martes, 15 de abril de 2014

Capítulo 11 de My Sweet Lover

Estamos en Semana Santa, y tengo algo más de tiempo así que he decidido escribir dos capítulos para esta semana. El viernes tendréis el siguiente. Este es un poco raro, pero no puedo esperar a terminar de escribir los 4 últimos que son los verdaderos cimientos de la historia.

Capítulo 11
Cuatro fueron los años que pasé en Oxford y su universidad. Aprendí muchas cosas. Incluso escribí mi primer libro, y lo terminé. No obstante, pasaron muchas cosas estos cuatro años así que debería empezar por el principio. Durante mi primera semana lo pasé algo mal, las clases en la Universidad no son para nada parecidas a las clases del  instituto, y mucho menos a las clases del curso especial de verano. Tardé en acostumbrarme al ritmo de las clases pero conseguí hacerlo. Aunque apenas tenía tiempo para escribir para “My Sweet Lover”. Igual no era algo muy importante pues Samuel y yo estábamos a miles de kilómetros con lo cual lo más interesante que le pasaba a nuestra relación eran las conversaciones de teléfono, y casi todas las empleábamos para decirnos cuanto nos queríamos. Además de que las discusiones por teléfono pierden la gracia. No puedes reconciliarte como dios manda.
Había hecho un montón de amigos en la universidad. Incluso me llevaba muy bien con mis compañeros de piso. Me hubiese gustado volver a compartir cuarto con Bryan pero su casa no está muy lejos de la universidad con lo cual él vivía en su casa con sus padres, aunque alguna tarde iba a visitarlo. Cuando me quedaba algo de tiempo para hacerlo. Durante mi primer año no hubo nada interesante en mi vida, quizá lo más interesante fue que un chico llamado Gabriel intentó ligar conmigo y tuve que decirle que yo tenía a mi novio en Princeton. Al haber renunciado al equipo de fútbol, Samuel tenía que buscar otro deporte para que la Universidad no le retirase su beca y había empezado a jugar al baloncesto. Samantha finalmente consiguió entrar en el grado de comunicación que ofrecía la universidad, por lo que se compró una cámara y me grababa algunas de las mejores jugadas de Samuel para que pudiese verlas. Muchas veces me preguntaba si habría algo que se le diese mal a Samuel. Todo parecía hacerlo bien. Y yo también quería destacar en algo así que me esforzaba al  máximo en mis clases. Hice buenas migas con mi tutor el Señor Grint, que siempre estaba preocupado por mi y las cosas que escribía o no. Le dije que tenía pensada una historia, y el título era “Zerkeliern”. Para mi sorpresa me dijo que debía empezar a darle forma, pues no se puede escribir nada bueno de la noche a la mañana y se comprometió a conseguir que, si yo conseguía escribirlo antes de mi último año en la universidad, él hablaría con un amigo suyo editor de Bloomsbury y conseguiría que me publicasen la novela.
Yo volví a Princeton en las vacaciones de Navidad y Samantha y Samuel vinieron a verme en Pascua.
Recuerdo cuando llegué a casa. Era 23 de diciembre. Había estado fuera unos 3 meses. Mi hermana se me tiró al cuello cuando me vio entrar por la puerta de casa.
-       Mamá. He vuelto – dije.
-       Hijo. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensaba que no llegabas hasta el día 27.
-       Y así era, pero me he adelantado.
-       Alex – Valerie apareció gritando y se tiro encima de mí. – Cuanto tiempo.
-       Hola Valerie. Como has crecido.
Celebramos la navidad todos juntos. Yo fui a cenar a casa de Samuel en Nochebuena y él vino a cenar a casa en Fin de Año.
-       ¿Mamá, estás bien? – dije al verla sollozar con la bandeja de pavo asado en la mano.
-       Sí. Estoy bien. Es sólo que es la primera Nochevieja sin tu padre.
-       ¿Lo sigues queriendo verdad?
-       Alexei no puedes hacerme esto – el comedor se quedó en silencio durante un rato. Samuel abrió la boca para decirme algo pero decidió callarse -. Claro que sigo queriendo a tu padre – continuó tras el silencio -. Le he invitado a cenar pero se ha negado a venir si estabas tú. Y más si estaba él – sus ojos se centraron en Samuel cuando dijo la última frase.
-       Creo que es mejor que me vaya.
-       No, Samuel no es por ti.
-       Lo siento, señora River.
-       Samuel espera – salí corriendo tras él y gritando su nombre.
-       Lo siento Samuel. No se lo tengas en cuenta – le besé.
-       Samuel, Alexei – dijo mi  madre mirándonos – Volved dentro.
Mi  madre se disculpó con ambos y finalmente acabamos tomándonos las uvas todos juntos. Cuando llegó la hora nos fuimos a dormir. Yo dormía en mi cama con Samuel. No hicimos nada, pues me daba reparo con mi hermana y mi madre en casa. Al contrario que cuando vino a verme en Pascua,  allí conseguí engañar a mis compañeros de piso para que nos dejasen solos. Mientras Samantha se había ido a dar una vuelta con Bryan para retomar su corto idilio de verano. Hacía  tanto tiempo que no hacía el amor con Samuel que lo echaba de menos. Sentir nuestros cuerpos húmedos por el sudor pegado uno junto al otro. Sentir el calor que su cuerpo me proporcionaba. Eso sólo era capaz de hacerlo él. Ahora que juega al baloncesto sus pectorales no están tan definidos como antes pero sus brazos están mucho más musculados. Pasé mi mano por su áspero pecho. Lo llevaba sin depilar, de hecho lo llevaba así desde que le dije que no iba a dejar de gustarme por algo tan estúpido como la cantidad de pelo que le creciese en el pecho. Yo le quiero tal y como es y nuestro amor ha perdurado durante todo este tiempo.
Al acabar mi primer año de Universidad con una media de notable alto era hora de volver a Princeton a pasar el verano. Durante los 3 meses que duró el señor Grint no dejó de mandarme un mensaje tras otro recordándome nuestro “pequeño trato multimillonario” (como él gustaba en llamarlo). Es por esto que mi verano lo dediqué a pasarlo con mi novio, mi mejor amiga, y por supuesto mi familia. Eso y escribiendo Zerkeliern.
Cuando empecé el segundo curso ya tenía escritos unos 5 capítulos, lo equivalente a 88 hojas, escritas a ordenador y en Arial del 12. Al señor Grint le encantó lo que había escrito pero me dijo que tenía que ponerme las pilas si quería terminarlo antes del final de mi carrera. Pues había conseguido escribir 5 capítulos decentes en 3 meses pero ahora volvían a empezar las clases y apenas tendría tiempo para escribir. De vez en cuando sacaba del cajón de mi cuarto el cuaderno verde que Samuel me regaló para escribir nuestra historia. Aún llevaba el bolígrafo colgado del cuello, aunque ahora era solo como un pequeño amuleto, pues la tinta se había gastado hacía ya tiempo. Durante mi segundo año mi amigo y tutor el Señor Grint sería mi profesor de escritura fantástica y creativa. Tendría que aguantar su incipiente nariz y su prominente calva durante 4 horas a la semana. No me malinterpretéis me cae muy  bien, pero digamos que en clase no es la misma persona agradable que es fuera de ella. Incluso me exige mucho más que a los demás alumnos.
Tenía un montón de trabajo que hacer esas vacaciones de Navidad así que decidí no volver a Princeton y apañármelas con llamar a mis amigos por Skype, pero a Samuel no le sentó muy bien. Me dijo que de haberle avisado con anterioridad lo habría preparado todo para poder venir, pero ya era algo tarde para andar comprando los billetes. Como la temporada pasada el equipo de fútbol no había ganado ni un solo partido el entrenador le rogó que volviera al equipo de modo que él también andaba algo ocupado. El entrenador los expulsó a todos e hicieron un equipo completamente nuevo, en el que todos sabían lo de Samuel y le trataban como a un igual pero necesitaban una buena cantidad de entrenamientos. Habían ganado 4 partidos y perdido 2, e incluso iban segundos en la clasificación pero tenían que seguir intentándolo.
Nuestra gresca navideña continuó hasta las fiestas de Pascua en las que apareció solo en Oxford, pues Samantha tenía que preparar un trabajo de Comunicación muy importante. Un día incluso discutimos porque Óscar mi compañero de piso me dio un abrazo al llegar a casa, como siempre hacia.
-       Te gusta porque es español y ambos sabemos cuánto te gusta el acento español.
-       Samuel, estás sacando las cosas de quicio. Es mi compañero de piso, y es muy cariñoso siempre me saluda así al llegar a casa.
-       Solo le falta darte un morreo. Además no he visto que le cortes cuando te da esos abrazos – el tono de la voz de Samuel iba en aumento. Por suerte en ese momento no había nadie en el piso.
-       ¿Te estás escuchando? Además Samantha todavía me manda vídeos de los partidos, y veo como ese nuevo amiguito tuyo, Nick – dije con desprecio – te abraza cada vez que marcáis un tanto. Recuerdo una incluso en la que se subió encima de ti y tú le diste una palmadita en el culo.
-       Eso no es verdad.
-       Tengo las pruebas en vídeo. Además, llevas enfadado desde navidad porque no pude volver a Princeton. Lo siento ¿vale?
-       No debería haber venido. Y creo que no deberíamos seguir juntos. Quiero que lo dejemos.
-       ¿Qué? – la noticia me pilló por sorpresa.
-       Mira Alex, sé que fui yo el que contaba ese rollo de que no importa la distancia y que nuestro amor perdurará. Pero esto se me está haciendo muy difícil. ¿Sabes lo difícil que es pensar en ti y no poder abrazarte? – sus ojos se empaparon en lágrimas – He rechazado a un centenar de chicos, pero tengo mis necesidades. Podemos ser amigos si quieres.
-       Está bien… si eso es lo que quieres…
Samuel se fue. Yo me encerré en mi cuarto, descolgué el bolígrafo que llevaba al cuello contra el suelo. Después de eso, pasé una semana casi sin salir de mi cuarto. Era la primera ruptura que sufría. No sabía que esto doliese tanto. Pero no iba a hacer cómo la protagonista de ese libro de vampiros que cuando su novio la dejó paso meses encerrada en su habitación sin salir apenas.
Fui fuerte y seguí adelante. Aunque me costaba mucho seguir hablando   con Sammy por teléfono, pues ellos dos eran como mejores amigos ahora y todo lo que hacía incluía a Samuel en algún aspecto. Conseguí que el Señor Grint me pusiese un sobresaliente alto cuando le entregué los 12 primeros capítulos de Zerkeliern. 176 páginas.
Llegó la hora de volver a Princeton. Barajé la idea de quedarme todo el verano para ahorrarme el hecho de tener que ver a Samuel, pero no iba a ser tan infantil.
Óscar me acompañó al aeropuerto, pues su avión de vuelta a Barcelona salía 10 minutos antes que el mío. Le di un abrazo para despedirme y cuando nos separamos me plantó un beso en los labios. No me lo esperaba para nada. Sabía que Óscar era muy cariñoso pero nunca me imaginé hasta que punto. ¿Sería que Samuel  lo  habría deducido y por eso le sentó mal que me diera un abrazo? Finalmente nos dimos la mano. Óscar me pidió perdón por lo que había hecho, y yo le dije que no pasaba nada, pero que en lo sucesivo haría bien en ahorrarse esos besos.
Una vez en Princeton conseguí evitar a Samuel durante más de dos semanas, pero era difícil. Samantha se hizo una especie de horario para quedar con uno y luego con otro. En casa de Samantha vi una foto que me llamó la atención. Estaba Sammy muy bien vestida junto a un imponente Samuel con una toga roja y un diploma enrollado en la mano. En la esquina superior derecha se podía leer en una pulcra caligrafia “Universidad de Princeton 14-06-2015”.
-       ¿Qué es esto? – le pregunté a Sammy agarrando la foto entre mis manos.
-       Cuando fue a verte, quería pedirte que fueras su pareja en su cena oficial de graduación.
-       ¿Qué?
-       Sí, ya sabes que Samuel tiene 2 años más que tú. Ha acabado en la universidad este año – cuando vio que el gesto de mi cara cambiaba continuó con su discurso -. Como al final tú no pudiste ir con él por lo que había pasado me pidió que fuese su acompañante, como amigos. Y acepté. Espero que no te haya sentado mal.
-       No. Sois amigos. Está bien.
-       He quedado esta tarde con él. Vente. Estaremos los tres, tomaremos un helado y a lo mejor podéis volver a intentarlo.
-       Lo siento, pero no creo que haya arreglo.
Sammy pasó todo el verano intentando que quedásemos para poder arreglarlo, sin mucho éxito he de decir. Hasta un día que Samantha se negó a hablar a cualquiera de los dos hasta que hablásemos entre nosotros. Obviamente fue una encerrona y cuando vio que era posible que mantuviésemos una conversación madura, basada en la confianza, Sammy desapareció dejándonos solos.
Paseamos durante toda la tarde. Estuvimos hablando de lo mal que lo pasamos tras eso. De lo que nos ha pasado en todo ese tiempo. Por lo visto Samuel consiguió crear uno de los mejores equipos del país de fútbol y había conseguido graduarse en Finanzas con una media de notable alto. Además, Daniel Cross y los otros chicos que le hacían la vida imposible no se habían graduado así que pudo disfrutar plenamente de su cena de graduación. Yo le conté como me iban las clases y como era dentro y fuera de ellas el Sr. Grint.
 Él me dijo que sentía mucho haberse puesto así cuando vio a Óscar dándome ese abrazo. Fue entonces cuando le conté lo que pasó en el aeropuerto y aunque en principio no se lo tomó muy bien, luego recapacitó cuando le dije que había sido todo cosa suya  y que yo no sentía nada por él. Le confesé que pasé un tiempo bastante mal sin poder hablar con él. Llevó las manos hacia mi cuello.
-       Aún lo llevas – dijo cogiendo el bolígrafo que llevaba colgado del cuello.
-       Sí. Cuando…pasó aquello me lo quité y lo tiré contra el suelo. Pero al rato lo recogí. Ha sido como un pequeño amuleto para mí – le quitó la tapa -. No lo intentes. La tinta se gastó hace casi un año.
-       ¿Has seguido escribiendo?
-       Sí, tengo ya casi 250 hojas escritas de Zerkelie…
-       No – me interrumpió -. Me refería a nuestra historia.
-       Lo habría hecho. Pero nuestra historia se acabó y no tenía fuerzas para hablar sobre nuestra ruptura.
Volví a clavar mis ojos en los suyos como solía hacer tiempo atrás. Quizás no debería haberlo hecho. Él cogió uno de los mechones que caían en onzas de mi flequillo y lo apartó. Su mano rozó suavemente mi cara. Su cara se aproximaba peligrosamente a la mía. No podíamos olvidar lo que había pasado así porque sí. ¿O quizás sí? Me aparté todo lo que pude, pero Samuel me agarró con su mano derecha por la nuca y nuestros labios se juntaron por fin después de meses.
Después de eso todo volvió a la normalidad. Quedábamos los tres, Samuel, Sammy y yo para ir a nuestros lugares preferidos de Princeton. A veces incluso se nos unía el nuevo mejor amigo de Samuel y su mano derecha en el campo de juego. La verdad es que un chico muy simpático, aunque he de reconocer que el hecho de que se llevase tan bien con Samuel y que tuviese rasgos físicos parecidos a los míos me ponía un poco celoso, pero no quería volver a montarme una paranoia en mi cabeza.
Para no perder la costumbre cuando la madre de Samuel no estaba en casa íbamos allí a…bueno ya sabéis de sobra a que íbamos así que no voy a repetirlo  mil veces.
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Volver a Oxford sabiendo que lo había arreglado con mi novio me hizo cambiar mi forma de ver las cosas. Había conseguido avanzar bastante en mi escritura durante todo el verano. Gracias a dios porque durante este año apenas tuve tiempo de escribir. Bueno, esto no es del todo así. Me pasé todo el año escribiendo, pero eran pequeños fragmentos o historias cortas. Acabé escribiendo 7 al mes, durante casi todo un año. Según los profesores era para ir abriéndonos paso al mundo laboral. Cuando se es un escritor de éxito es posible que si la historia es buena acaben adaptándola al cine, y eso solo lleva a horarios y más horarios; presión tras presión para escribir una secuela antes de que empiece la producción de la misma película. Me fue imposible volver a Princeton en vacaciones. Estaba hasta arriba de trabajo. No pude ver a Samuel durante un buen tiempo, por suerte teníamos skype, aunque el cibersexo no es tan placentero como el sexo en la vida real. Él tampoco pudo venir, pues había encontrado trabajo en una inmobiliaria y solo le dejaron un par de día de vacaciones, y no iba a coger el avión para verme 2 o 3 horas, si hubiese dado tiempo.
Pero en Pascua sí que vino. Y nunca me habría imaginado lo que iba a pasar durante esas vacaciones. Sammy y Samuel lo habían hablado con Óscar para conseguir darme una sorpresa. Siempre lo odiaría por aquello. Me hizo salir de casa con una excusa para que montaran aquello. Agarraos fuerte porque no os vais a creer lo que me pasó. Cuando Óscar y yo abrimos la puerta, empezó a sonar música. No conocía la canción, pero según descubrí después era la canción de una cantante danesa llamada Emmelie de Forest. La canción, que se llamaba Force of Nature, hablaba sobre un amor forzado. Esa típica historia de los libros que es un amor que a pesar de ser imposible conseguirá ser eterno. Lo peor fue cuando vi a Samuel y Sammy super bien vestidos. Me parece genial que me den una sorpresa, pues me habían dicho que no podrían venir a verme, pero ¿qué hacían vestidos tan de gala para dar una sorpresa? Samantha me miraba y se reia a carcajadas mientras me abrazaba. Cuando Samuel estaba acabando de cantar se acercó a mí y me besó. Hasta ahí genial hasta en el momento que lo vi arrodillarse.
-       Alexei Michael River – solo utilizaba mi nombre completo cuando quería decirme algo importante. Esto no puede ser nada bueno. Se llevó una mano al  bolsillo de la americana -. He estado meditándolo durante bastante tiempo. Y hemos pasado una mala racha hace muy poco. Pero fue el peor rato de toda mi vida. Porque mi vida, no es vida si no es contigo.
-       Samuel ¿estás seguro de…?
-       Nunca he estado más seguro de nada en toda mi vida – agarró entre sus manos lo que había sacado de su chaqueta. Era una caja de terciopelo azul marino. Cuando la abrió dentro había un anillo de compromiso -. Alexei Michael River. ¿quieres casarte conmigo?
-       Emm… - Me quedé blanco del susto. No sabía que decir. Sí. Sí sabía que decir. – Samuel no ha habido tiempo que lo haya pasado peor que los meses que lo dejamos. Pero ¿no crees que somos muy jóvenes?
-       Sí. Lo somos. Pero me da igual. Te Quiero. Y quiero pasar el resto de mis días contigo – vio que mi expresión seguía siendo extraña -. Mira. Quédate el anillo. Tienes otros dos meses para decidirlo. La próxima  vez que vuelvas a Princeton me dirás una respuesta. Sin compromiso.
Les acompañé al aeropuerto. Nos despedimos con un beso y un abrazo. Tenía dos meses para decidir. Tenía clara mi decisión. Pero seguía pensando que éramos muy jóvenes.
Mientras meditaba seguía escribiendo y estudiando para mis exámenes. Mi nota media fue de sobresaliente en mi tercer año. Ya sólo quedaba uno. Mañana volvía a Princeton y tenía que darle una respuesta a Samuel. Lo tenía muy claro.
Cuando lo vi en el aeropuerto corrí hacia él. Me tiré encima.
-       Veo que te has puesto el ani…
-       Samuel Everett Corshion. Por supuesto que quiero casarme contigo.
En casa me enteré de que mi madre había pasado el último año quedando sucesivamente con mi padre. Parecía como si mi padre quisiese hacer las paces conmigo, hasta que se enteró de que me iba a casar, más aún siendo tan jóvenes. No conseguiría nunca que mi padre intentase hacer las paces conmigo. Pero me importaba poco. Me había demostrado que no valía una mierda.
Tanto mi madre como la de Samuel, e incluso la de Sammy nos dijeron que éramos muy jóvenes. Pero no había vuelta atrás. Íbamos a casarnos le pesase a quién le pesase.
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Después de pasar todo el verano escribiendo y organizando un montón de cosas para que todo saliese bien en nuestra boda. Ya teníamos fecha. 15-07-2017. Ese sería el día en el que Samuel  y yo nos casaríamos.
Fue un año extraño. Pero lo conseguí. Me gradué. Y lo más grandioso. Conseguí entregarle al Sr. Grint mi primer borrador de Zerkeliern con 678 páginas y 35 capítulos.
-       Así que lo ha conseguido usted Señor River.
-       Suelo conseguir lo que me propongo. Y este ha sido mi sueño de siempre. He podido intercalar todos mis trabajos, con la historia de mi novio y con esta. Y aquí está -  dije dejando caer las hojas en su escritorio.
-       Perfecto. Mañana quedaré con mi amigo editor. Le llamaré cuando tenga noticias. Ha sido un placer contar con usted señor River. Es  uno de los mejores alumnos que han pasado por aquí.
-       Muchas gracias señor.
Mi madre, mi hermana, Samuel y Samantha vinieron para mi graduación. Pude ver las lágrimas caer de la cara de mi madre cuando me nombraron. Han pasado cuatro años. Y lo he conseguido. Ahora sólo quedaba una cosa. Casarme con Samuel. Y eso íbamos a hacer en menos de dos meses.
Y nada se interpondrá entre nosotros.

O eso creía al menos.

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