros 5 minutos así hasta que al final los dos nos calmamos un poco.
-       Lo siento Sammy. Tenemos que denunciar a ese chico. Y fue un error por mi parte irme. Pero aquel chico, sus ojos verdes como el jade, su pelo dorado como los rayos del sol, me hicieron perder el sentido. Eso sumado a una buena cantidad de alcohol… Soy un desastre. El peor mejor amigo que se pueda tener.
-       Yo también tengo cierta culpa por dejarte solo. Igual no importa. El chico se puso preservativo antes de… De haberme quedado embarazada…No sé que habría hecho.
-       ¿No sabes el nombre del chico?
-       Según Emily su nombre es Daniel Cross. Por lo visto hubo gente que entró sin haber sido invitada. Mañana iré a ponerle la denuncia. ¿Y tú? ¿Quién es ese chico que robó tu corazón?
-       Se llama… Samuel… la verdad es que no sé su apellido.
-       Espera un momento. Dime que no era Samuel Corshion.
-       Pues… sí puede ser.
-       ¿Es jugador de fútbol americano?
-       Sí me pareció ver alguna camiseta de…
-       Dios mío. ¿Me estás diciendo que Samuel Corshion es gay?
-       Pues, supongo.

Después de diez minutos de larga insistencia por parte de Sammy y veinte minutos que tardé en contar la historia, Samantha ya la sabía entera. Le conté las pocas cosas de las que me acordaba y las que me había contado Samuel. Le conté también la pequeña “confusión” cuando yo había nombrado a Sammy refiriéndome a Samantha y él se pensó que sabía su nombre. No sabía lo que había pasado exactamente aquella noche. Lo que sí sé es que no puedo dejar de pensar en Samuel ni un solo momento desde ese momento en el que lo conocí.
Era raro que yo no supiese apenas nada de Samuel y sin embargo Sammy me estuviese haciendo una biografía completa del chico. Al parecer era el terror de las nenas. Todas las chicas adolescentes estaban detrás de él y habían conseguido reunir demasiados datos sobre sus gustos y aficiones. Y cuando digo demasiados, son demasiados. Tantos que llega a asustar.
Sammy ya estaba muchísimo más calmada. Parece que lo que le hacía falta era contármelo para desahogarse. Para que se despistase me ofrecí a acompañarla al local de su tío Peter y así ayudarla a recoger un poco. Tardamos cinco minutos en llegar al local. Sammy abrió la puerta y la mezcla de olor a alcohol, vómitos, y otras sustancias que prefería no saber que eran casi consiguen que nos desmayásemos ambos. Cuando encendimos la luz queríamos morir. Había un montón de porquería por todos lados, por el suelo, por las estanterías… Sería una tarea ardua.
Acabamos hablando largo y tendido. Cómo se aproximaban los exámenes finales y los dos lo llevábamos bastante al día matamos el tiempo haciéndonos preguntas sobre las distintas materias. Para mi sorpresa, incluso con la resaca fui capaz de recordar todos los datos y contestar con total propiedad a la pregunta que formuló Sammy. Ella también fue capaz de recordarlo todo. Cuando nos cansamos de recitar las respuestas, o cuando yo sugerí que parásemos, Sammy me dijo que pusiese un poco de música. La primera canción que salió en el aleatorio del equipo era demasiado movida como para que mi cabeza pudiese aguantarla así que la cambié. La nueva canción que salió también la iba a cambiar pero algo me hizo detenerme. Conocía la melodía. Era una versión acústica. Conocía la voz de esa chica. Pero sobre todo conocía la letra. You shout it out, but I can't hear a word you say 
I'm talking loud not saying much”.
Era la version acústica de Titanium.
Samuel me dijo que cuando sonó esa canción es cuando nos besamos. Y ahora lo recordaba.
-       Alex ¿te pasa algo? Es como si hubieses visto un fantasma.
-       Esta versión es…
-       La cover de una chica que se llama Madilyn Bailey, deberías buscarla en Youtube.
-       Es la canción que sonaba cuando me besé con Samuel.
Cuando acabamos le pedí a Sammy que me acompañase a la librería, pues ya que le había dicho a mi padre que ese era el lugar al que iba resultaría muy raro si volviese a casa con las manos vacías.
Hacía frío para ser mayo. Las verdes hojas de los árboles se zarandeaban al ritmo del viento. Pasamos al lado de un árbol que estaba precioso. Todas sus hojas y flores eran rosas. Nunca me había fijado en lo bonitos que se ponen estos árboles cuando florecen. Cuando llegamos a la librería quedaba todavía media hora para que cerrase lo que significa que podría utilizar veinticinco de esos minutos para recorrer los pasillos llenos de libros y poder leer las sinopsis de unos cuantos. Más que una librería “Magic’s Room” parecía una biblioteca abandonada. Es muy parecida a esa biblioteca, el cementerio de los libros olvidados, que salía en los libros del escritor español Carlos Ruiz Zafón. Infinidad de pasillos llenos de estanterías con libros de todos los autores, épocas, tamaños, colores, géneros, etc. Yo solía complicarme poco y siempre iba a la sección de fantasía juvenil. Después de un largo rato me decanté por “Olvidados” de Michael Grant. Ya había oído hablar de él y la sinopsis me convenció bastante.
-       Buenos días señorito River – me dijo la dependienta.
-       Buenos días Señoria Hopkins – saludé con la simpatía natural que me caracteriza.
-       ¿Quién es tu amiga? ¿Por fin te has echado novia?
-       Oh, no. Señora Hopkins está es mi amiga Samantha Rhodes. Sammy, esta es la Señora Hopkins.
-       Nunca he entendido que me llames así. Te he dicho mil veces que me llames Margaret.
-       ¿Cuánto te debo Margaret?
-       Nada. Esta vez invita la casa. A fin de cuentas eres nuestro mejor cliente – dijo mientras se le caían los párpados.
-       Muchas gracias. Adiós.
Acompañé a Samantha de nuevo a su casa. Nos despedimos con un fuerte abrazo. Cuando llegué a casa me estaban esperando para comer. En la cocina olía genial. Mi madre había preparado su estofado de carne y verduras. Mi preferido. Durante la comida no hablamos mucho. Mis padres son más dados a ver la tele, bueno, mi madre suele ver la tele y mi padre leer el periódico. Nunca les había expresado mi deseo de convertirme en periodista de oficio, pero creo que paso de decírselo. Mi padre querría que me especializase en deportes y mi interés por los deportes era nulo. Si obviamos el hecho de que me gusta un jugador de fútbol americano. Pero ellos no deberían saberlo. No de momento, al menos.  Mientras tanto Valerie hacía como que comía, o más bien jugaba con la comida y yo vivía en mi propio mundo.
Pensando durante un tiempo llegué a la conclusión de que no podría mantener mi secreto oculto durante mucho tiempo. Un montón de personas de mi instituto me vieron besándome con Sam. Un momento. ¿Desde cuándo lo llamaba Sam? Su nombre es Samuel. Alexei Michael River. Ese chico te engañó. Te emborrachó. Te llevó a su casa. Y lo hizo contigo cuando tú apenas eras consciente. No puede gustarte ese chico.
Por mucho que lo intenté mis pensamientos sobre Samuel  no se esfumaban. Incluso cuando por la tarde decidí ponerme a estudiar vislumbré a un chico rubio desde la ventana y me pareció él. Pero era imposible. ¿Qué iba a hacer un chico cómo él en un barrio cómo ese? Si bien, no vivía más que a dos manzanas de allí. Latín. Traducir textos de latín me ayudaría a distraerme. “Horum omnium fortissimi sunt Belgae” Ahora que lo pienso Samuel es muy blanquito de piel y su pelo es muy rubio. ¿Sería alemán? ¿Inglés? No creo que fuera originario de los USA.
Después de muchos intentos conseguí distraer mi atención de los orígenes de Samuel y centrarme en mis exámenes. A veces resulta tedioso llevar las cosas al día, un mes antes de los exámenes te sabes tan bien los contenidos que repasarlo una y otra vez sólo hace que te aburras como una ostra.
Empezaba  a anochecer así que me tumbé en la cama a leer mi más reciente adquisición. La historia escrita por Michael Grant realmente enganchaba y al cabo de un par de horas ya había leído casi la mitad del libro. Mi padre insiste en que debería comprarme un e-book y bajármelos de internet, pues él cree que no sale rentable gastarme el dinero en libros que tardo menos de tres días en leer. Lo que él no sabe es la sensación que produce pasar las hojas, olerlas, sentirte dentro de ellas… Además él compra el periódico todos los días y ese sí que pierde su valor, yo puedo releer mis libros cuantas veces quiera.
Bajé a cenar. En cuanto acabé decidí volver a mi cuarto. Había dormido poco. El sueño iba a acabar conmigo en breve. No obstante, recuperé mis apuntes de encima de la mesa del escritorio y empecé a leerlos.


A la mañana siguiente me desperté y mis apuntes yacían en la mesa del escritorio cuidadosamente colocados. Seguro que fue obra de mi madre. Hoy tenía que volver al instituto y aguantar las aburridas clases.
En el trayecto fui con Sammy como habitualmente. Me dijo que ya habían pasado por comisaría, que habían denunciado al tal Daniel Cross y que le habían impuesto una orden de alejamiento. Los pasillos del instituto Mckinley estaban infestados de gente con libros que se limitaba a asistir a las clases más importantes y aprovechar lo que ellos conocían como “horas muertas” para estudiar.
La taquilla de Sammy se encontraba al lado de la mía. Ella tenía matemáticas y yo latín así que cogió sus libros corriendo y subió a toda prisa las escaleras. El Señor Scroop era muy puntual. Sin embargo la Señora Coates, mi profesora de latín, solía llegar cinco minutos tarde así que solía aprovechar esos minutos para leer en mi taquilla. Total, esa aula pillaba justo enfrente. Cuando el tiempo estaba a punto de agotarse escuché a alguien decir mi nombre. Esa voz…me sonaba mucho. ¿Dónde la había escuchado antes? “Alex” escuché de nuevo. Me giré y vi como hacía mí se aproximaba aquel chico de ojos verdes y dorados cabellos que había robado mi corazón.
Sólo pensé una cosa.

“Mierda”.

domingo, 16 de febrero de 2014

Capítulo 2

Bueno, lo prometido es deuda. Es domingo y aquí está el segundo capítulo. Espero tener título para la historia para el domingo que viene. Esta misma tarde también he acabado de leer Play de Javier Ruescas y es muy probable que mañana os suba mi opinión sobre el libro, mientras tanto os dejo con el segundo capítulo de mi historia.

Capítulo 2.
El dolor de cabeza que sentía recorría hasta el último centímetro de todo mi cuerpo. ¿A qué hora habría llegado a casa? No recordaba nada de la anterior noche. ¿Por qué estaba todo tan oscuro? Yo siempre dormía con las persianas subidas. Me giré en la cama y sentí la respiración de otra persona. ¿Qué había hecho? ¿Dónde estaba Sammy?
Me sentía muy ligero. No había ropa interior que cubriese mis partes más íntimas. ¡Oh Dios! ¿Cómo podría haberme traído a un chico a casa? Mis padres aún no saben nada de mi homosexualidad. Me van a matar cuando se enteren. Esperaba que al menos el otro chico no estuviese desnudo, pero no podía ver nada. Sólo veo que el reloj despertador de la mesilla marca las 8.45 a.m. Un momento. En mi cuarto no hay reloj despertador. Eso sólo podía significar una cosa. Estaba en la casa del otro chico.
Subí un poco las persianas para que entrase algo de luz. El otro chico estaba sin camiseta. Mierda. Busqué mi ropa, mi móvil, y demás pertenencias como pude en la oscuridad. Me vestí e intenté salir de la habitación e incluso de la casa. Estaba abriendo la puerta de la habitación cuando algo me interrumpió
-       ¿Vas a alguna parte guapo? – dijo al tiempo que encendía la lámpara que estaba en su mesita de noche -.
-       Pues… - cuando lo miré a los ojos empecé a recordar algo. Sus ojos color verde esmeralda que parecían hechos de jade, su cabello rubio que parecía azotado por los rayos del sol , y esos rasgos faciales que hizo que perdiera el sentido – lo siento pero no recuerdo nada de lo que ocurrió anoche. Sólo recuerdo que te me acercaste, estuvimos hablando y… no recuerdo nada más. ¿Qué ha pasado esta noche?
-       ¿Entre nosotros? – su voz sonaba bastante ronca aunque yo la recordaba mucho más dulce, no sé si es que su voz estaba dañada por los gritos de la fiesta o es sólo que yo me imaginé la dulzura de su voz, producto del alcohol - ¿A ti que te parece?
-       ¿Hemos…? Quiero decir que tú y yo nos hemos…
-       ¿Acostado? Por supuesto. ¿Qué iban a hacer sino dos hombres gay desnudos en la misma cama?
-       ¿Dónde está Sammy?
-       Veo, que recuerdas mi nombre.
-       ¿Tu nombre? - ¿a que se referiría? – Yo estaba hablando de mi amiga…
-       Ah, Samantha. Estuvo lo suficientemente ocupada anoche. No te preocupes al fin y al cabo era su cumpleaños, y su fiesta – se ve que no pudo pasar por alto mi cara de ignorancia – Por cierto, ya que veo que no lo captas del todo… Mi nombre es Samuel.
-       Yo soy…
-       Alexei. Descuida, lo sé.
No puedo expresar con palabras la vergüenza que sentí en ese momento. Ese chico  el cual, para que vamos a negarlo, me parecía guapísimo recordaba mi nombre y yo no había sido capaz de recordar el suyo. No sé que me había pasado. Yo casi nunca bebo.
Miré a mi alrededor y vi que su habitación era bastante sencilla. No muy grande. Tenía un armario multicolor que recordaba a la “colección puzle” de los juegos de Animal Crossing, un escritorio dónde tenía los libros que usaba para estudiar, una mesa pequeña en una esquina dónde había una televisión a la que había conectada una consola y por la pared había pósters de sus grupos de música favorito.
Samuel me contó toda la historia de lo que ocurrió la otra noche. Yo estaba sólo en un rinconcito cuando él se acercó y empezamos a hablar. Se notaba que había feeling entre nosotros pero cómo yo estaba algo parado decidió invitarme a un par de copas. Yo había ido a la fiesta para pasarla con mi amiga Samantha pero ella estuvo toda la noche de aquí para allá bailando con unos, con otros, haciéndose fotos, etc. Eso me cabreó mucho y empecé a beber cada vez más y más junto a Samuel. Según él, estuvimos hablando largo y tendido. Bueno, más bien yo hablaba sobre cómo me sentía porque Samantha me hubiese dejado sólo y él me escuchaba. Al final empezamos a acaramelarnos más y más cada vez. Estuvimos bailando y cuando en los altavoces del local del tío de Sammy  empezó a sonar una canción lenta, la versión acústica de Titanium concretamente, pero no la original sino la cover de Madilyn Bailey una cantante de Youtube, nos besamos. Es triste no recordar tu primer beso. Y mucho más no recordar mi primera vez. Yo estaba esperando a que apareciese el indicado y resulta que al final lo he hecho con un chico que conocí en una fiesta y no lo recuerdo.
-       Tengo, tengo que irme – solté con nerviosismo cuando vi que ya eran 9.15 a.m – mis padres estarán preocupados, y también Sammy.
-       Está bien. Tienes guardado mi número. Cuando quieras podemos hablar o quedar, o…
-       Lo siento, pero esto ha sido un error.
Comprobé mis bolsillos para comprobar que estaba todo en su sitio. Me pareció oír a Samuel decir algo como “tranquilo, no te he robado nada”. Me despedí de él y me fui.
¿Cómo iba a explicárselo a mis padres? Sería una escena perfecta. “Hola mamá. Papá. Vengo de la casa de un chico con el que me he acostado. Por cierto, soy gay”. Saqué el móvil del bolsillo de mi cazadora. Tenía 10 llamadas perdidas y un mensaje. Las 10 llamadas perdidas eran de mi madre. Estaría preocupadísima. El mensaje era de Samantha.

    "Alex. ¿Dónde te metiste? No volví a verte en toda la noche.
    Tu madre estaba preocupadísima. Tranquilo al final contactó
    conmigo. Le dije que te habías quedado sin batería. Por suerte
    contacté con ella cuando ya no había ruido y le dije que te
    habías quedado a dormir en casa y que estabas dormido.
    Igual está muy enfadada. No creo que nada te ahorre la
    bronca. Llámame en cuanto puedas, tenemos que hablar."

El mensaje me lo había dejado a las 2.45 de la madrugada. Supongo que la fiesta no acabó muy tarde.
Salí del portal de la casa de Samuel. Comprobé los contactos de mi móvil y era verdad. Había un nuevo contacto. “Samuel <3”. Odio lo cursi que soy a veces. En la calle hacía mucho frío. El aire me golpeaba los sesos y aumentaba mi dolor de cabeza. Al mirar a mi alrededor me di cuenta de que Samuel no vivía a más de dos manzanas de mi casa.
Busqué las llaves en los diferentes bolsillos tanto de mi chaqueta cómo de mi vaquero hasta encontrarlas. Abrí la verja de fuera. Mi casa no era nada del otro mundo. Tras la verja un camino de piedras te conducía hasta el umbral de la casa decorado con dos columnas de estilo jónico (mi madre es una gran amante del arte). Abrí la puerta y entré. Se oían ruidos en el cuarto de estar. La televisión estaba encendida y era domingo. Las 9.45. Sólo mi madre estaría despierta un domingo a esas horas. En cuanto me oyó llegar apareció frente a mí hecha una fiera. Tenía el pelo castaño (más oscuro que el de mi hermana) enmarañado. Llevaba puesta una bata rosa de andar por casa y zapatillas a juego. Su ceja izquierda estaba levanta lo que no era buena señal.

-       Alexei Michael River – había utilizado mi nombre completo, esto era serio.- ¿Se puede saber dónde te habías metido? Estaba preocupadísima. Si no llega a ser por Samantha…
-       Tranquila. Estoy bien. Es solo que el móvil se me quedó sin batería.
-       ¿Sabes lo preocupada que he estado?
-       Lo siento mamá.
-       Gracias a dios tu padre piensa que seguías dormido. No se ha enterado de nada. Ya sabes que tiene el sueño profundo.
-       ¿Dónde está ahora?
-       Ha ido a comprar el periódico.

15 minutos más tarde oí desde la silla de mi escritorio el timbre que sonaba abajo. Era mi padre. Mi madre era muy sobreprotectora conmigo y siempre me defendía delante de mi padre si me metía en algún lío. Aunque a mis 17 años este es uno de los primeros líos en los que me meto si pasamos por alto aquella ocasión en que estaba jugando con Valerie y “secuestramos” al gato de la Señora Smith, y digo secuestramos porque Valerie quería llevarse el gato consigo a casa y yo decidí agarrarlo y llevarlo, aunque me llevé unos cuantos arañazos… Pero al igual que en esta ocasión mi padre no se enteró de nada.
Mi cabeza seguía pareciendo un bombo. Me dolía a rabiar. Intenté ponerme a estudiar sin ningún éxito, pues cuando empezaba a leer la primera palabra las letras empezaban a cambiarse de sitio unas con otras. Esto es lo que deben de sentir los disléxicos. Me tumbé en la cama. Eran las 10.30. ¿Cómo me iba a dormir a estas horas? Bueno, una cabezadita.
Después de estar girando de un lado a otro intentando dormir, sin ningún éxito tampoco pensé en los métodos que usan las abuelas cuando sus nietos no pueden dormir. Ellas siempre dicen que intentemos contar ovejas. Cuán graciosa resultaba imaginar esta imagen en mi cabeza. Al tiempo que mi cerebro intentaba contar ovejitas, reproducía alguna de las canciones que sonaron en el cumpleaños de Sammy. Se ve que las abuelas no pensaban en sus nietos cuando estuviesen resacosos. Cuando en mi cabeza se juntaron 10 ovejas montaron su propia fiesta. Debían ser los delirios del alcohol.
Me levanté. Cuando me vi en el espejo me di cuenta de que todavía llevaba la misma ropa, mis pupilas habían tomado un color escarlata muy marcado y mi pelo negro como el azabache estaba todo enmarañado. Lo mejor sería darme una duchita.
El agua caía a chorros y empapaba cada centímetro de mi cuerpo. Esto es lo que necesitaba… una duchita de agua templada para relajarme y despejarme. Fuera de la ducha hacía frío y la toalla que sólo me cubría de cintura para abajo no era lo suficiente como para entrar en calor. Me sequé bien, me puse ropa limpia y… Listo.
Acomodé como pude mi pelo. Ahora parecía bastante más decente que antes. Ahora lucía otros vaqueros y otra sudadera diferente. Es lo único que tengo en mi armario. La sudadera era de color burdeos, comúnmente conocido como granate, y el vaquero en esta ocasión era negro.
En el piso de abajo mi padre estaba sentado en su butaca beige leyendo el periódico. En la portada se encontraba la imagen de una ciudad devastada y destruida cuyo titular rezaba “Nuevo terremoto en China”. En una esquina dejaba un pequeño hueco para los titulares deportivos pero esos me interesaban bastante menos. A veces pienso que mi padre está ciego. Tenía la cabeza completamente metida en el periódico. Sus gafas de ver de cerca estaban sujetas por el prominente puente de su nariz a punto de caerse. La nariz era lo único que me diferenciaba de mi padre, pues yo había heredado la de mi madre. Eso y el pelo, pues el suyo estaba lleno de canas, aunque en un origen fue igual de negro que el mío. Ya sabía lo que me deparaba el futuro.
Aún sentía la boca como pastosa y estaba cansado. Pero puesto que no podía estudiar ni dormir decidí salir a dar un paseo. Antes tenía que hablar con mi padre.
-       El pequeño Alexei se digna por fin a levantarse.
-       Buenos días, papá.
-       ¿Vas a alguna parte? Recuerda que tienes los exámenes finales en poco tiempo.
-       Lo sé papá. Lo llevo bien. Nunca he sacado una nota más baja de 8. Además, voy a la…librería sí, eso. A comprar un nuevo libro. Los que tengo ya los he leído.
-       Perfecto.
Mi padre pensaba que había dormido en casa toda la noche. Mi verdadero destino era la casa de Sammy. Tenía que hablar con ella. Tenía que darle las gracias y preguntarle muchas cosas.
Llegué al umbral de su casa y llamé al timbre. Se abrió la puerta y me recibieron unos ojos verdes coronados por una melena pelirroja. Era Sammy. Tenía los ojos muy rojos. No era posible que hubiese bebido tanto. Antes de que pudiese decir nada Samantha se tiró a mis hombros y se puso a llorar. Entonces recordé el mensaje que me encontré en el móvil después de salir de casa de Samuel. Aquel mensaje acababa de una forma un tanto extraña.

“Llámame en cuanto puedas, tenemos que hablar.”

miércoles, 12 de febrero de 2014

El primer capítulo de mi nueva historia!!

El título de la historia está aún por determinar, pero aquí os dejo el primer capítulo. En breves actualizaré con la sinopsis oficial y el nombre elegido para la historia. Espero que os guste:

Capítulo 1
Abro los ojos. Me giró en la cama y miró el reloj despertador. Son las 6:58. Últimamente no puedo dormir hasta mucho más de esa hora y la verdad no sé por qué.
Acostumbro a dormir con la persiana subida con lo cual la luz de las farolas de la calle ilumina toda mi habitación. En breve amanecerá pero hoy es sábado ¿Qué hago despierto tan pronto? Podría dormir hasta la hora que quisiera, pues estas no son horas de ponerse a estudiar.
Doy un par de vueltas en la cama con la intención de dormirme otro rato pero no lo consigo. Agarro mi móvil de la mesilla de noche, al lado de mi cama y cojo los auriculares. Creo que no sabría vivir sin música, incluso a las 7 de la mañana un sábado soy capaz de enfundarme mis auriculares y cantar a voz en grito, bueno, no tanto, pues están todos dormidos. No obstante más de una vez mi hermana pequeña se ha quejado de que me escuchaba cantar.
Encendí la luz de mi cuarto. No recordaba que todo estuviese tan desordenado. Me pasaba las tardes y hasta bien entrada la noche estudiando, o incluso leyendo. Muchos jóvenes de mi edad creen que leer es una tontería pero es una de mis grandes pasiones. La lectura no ayuda a hacer amigos. No me importa. No necesito amigos.
El escritorio estaba lleno de apuntes que había estado estudiando el día anterior y había unos cuántos libros apilados, pues no cabían en las estanterías.
Empecé a recoger mientras el aleatorio de mi móvil reproducía “Battlefield” una de las nuevas canciones de Lea Michele, la actriz de Glee. Debe ser un gran espectáculo verme hacer las tareas mientras escucho música. De hecho mi hermana en más de una ocasión que me ha pillado desprevenido me ha grabado para burlarse de mí.
Cuando hube acabado de recoger todo eran ya las 9:00. Mis padres estarían a punto de levantarse y yo ya había recogido todo. El grifo empezó a sonar en el baño. Ya se habían despertado.
Miré el calendario que colgaba de la pared de mi habitación, un calendario de la serie de televisión “Juego de Tronos” que rezaba “You Win or You Die”. En él iba tachando todos los días uno a uno. Hoy es 12 de mayo. Quedan 12 días para mis exámenes y menos de un mes para los exámenes de selectividad. Gracias a dios, mis notas siempre han sido bastante buenas.
Fui corriendo al baño. La vejiga iba a explotarme si no iba pronto. Cuando acabé me lavé las manos y la cara. El espejo reflejaba mi rostro, un rostro marcado por las prominentes ojeras. Mi pelo negro estaba enmarañado y en mis ojos azules se deducía el cansancio que supone pasarte la vida leyendo cosas y entre pantallas de ordenador.
En la cocina estaban todos desayunando. Yo, como era costumbre cogí mi tazón, eché leche y cereales. Ya estaba preparado. El desayuno de los campeones.
-       Alex – miré a madre - ¿solo vas a desayunar eso?
-       Sí, la verdad es que no tengo mucha hambre.
-       ¿Te acostaste muy tarde ayer, campeón? – preguntó mi padre.
-       No, no mucho. A las 00:15 o así.
-       Alex tienes que descansar tus exámenes son dentro de muy poco.
-       Ya, lo sé, pero también tengo que estudiar para ellos, es por eso que me quedo hasta tarde. Un momento – inspeccioné la cocina pero no la vi - ¿Dónde está Valerie?
-       Está en su cuart…
La pequeña Valerie irrumpió en la cocina y fulminó la respuesta de mi madre. Su pelo castaño oscuro estaba tanto o más enmarañado que el mío y sus ojos verdes sollozaban entre bostezos.
-       ¿Qué tal estás pequeñaja?
-       Genial, ayer por la tarde mamá me llevó al cine a ver “Frozen”. Es una película preciosa.
Mi cocina se convirtió por un momento en un reino de hielo y mi hermanita en la reina que entonaba canciones todo el tiempo.
-       Hoy he quedado con Sammy. Es su cumpleaños y está organizando una fiesta. Yo voy a ayudarla.
-       Ese es mi pequeño – dijo mi padre con una sonrisa pícara.
-       Alexei tiene novia. Alexei tiene novia.
-       ¿Es verdad eso hijo?
-       ¿Qué? No. Se  lo está inventando. Sabéis de sobra que Sammy es mi solo mi amiga.

Samantha Rhodes. Mi mejor y única amiga del instituto Mckinley desde que empezamos las clases. Mientras todo el mundo se juntaba con la gente más guay para volverse popular, ella se acercó a mí porque me vio solo leyendo un libro. Desde ese día se convirtió en mi mejor amiga. No, no me gusta. De hecho… Yo soy gay. Ella es la única que lo sabe.
Mis padres aún no lo saben. Tengo miedo de cómo se lo puedan tomar. Un día de estos se lo diré. Pero, bueno, soy joven, solo tengo 17 años, ya habrá tiempo para decírselo.
-       Entonces, ¿esta noche vas a salir?
-       Si, me temo que sí – acabé mi bol de cereales – Bueno, voy a cambiarme.
La luz del sol iluminaba toda mi habitación. Mi armario estaba lleno de ropa. La mitad de ella casi nunca me la ponía. La verdad, es que soy muy simple a la hora de vestir. Un vaquero, unas zapatillas deportivas y una sudadera.
Quedaban 15 minutos hasta que viniese Sammy. En lo que esperaba le di una lectura rápida a mis apuntes de inglés.
Escuché el timbre abajo. Mi madre abrió la puerta y oí la dulce voz de Samantha que hablaba con mi madre. Bajé rápido, la cogí del brazo y nos fuimos antes de que algún miembro de mi familia pudiese decir una tontería. Antes de cerrar la puerta se pudo escuchar a mi hermana gritando “Alexei y Samantha son novios”.
-       Que equivocados están…
-       Alex, ¿por qué no se lo dices?
-       Porque tengo miedo, por eso.
-       Miedo ¿de qué? Conmigo no fue difícil.
-       No es lo mismo, ellos son diferentes. Bueno, mejor cambiemos el tema. ¿Qué idea tienes?
Su idea era la típica de adolescente que había cumplido los 18 hacía una semana, salir de fiesta por las discotecas más sonadas de la región. Esto incluía música, y cómo no, alcohol. El tema era “elegancia”. Seguro que entre las chicas destacaban los tacones altos y los vestidos cortos.
Su tío Peter le había alquilado un local en el que poder organizarlo todo. El problema es que ella quería invitar a las demás personas del instituto. Ni que se tratase de un baile de graduación. Si lo que quería era un baile de graduación solo tendría que esperar, en un par de semanas tendríamos el baile oficial.
Decoramos todo el local con globos de colores y estuvimos preparando un montón de cosas. Más tarde fuimos de compras. Ella se compró un vestido. Era azul celeste, muy discreto. Iría bien con su pelo rojizo. Insistió en que yo también debería comprarme algo. Aunque no es muy de mi estilo acabé comprándome una camisa y una corbata. Ella había pasado toda la semana dando invitaciones a la gente del instituto así que no había más que hacer.


Eran las 22:00 y la gente empezaba a entrar en el local en masa. No me había dado cuenta pero detrás de la barra había un par de camareros. ¿Cuándo los habría contratado? Se debe de haber dejado un montón de dinero en organizar esta fiesta. Pero sólo una vez en la vida cumple uno 18 años. Merecería la pena.
Sammy estaba ocupada yendo de aquí para allá, para ver que todo iba en orden y para hablar con la gente. Al contrario que yo, ella tenía un montón de amigos en el instituto.
Había otro chico muy mono que estaba sólo mirando a su móvil. Parecía que estuviese esperando a alguien. Levantó los ojos y cuando los vi sentí un escalofrío. Eran los ojos verdes más bonitos que había visto nunca. Cogió su vaso de encima de la barra y vi que se acercaba poco a poco. No puede ser.
Me giré con la esperanza de ver a alguien detrás de mí al que ese chico rubio se estuviese aproximando, pero era la única persona en ese rincón.

-       Hola, he visto que estabas solo y pensé que querrías hablar con alguien – su voz era preciosa - ¿Quieres una copa?
-       Estoy esperando a mi amiga Sammy.
-       Parece que tu amiga anda algo ocupada. Toma un trago –ofreció la copa con gran cariño – Por cierto me llamo Samuel, pero puedes llamarme Sam.
-       Yo, soy Alexei, pero puedes llamarme Alex – dije aceptando la copa.

Ni en un millón de años  habría imaginado como la manera en la que Samuel se acercó a mí, me cambiaría la vida.