viernes, 28 de marzo de 2014

Capítulo 8

Después de dos semanas publicando el Domingo era hora de publicar un poco más pronto y visto que voy a tener un finde complicado aquí está:

Capítulo 8
-       No puede ser verdad Alex. No. No puede. Ahora que iba todo tan bien… Quiero decir esto es genial. Por fin vas a cumplir tu sueño – me mira con ojos llorosos-  pero esperaba tener estos tres meses para pasarlos junto a ti.

Los ojos de Samuel brillan más que nunca a causa de las lágrimas, al igual que los de Sammy. El verde de los ojos de Samuel, ese es mi verdadero cielo. Es ahí donde me gustaría estar y vivir hasta el final. ¿De verdad es tan importante ir a Oxford? Podría quedarme aquí y estar con Samuel todo el verano. Pero no llevamos juntos ni un mes y este es el sueño que he tenido desde los 5 años, aunque no se lo hubiese contado a nadie hasta hace muy poco. No sé lo que me deparará el futuro. Quizás mi relación con Samuel está destinada al fracaso y por eso el destino me obliga a irme lejos.

Otra posibilidad es esperar a que las demás universidades contesten, pero hacer periodismo era sólo una de mis posibilidades, lo que realmente quiero es escribir. Además de que las otras universidades no están tampoco, precisamente cerca de Princeton. Dicen que los amores verdaderos aguantan todo lo que les echen encima. Si lo nuestro es amor verdadero, no importará la distancia, ni el tiempo que pasemos sin vernos. Nuestro amor perdurará. Yo cumpliré mi sueño. Iré a Oxford. Vendré en todos los periodos de vacaciones que tenga. Conseguiré el título. Seré uno de los mejores escritores del mundo, de la talla de J.K. Rowling o George R.R.Martin. Y para finalizar me casaré con Samuel. Nos mudaremos a Nueva York y allí viviremos y cuidaremos de nuestros hijos. No hay vuelta atrás.

-       ¿Y qué vais, quiero decir, vamos a hacer? – pregunta Samantha.
-       No puedo pedirte que renuncies a esto Alex. Ha sido breve pero intenso y me ha encantado estar contigo durante…
-       No – mi voz suena tan potente que hago que los dos se mantengan en silencio -. No ha sido breve. Esto no va a acabar con lo nuestro. No me he enamorado de un chico que se rinde a la primera de cambio. Me enamoré del chico que no para hasta conseguir lo que quiere – le dedico una mirada a Sammy  y luego me freno en Samuel -. Esto no ha acabado aquí. Sé que mi vida es por y para contigo.
«Esté en Princeton o en Oxford yo siempre te querré y te esperaré. Vendré en todos los períodos de vacaciones y tú puedes ir a verme cuantas veces quieras.
Pero esto no acaba aquí. Quiero un futuro contigo pero no voy a renunciar a mis sueños por ello. Espero que lo entiendas.»
-       Perfectamente. Yo también estaré aquí esperando. Por y para siempre porque quiero que el último minuto de mi vida sea contigo – le dedico una sonrisa y contengo las ganas de besarlo para no incomodar a Sammy -.
-       Eso espero.

En el camino de vuelta decidimos dar un pequeño rodeo para acompañar a Samantha hasta su casa y que así no vaya sola. Nos despedimos de ella. Veo como su melena rojiza desaparece tras el umbral de la puerta de su casa. Es entonces cuando Samuel y yo proseguimos con nuestro camino.
Hemos caminado poco más de doscientos metros cuando Samuel decide que deberiamos sentarnos en un banco que hay en la calle, a medio camino entre su casa y la mía. Desde aquí sólo hay que rodear una manzana para llegar a mi casa y una para alcanzar la suya. Mis ojos se encuentran con los suyos. Creo que el brillo que desprenden  será una de las cosas que más echaré de menos cuando esté a miles y miles de kilómetros de aquí. Pasamos más de dos minutos sin decirnos nada, sin contar el trayecto desde la casa de Samantha pues el  “adiós” con el que la despedimos fueron las últimas palabras que salieron de nuestras bocas.

Decido abrazarlo. Pocas cosas me reconfortan más  que sentir el calor del cuerpo de Samuel sobre el mío. Levanto un poco la cabeza y le beso en la mejilla muy cerca de la comisura de los labios. Justo después él me devuelve el beso, pero esta vez nuestros labios se encuentran.
Cuando nuestras bocas se hubieron separado su mirada se centró en la mía. Se llevó una mano al bolsillo de su chaqueta vaquera. Sacó algo. Estaba todo bastante oscuro y apenas podia ver salvo por la luz de varias farolas que alumbraban la calle.

-       Alexei – empieza a decir – nunca pensé que sentiría por una persona lo que he llegado a sentir por ti en tan poco tiempo. Y hasta hace poco nunca pensé que sería un chico, o al menos no quería aceptarlo.
-       Yo  también te quiero. Y quiero que sepas que las primeras veces , después de nuestro encontronazo, que viniste a hablar conmigo y te rechacé… no es porque no me gustases. Es porque estaba aterrado.
-       ¿Aterrado?
-       De expresar lo que sentía. Además eres el…
-       Era – me corrige.
-       Está bien, eras el quarterback del equipo. Me imponías demasiado.Y no podía creer que alguien como yo le pudiese gustar a alguien como tú.
-       Me gustas desde el primer momento en que clavé mi mirada en ti. Y por eso quería darte esto. Como último regalo de cumpleaños – me entrega un bolígrafo en el que vienen puestos nuestros nombres-.
-       Gracias, es precioso. Lo usaré para escribir mis libros, al igual que los que me dio mi madre.
-       Este no es para escribir – se vuelve a llevar la mano al bolsillo. Esta vez saca un cordel y hace un nudo en torno al bolígrafo -. Como os has podido observar este bolígrafo no es muy grande. Quiero que sea un colgante. Que te ayude a cumplir tus sueños. Y quiero que cada vez que lo veas recuerdes que estoy aquí apoyándote.

Nos despedimos con un largo beso y un abrazo. Veo como su pelo rubio desaparece como un reflejo. Lo echaré realmente de menos cuando me vaya.
Entro en casa haciendo el menor ruido posible para no despertar a mi madre ni a mi hermana. Subo las escaleras iluminando con la luz de la pantalla de mi teléfono móvil.

Entro en mi cuarto. La luz de las farolas entra por la ventana e ilumina mi cama. Hay algo encima de la colcha. Algo que no estaba ahí la última vez que yo estuve ahí. Enciendo la lámpara que hay en mi mesilla para ver mejor. Es un cuaderno.

La portada es sencilla, de un verde pistacho. Arriba en una caligrafía muy pulcra y que parece de Samuel se puede leer en letras blancas “My Sweet Lover”. Más abajo una foto de ambos adorno la portada. Abro el cuaderno. Dentro todas las hojas están en blanco salvo una que se cae. Esa no pertenece al cuaderno. La escritura me confirma que las letras de la portada son de Samuel. Abro la carta y me pongo a leerla.
 
    Esta es la última parte de mi regalo. Alexei Michael River te quiero. Y eso es poco para expresar todo lo que siento por ti. Mi idea es que el bolígrafo no sea más que un colgante pero puedes usarlo para escribir esta historia. Nuestra historia. Una historia en la que sólo estemos nosotros. No una historia que quieras publicar, sino una historia entera sobre nosotros. Experiencias buenas, experiencias malas, de todo Para que cuando ambos tengamos 80 años o más podamos leerlo y recordar cuanto nos queríamos y todo por lo que hemos pasado. Sé que te va a ir genial en Oxford por eso quería regalarte esto. Puedes empezar por escribir como nos conocimos y con el tiempo completaremos todas y cada una de las páginas. Te quiero más que a nada en mi vida. Y quiero compartir mi vida entera contigo.
                                                 Te Quiere, Samuel.
Releo el contenido de la nota dos veces más antes de creérmelo todo. Samuel quiere que escriba nuestra historia. Eso significa que confía en nuestra relación. Confía en que todo vaya a ir bien. Va a ir perfecto. Él es mío y yo soy suyo y así será hasta el fin de nuestros días.
                             *********************

Apoyo mi cabeza en el pecho desnudo de Samuel. Ya han pasado doce días desde mi cumpleaños. Doce días desde que encontrase el cuaderno de Samuel, nuestro cuaderno, encima de mi cama. My Sweet Lover. Ese es el nombre que Samuel le había dado a nuestra historia de amor. Le acaricio su pecho entrelazando mis dedos en el pelo que le crece entre los pectorales.
No quiero que este momento acabe nunca. Hace dos horas estuve en casa de Samantha despidiéndome de ella y eso parecía un grupo de adolescentes viendo El Diario de Noah. Sammy no dejó de llorar durante la hora y media que estuve allí. Luego vine a despedirme de Samuel  y de su madre. Me voy para tres semanas y cuando vuelva podré pasar otras 4 o 5 con ellos pero esto se está haciendo más difícil de lo que yo creía. En momentos como este agradezco no tener muchos amigos. No imagino cómo sería si tuviese que despedirme de todos.

Mis manos pasan de su pecho a su pelo rubio. Me gusta revolvérselo. Está guapo de todas formas. Nos besamos. Retiro un poco las sábanas que nos cubren y me pongo encima de él. Esto también lo echaré de menos cuando esté en Oxford. Me gusta mirarlo a los ojos cuando compartimos esto.
Cuarenta y cinco minutos después volvemos a estar los dos tirados encima de la cama pero esta vez es él el que apoya su cabeza en mi hombro. Oigo como en el piso de abajo se cierra la puerta. Su madre ha vuelto. Salgo de la cama y cojo mi ropa para ponérmela. La primera vez que me pongo la camiseta está al revés y Samuel se ríe de mí. Él también sale de la cama y se viste.
Bajamos y le doy un largo abrazo a su madre que me desea suerte en mi “semana de iniciación”. Cuando llegamos a mi casa mi madre y mi hermana están en la puerta esperándome.

-       ¿Samuel también viene?
-       Sí. ¿No te importa verdad?
-       Claro que no.

Mi madre saca su viejo BMW 530 del garaje. Samuel y Valerie ocupan los asientos traseros. Cojo la maleta y la meto en el maletero del coche. Me aseguro de haber cogido los billetes. Son las 18:30. El avión sale a las 19:45. Ocupo el asiento del copiloto.
Durante el viaje mi hermana no deja de hacer preguntas estúpidas a Samuel. Voy a echar de menos discutir con ella día sí y día también. Mi madre ya lo ha arreglado todo para cuando llegue allí. Estas tres semanas me alojaré en uno de los campus residenciales de la Universidad. A partir de septiembre dispondré a tiempo completo de un piso.
En el trayecto de mi casa al aeropuerto repaso en mi cabeza la lista de cosas que llevo en mi maleta. Toda la ropa, el dinero, libros para leer y por supuesto cuadernos y bolígrafos a mansalva para escribir. Abro la mochila que tengo conmigo en el asiento del copiloto y saco un cuaderno verde. Durante estas tres semanas escribiré todo lo que hemos vivido Samuel y yo hasta ahora. Y cómo no será nada profesional darán igual los fallos que cometa, ya aprenderé a escribir como dios manda.
Ya he facturado. Les doy un fuerte abrazo a mi madre y a mi hermana.

-       Os echaré de menos, pero en 3 semanas volveré. Tened cuidado.
-       Pásalo bien Alexei.
-       Alex tráeme algún regalito.
-       Lo haré – digo revolviéndole el pelo a mi hermana.
El aeropuerto está lleno de gente pero yo solo puede fijarme en Samuel. Llevo al cuello colgado el bolígrafo que me regaló. Me sonríe y me abraza.
-       Enséñales lo que vales.
-       Lo haré.
-       Estaré esperándote.
-       Y yo deseando volver. Pero sólo son 3 semanas.
-       Será como una vida entera si no te tengo a mi lado.

Por el megáfono escucho que mi avión está a punto de despegar. Me acerco a él y nuestros labios se juntan. Este beso es diferente a los anteriores. Es algo especial. Tengo la sensación de que todo pasa despacio. Podría vivir en este instante durante toda una vida. Finalmente nos separamos. Le doy un último abrazo y me voy hacia el avión.

-       Te Quiero – me grita en la distancia.
-       Yo también te quiero – respondo.

Me siento en el asiento que me coloca la azafata. Siento como el avión despega. Aquí empieza mi sueño. Aquí empieza mi vida. Agarro un segundo el bolígrafo de mi cuello y cierro los ojos.
Por fin me siento en paz.
Esto es lo que quiero. Soñar.
Y esto es lo que voy a hacer. Soñar mientras pueda.

viernes, 21 de marzo de 2014

Capítulo 7

Bueno, pues aquí está el número mágico!!!! Espero que os guste. No cobran por dejar comentarios así que podéis dejarlos aquí debajo. Sé que me leéis pero agradecería que comentáseis. Gracias.

Capítulo 7
No hay duda es la madre de Samuel. Ella se gira para mirar a los ojos verdes de su hijo. Si no fuese porque ella es mucho más mayor y una mujer sería fácil reconocer a Samuel en el reflejo de aquella mujer. Su hijo le devuelve la mirada y más tarde me mira a mí. Parece que nadie va a romper el silencio cuando Samuel abre la boca.
-       
  -  Alex ¿Qué estás haciendo aquí?
-       Le conté a mi padre lo… – iba a decir que le conté a mi padre “lo nuestro” pero quizás su madre no lo sabía, o quizá le odiaría del mismo modo en el que ahora me odia a mí mi padre - ¿Puedo quedarme aquí esta noche? Mi padre me ha…”echado” de casa, más o menos.
-       Mamá, te presento a mi novio Alexei River – “mi novio” así que ya se lo había contado -. Alexei, esta es mi madre Vivian Corshion.
-       Encantado señora – dije con toda la educación posible.
La casa de Samuel a la luz de la lámpara resulta diferente. La última vez que estuve ahí, hace no mucho más de 2 horas, apenas me fijé. Solo podía pensar en consolar a Samuel. Me rasco la ceja derecha con la mano izquierda (es algo que suelo hacer cuando estoy muy nervioso) y miro a Samuel. Más tarde miro a su alrededor. Hay un montón de fotos por toda la casa pero en la gran mayoría sólo aparecen Samuel y su madre salvo en una. Me acerco a una cómoda que tengo cerca en la que hay tres fotos. Una es de Samuel vestido de quarterback, es del último campeonato nacional, y él está sujetando el trofeo de primer puesto. La que se encuentra a la derecha del todo es de un pequeño Samuel que juega con un avión de juguete cuando era pequeño. Aunque la foto está en blanco y negro puedo apreciar el resplandor verde de sus ojos. Mi mirada se para en seco al llegar a la foto del medio. En ella hay tres personas. Puedo reconocer a dos de ellas. Samuel con unos 15 años con una camiseta de fútbol americano, ya desde entonces le gustaba, con el número 5 grabado en ella, es el mismo que lleva ahora; por otra parte está Vivian ella no está muy cambiada salvo por algunas arrugas que en la foto no aparecen. Liderando la foto en el medio se halla un hombre de complexión atlética. Es muy guapo y atractivo, igual que Samuel. Es su padre. Los tres están sonriendo, es el claro reflejo de dos padres orgullosos de su hijo.
-       Ese era mi padre. Samuel Ernest Corshion – me dice Samuel cuando ve que miro la foto – murió hace un par de años. Mi madre cayó en una depresión muy grande y tuvo que guardar todas sus fotos. Yo le pedí expresamente que conservase esta. Es de la semana anterior a que él muriese. Fue mi primer partido oficial. Si te das cuenta es la misma foto. En una salgo yo sólo. En la otra con mis padres.
-       Es muy tierno – me giro y veo como Vivian está llorando -. No se preocupe señora, él estará orgulloso de cómo está usted criando a Samuel y de lo que él es – le digo sonriendo.
-       Gracias.
-       Entonces ¿no le importa que me quede a dormir? Le he contado lo nuestro a mi padre. Él se volvió loco y arremetió contra todo. Conseguí huir por la ventana de mi cuarto. Pensé en ir a casa de Samantha – prosigo con la historia – pero no estaba. Así que esto es lo único que se me ocurrió. Siento las molestias.
-       Claro que puedes quedarte hijo. Iré a poner en orden el cuarto de invitados.
Veo como la señora Corshion sube las escaleras y al girar a la derecha desaparece. Los ojos de Samuel están vidriosos, han sido demasiadas emociones en un solo día. Me supera verlo de esta manera así que no puedo hacer otra cosa que abrazarlo. Mi cuerpo se impregna del  calor del suyo. Miro a sus ojos y más tarde a sus labios. Me apresuro a besarlo.
-       Ya está todo listo, cariño.
-       Muchas gracias señora Corshion – digo con una sonrisa y me giro para abrazar a Samuel -. Pues os dejo cenar tranquilos. Yo iré al cuarto.
-       Segunda puerta a la derecha – dice Samuel y no puedo reprimir una sonrisa.

No puedo romperles la armonía. Es mejor reflexionar sobre mi vida aquí. El cuarto de invitados es muy parecido al de Samuel. Quizás fuese el cuarto pensado para un posible hermano que nunca llegó. Mañana es fiesta en Princeton. El día Internacional de  Princeton que lo llaman. En la plaza se celebran un montón de actividades, así como el concurso de mejor cocinera al que se apuntaban casi todas las amas de casa, un torneo rápido de fútbol y miles de cosas más. Así que mañana no iría al instituto y podría estudiar durante todo el día, pues la última semana apenas lo he hecho.
Veo que encima de la cama hay un pijama. Yo soy un poco más alto que Samuel así que me queda algo corto, pero también me queda algo ancho, pues él es más atlético que yo. Me tumbo encima de la cama a mirar el techo. Por suerte mis auriculares están en la mochila que traía. Nada más relajante que mirar al techo mientras escuchas música. O al menos eso sentía yo.
I'm bulletproof, nothing to lose 
Fire away, Fire away 
Ricochet, you take your aim 
Fire away, fire away 
No tengo nada que temer. Mañana cuando me levante iré a casa y plantaré cara a mi padre. Estoy hecho a prueba de balas y no tengo nada que perder, él puede disparar si quiere. Mi cuerpo está hecho de titanio… De repente la música para. Agarro mi móvil para ver qué es lo que está mal con él. Mi madre me está llamando. ¿Se habrá escondido en el baño y estará llamándome a espaldas del inepto de mi padre? Cuando descuelgo el teléfono me encuentro con los sollozos de mi madre. Me incorporo en la cama.
-       
     -Mamá. ¿Mamá estás bien? – pregunto alarmado
-       Sí ahora sí. Hijo yo no quería que esto pasara no me importa si eres…
-       Es igual. ¿Tú estás bien? ¿Te ha hecho algo papá?
-       No. Los vecinos oyeron el escándalo y llamaron a la policía. Está todo bien.
-       Mamá no intentes encubrirlo sé que te golpeó cuando estaba aporreando la puerta.
-       Fue sin querer…
-       Mamá – subo el tono considerablemente - ¿es que no lo ves? Nunca te ha querido. Lo único que quiere es a su periódico. Siempre esperó lo mejor de mí cuando él no me daba nada a cambio. Esperaba que fueses su esclava sin compensártelo. Y no está bien.
-       Ahora ya no importa. Tú padre y yo nos vamos a divorciar. La policía se lo llevó, y va a pasar la noche en comisaría. ¿Dónde estás tú? – pregunta muy preocupada – He llamado donde Samantha y me han dicho que no sabían nada de ti. No sus padres, al menos. Ella no estaba. Necesito que vengas…
-       ¿Y Valerie? Ella es muy pequeña para aceptar estas cosas.
-       Lo superará. Ella es fuerte. Necesito abrazarte hijo mío. Decirte que te quiero. Darte cariño y apoyarte en todo. ¿Dónde estás?
-       Estoy… en casa de Samuel. Es el chico que me gusta.
-       Quiero verte mañana hijo. Ven por favor. Te esperaré.
Y colgó. Cuando acabo de hablar alguien abre la puerta del cuarto. Es Samuel.
-       Alex ¿estás bien? Te oí gritar.
-       Si es solo que… ha llamado mi madre. Quiere que vaya a verla mañana.
-       Deberías ir.
Samuel se aproximaba a salir del cuarto cuando lo agarré por la muñeca. El me miró. Aproximé mi cara a la suya. Le dije “acompáñame”  y nuestros labios se encontraron.



A la mañana siguiente Samuel y yo salimos de su casa. Giramos las dos manzanas que separan su casa de la mía. Nos paramos un momento antes de llegar al umbral de la puerta. Agarro la mano de Samuel y nos aproximamos cada vez más a la puerta. Mis manos tiemblan frente al timbre pero finalmente consigo llamar.
Mi madre me recibe con un largo abrazo. Cuando se separa ve que Samuel y yo estamos agarrados de la mano. Sonríe y se presenta a Samuel. Él le contesta de la manera más educada que nunca he visto. Entonces es verdad. A mi madre no le importa quién o qué me guste, el problema es el cromagnon de mi padre… Mi madre nos invita a entrar. Nos sentamos en los sofases de la sala de estar. Desde la cocina viene un olor que me resulta familiar. Huevos y bacon… La comida preferida de mi padre. La comida, el desayuno, y la cena, quiero decir. Mi madre aparece con una bandeja ofreciéndonos té y otras cosas.
-       
     Mamá no hemos venido a beber ni a comer.
-       Alex quiero que sepas que yo te quiero igual. Y me parece genial lo tuyo con Samuel. Se ve que te hace muy feliz. Y quiero que vuelvas a casa.
-       Lo haré pronto – afirmo.
-       Me alegro hijo. Tu padre volverá esta tarde. Vamos a arreglar los papeles del divorcio pero quiero que estés aquí. Conmigo y con tu hermana.
-       Lo haré – digo decidido.
-       Pero tu padre te va a matar – dice Samuel a mi lado.
-       Prefiero eso a vivir mi vida como si de una mentira se tratase.
Samuel ya se había ido cuando apareció mi padre. Me miró con cara de asco pero no podía hacerme nada. Dos policías lo retenían. Que mi padre desapareciese de nuestra vida sería lo mejor que nos podía pasar. Pensábamos que éramos una familia pero era todo una farsa. Ahora podría vivir tranquilo con mi hermana, con mi madre y con mi novio al cual ambas dos amaban.
Cuando hubieron firmado mi padre me amenazó y salió acompañado de los dos policías. Antes de que llegaran al coche tenía que hacer algo. Grité para que esperasen un segundo antes de meterlo en el coche.
-       Tengo algo que decirte, papá – dije poniendo énfasis en la última palabra.- Me da igual lo que pienses. Yo soy feliz. Ahora es mi turno cuidarlas – me giro y veo a mi madre que está abrazando a Valerie. – Me avergüenzo de haberte llamado padre en alguna ocasión. Pero, espero que reflexiones. Me pidas perdón por lo que hiciste y quizás algún día pueda perdonarte.
-       Nunca pediré perdón a un… - sus últimas palabras quedan silenciadas por el sonido que hace la puerta del coche al ser cerrado.
Me giro dando la espalda al coche en el que mi padre va despotricando contra mí y miro a los ojos a aquellas dos mujeres que ahora velarán por mí y yo velaré por ellas hasta el final.

                                       *******************
26 de junio. Eso significa que ya ha pasado más de un mes desde que mi madre se separara de mi padre y ahora seamos una familia más feliz. Ha pasado también un mes desde que Samuel y yo empezamos a salir y nos va genial. También han pasado ya 2 semanas desde que hiciese el examen de la prueba de acceso a la universidad y mis notas fueron más que excelentes. Había escuchado que quizás esta semana llegasen las primeras cartas con las admisiones o los rechazos a las universidades. Sólo había una que me importara de verdad. Oxford.
Poco después de que mi padre desapareciese de nuestras vidas le conté a mi madre que lo que realmente quería y que casi nadie sabía era estudiar para ser escritor y Oxford tiene el mejor programa de escritura. Aunque había un problema. Si era aceptado en Oxford ¿Qué pasaría con Samuel y conmigo? Todos sabemos que las relaciones a distancia casi nunca funcionan. Aunque dicen que el amor verdadero perdura sin importar que pase. No podíamos dar las cosas por sentado. Mi otra opción era estudiar periodismo en universidades que la verdad no estaban tan lejos de Princeton y podría venir casi todas las semanas.
Cuando bajé las escaleras empecé a oler un delicioso aroma de chocolate aderezado con la dulzura de las fresas… Mi madre estaba haciendo pastel de chocolate con fresas, mi preferido. Pero sólo hace esa tarta una vez al año… Eso significa. Es mi cumpleaños. Tenía tantas cosas en la cabeza que ni siquiera me había acordado.
Mi madre y mi hermana estaban en la cocina preparando esa deliciosa tarta. Encima de la mesa había dos regalos de tamaños muy diferentes. Uno era una pequeña cajita cuadrada mientras el otro era bastante más grande y tenía forma rectangular. Las dos se abalanzaron sobre mí en cuanto me vieron y me obligaron a abrir los regalos.
El pequeño me lo había comprado Valerie. Estaba intentando quitar el papel con cuidado, pues a mi madre le gusta luego reutilizarlo, pero ella decidió que era mejor romperlo. Estaba ansiosa por qué viese su regalo. Eran unos nuevos auriculares. Mucho más grande que los que usaba ahora. Tenían un diseño muy bonito y eran de color rojo, mi color preferido. Abracé a Valerie, le di un beso y la enmarañé el pelo. Ella me dedicó una sonrisa.
Luego me giré hacia el de mi madre. Estaba envuelto en un papel de tonos marrones que hacía juego con todos y cada uno de los muebles de la cocina. Era una caja. Espero que no fuese la típica broma de una caja, dentro de una caja en la que al final encuentras la cosa más insignificante del mundo, aunque viniendo de mi madre daría igual. Cuando abrí la caja me quedé boquiabierto. Era una caja llena, repleta, a rebosar de cuadernos. Cuadernos y bolígrafos para escribir. Según ella quería que cumpliese mi sueño de ser un gran escritor y por eso me regaló eso para que escribiese todo lo que se me ocurriese. Acertó en el punto fuerte. Muchos pensarán que un portátil habría sido mucho más eficaz pero yo, personalmente, prefiero escribirlo todo a mano, me resulta mucho más personal y puedo hacerlo en cualquier sitio.
Por la tarde vinieron Samantha y Samuel. Como no tenía muchos amigos mis fiestas de cumpleaños no eran muy a lo grande como fue la de Samantha. Según mi madre era un día muy importante, pues no todos los días cumple uno 18 años. Y es verdad. Por eso decidió llamar a mis tíos y primos para que viniesen a celebrarlo.
Hacía muchísimo tiempo que no veía a la mayoría, ni siquiera me acordaba de su existencia pero han venido a mi cumpleaños. Aproveché para presentarles oficialmente a Samuel como mi novio y todos se sintieron orgullosos. Ya no debía sentir que decepcionaba nadie. Mi padre ya no estaba. Aunque, me hubiese gustado que estuviese. Que me apoyase en mis decisiones y me aceptase tal como soy. Es mi padre y le quiero. No me da vergüenza admitirlo. Pero supongo que el tiempo todo lo cura.
El paquete que me entregó Samantha era un libro de recortes con fotos de los dos durante toda la secundaria, incluso había alguna de cuando éramos pequeños. Y al final una hoja en blanco para que fuese yo quién escribiese mi final feliz. Cogí uno de los bolígrafos que me regaló mi madre y escribí “Vivir en Nueva York casado con Samuel. Tener un hijo. Que Samantha esté conmigo en todo. Fin.” Y lo cerré.
Yo solía vestir con un estilo más bien desgarbado, con sudaderas y vaqueros la mayor parte del tiempo, por eso Samuel me regaló una camisa de cuadros con tonos rojos, azules y blancos y unos vaqueros nuevos.
Mis tías cotorreaban, mi madre y Valerie llevaban platos de aquí para allá, mis primos correteaban por toda la casa y de repente sonó el timbre. ¿Sería otra de mis tías perdidas? Cuando abrí la puerta me encontré de cara con el señor Heliard, el cartero de Princeton. Me entregó un sobre que venía con un gran sello estampado. Era de Oxford. En esa carta estaba mi futuro escrito. No podía abrirla. No así. Salí a tomar el aire. Estaba sentado en las escaleras que presiden en el umbral de la puerta de mi casa cuando Samantha y Samuel se sentaron a mi lado.
-     
         ¿Qué dice?
-       ¿Qué…?
-       No te hagas el bobo Alex – dijo Samuel – sabemos que has recibido una carta.
-       Sí. He recibido una de las…
-       ¿De qué universidad es? – preguntó Samantha exaltada.
-       De Oxford. Quizás debería esperar a que lleguen las otras y abrirlas todas a la vez y ya tomar una decisión.
-       Alex no seas bobo. Esto es con lo que has estado soñando toda tu vida y ahora estás a un paso de conseguirlo. Ábrela.
-        Sí, ábrela – concluye Samuel.
Tomo un respiro y abro el sobre. Dentro de él hay dos trozos de papel doblados. En el primero se puede leer:
 “Estimado Sr. Alexei Michael River. Nos complace informarle de que su solicitud en la Universidad de Oxford ha sido aceptada.”
-       Alex eso es fantástico – dice Samantha abrazándome.
-       Sí Alex es genial – Samuel me besa y me abraza con fuerza - ¿Por qué no te alegras?
-       Es que… No me lo creo – digo entre risas.

Samuel propuso que nos escaqueásemos de la fiesta. Me obligó a ponerme la ropa que me había regalado. Me sentía raro. Ese no era yo. Entre él y Samantha hicieron lo que pudieron para arreglar mi pelo. Querían darme una sorpresa. Querían que los tres fuésemos a celebrar mi éxito. Samuel ya estaba en la universidad, pero Samantha aún no ha recibido su carta de aceptación, aún así ella prefiere celebrar que yo pueda cumplir mi sueño.
Me llevaron con los ojos tapados durante todo el camino y cuando me dejaron abrirlos me encontraba frente a un local llamado Sing it out”. Ambos sabían cuanto me gusta la música. Por eso han elegido este lugar para celebrarlo. Celebrar mi cumpleaños, celebrar mi admisión… ¿Habría que celebrarlo de verdad? Quería decirles una cosa pero no me dejaron y me empujaron dentro del local.
Estaba abarrotado de gente. En el techo había una de estas bolas que brillaban cuando las daban la luz. Samuel desapareció sin más. Sammy me dijo que había ido a pedir algo de beber pero no me parecía verlo en la barra.
Miré al frente y había un pequeño escenario con un piano enfocado con un foco. Es un local de karaoke. Seguro que lo tienen preparado para que alguien me haga subir al escenario a cantar una canción. Estos dos saben que es lo que realmente me gusta. Espero a que eso ocurra. De repente veo como una de las cortinas que se hallan a la derecha del piano se empieza a mover. Y de detrás sale Samuel. Pero no llevaba ese pelo ni esa ropa cuando entramos. Ahora lleva el pelo rubio engominado a lo Danny Zucko, su barbita de tres días le da un aire muy sexy.
-     
          Buenas noches a todos – su voz resuena con fuerza tras el micrófono. – Hoy hemos venido aquí a celebrar el cumpleaños de una persona muy especial para mí. Mi novio Alexei River.

Todo el mundo me mira. Me preparo para salir huyendo de los matones cuando de repente escucho resonar mi nombre a voz en grito por todas las paredes. Me están felicitando por mi cumpleaños. Y no me odian porque me guste Samuel…
-       
     También queremos celebrar que ha sido aceptado en la Universidad de Oxford y quiero decirte que no debes preocuparte por nada, hay algo para ti ahí fuera, y yo estaré esperando. Pero todavía tenemos un verano entero así que dejémonos de dramatismos. Quiero dedicarte esta canción y regalarte mi corazón Alexei. Has de saber que sea cuando sea aquí estaré esperando.

Se sienta en el piano y se acerca el micrófono a los labios. No sabía que Samuel tocase el piano o que cantase siquiera. Cuando empieza a tocar los acordes reconozco la canción… Don’t you worry child del grupo Swedish House Mafia, pero en versión acústica. Cuando abre su boca para entonar la primera nota, toda la gente del local se queda boquiabierta. Además de ser guapo, atlético y tener unos ojos hechizantes, toca el piano y canta cómo los ángeles. ¿No será que me he enamorado de uno? Claro, ahora entiendo su discurso antes de empezar la canción…
There was a time, I used to look into my father's eyes 
In a happy home, I was a king I had a gold throne 
Those days are gone, now the memories are on the wall 
I still hear the songs from the places where I was born 
Don't you worry, don't you worry child 
See heaven's got a plan for you 
Don't you worry, don't you worry now 
Yeah! 
El cielo tiene un plan para mí… Me siento un rastrero y un mentiroso. Los ojos de Samuel están bañados en lágrimas mientras canta la canción. Su voz se rompe para entonar el último “Don't you worry, don't you worry now.” El local irrumpe en aplausos. Entre lágrimas escuché la voz de Samuel decir “Te Quiero Alexei River.”
Salgo corriendo a toda prisa. Tengo la voz de Samuel en mi cabeza. Es como si un ángel me estuviese cantando al oído. De repente Samuel y Samantha salen a ver qué me pasa.
-       Alex ¿qué te pasa?
-       Sí ¿qué pasa? ¿No te gustó?
-       Ese es el problema. Me ha encantado. Todo lo que tú haces me encanta.
-       ¿Y cuál es el problema?
-       Oxford.
-       Pero no te vas hasta dentro de 3 meses. Tenemos tiempo.
-       Hay una cosa que no os dije – los miro a los ojos, primero a uno y luego a la otra.- ¿Recordáis que había dos hojas en el sobre?
-       Sí – dicen al unísono.
-       La Universidad de Oxford ofrece un programa especial de 3 semanas de duración para los alumnos primarios – no puedo contener más las lágrimas y lloro cual pueril niño de 5 años.
-       ¿Qué quieres decir?
-       Me voy en dos semanas.

El verde de los ojos de Samuel se apagó de repente al igual que el futuro de nuestra relación.