Capítulo
9
Llevaba una semana ya en Oxford. Me desperté en la cama
del cuarto que me habían asignado para estas tres semanas. Resulta que estas
semanas de iniciación no eran en la Universidad de Oxford. Estaba en la Oxford
Royale Academy la cual ofrece un programa de escritura en verano para aquellos
que quieran participar a parte de acoger a futuros estudiantes de la
universidad en el mismo campo.
Mi compañero de cuarto, sí estamos en cuartos por
parejas, se levanta muy temprano, y que yo diga eso… Tiene narices. Bryan es un
chaval muy simpático y todas las noches antes de dormir siempre compartíamos
nuestras diferentes ideas.
Claro, no lo entenderéis, pero en el programa que dura
tres semanas nos han mandado escribir un relato corto que será presentado el
último día del curso y cuyo resultado recibiremos más tarde en nuestras casas
por correo. Así que Bryan y yo compartimos nuestros escritores y nos ayudamos
mutuamente, aunque he de admitir que él me ayuda mucho más de lo que yo le
ayudo a él. Los ingleses tienen unas
costumbres un tanto extrañas. Bryan incluso lleva un bigote muy refinado. La
primera vez que lo vi pensé que vendría de Francia pero resulta que él nació en
la mismísima Edimburgo.
Aunque parezca que no estoy haciendo nada no es verdad,
realmente estoy bastante ocupado y apenas he tenido tiempo de hablar con
Samuel. Ayer tuve que colgarle el teléfono 3 veces porque estaba en una clase magistral
de escritura creativa pero no me había olvidado de él ni mucho menos. Pensé en
presentar como proyecto nuestra historia, esa que Samuel quería que escribiese
acerca de nosotros, pero no me parecía lo más adecuado. Esa historia sería por
y para nosotros. Y para enseñarles a nuestros futuros hijos todo por lo que
habíamos pasado. Sí, quiero tener hijos. Dos niños, Eric y Harry y una niña
Lysa. Esto tiene una explicación. Desde que soy pequeño siempre he estado del
príncipe de la Sirenita y siempre soñé con encontrar un chico que se llamase Eric
pero como aún no me lo he cruzado pues tendré que llamar así a uno de mis
hijos. Harry por los libros de J.K. Rowling. Y por último Liza, como mi actriz
de Broadway favorita Liza Minelly. Ni siquiera sé porque cuento esto.
Eran las 7.15 a.m. creo que es buena hora para levantarse
y empezar a hacer cosas. Al contrario que mi habitación en Princeton que es muy
luminosa esta carece de luz hasta casi las 10 de la mañana así que tengo que
encender el flexo durante las primeras horas. En el baño podía oír cómo caía el
agua de la ducha, sí tenemos baño propio en cada una de las habitaciones,
mientras Bryan se duchaba. Me inspiró tanta confianza que el tercer día ya le
había dicho que soy gay, pero él aún tenía la manía de salir del baño desnudo
tapado con una simple toalla. Aunque a veces con un poco de suerte llevaba unos
calzoncillos puestos al salir del baño. Es por eso que quería mantener mi mente
ocupada.
Nuestras habitaciones son bastante grandes, aparte de una
cama propia para cada uno, los dos teníamos nuestro propio armario y nuestro
propio escritorio. Si miráis al de Bryan podréis ver lo ordenado que es, en
cambio si miráis al mío… parece que la 1ª guerra mundial hubiese sucedido
encima de aquel escritorio y esos fuesen los últimos restos de tan feroz pugna.
Justo encima del baratillo de papeles que tenía preparado ahí se hallaba el
cuaderno verde con la foto mía y de Samuel. Bryan había leído los primeros
pedazos de nuestra historia, que había escrito en mis tiempos libres y le dejé
leer porque le considero algo parecido a un amigo, y se había empeñado en
ponernos un mote a Samuel y a mí como pareja. Según él los dos juntos éramos
Salexei (la unión de Samuel y Alexei). Siempre había tenido problemas para
relacionarme tanto en el colegio como en el instituto por eso me resulta raro
la forma en la que encajé con Bryan desde casi el primer momento. Oí abrirse la
puerta del baño y centré mi mirada lo más que pude en la libreta. Me descolgué
del cuello el bolígrafo que me regaló Samuel y escribí “Capítulo 4”. Bien ya
tengo una parte, ahora toca escribir.
-
Hey tío ¿ya te has levantado? – dijo Bryan.
-
Sí, me he despertado y he decidido que mejor
que pasar mi día en la cama – luché con todas mis fuerzas para no mirarlo pues
sabía que estaría casi desnudo – he decidido levantarme y aprovechar el día al
máximo. Sólo quedan dos semanas y aún tengo que darle muchas vueltas a
Zerkireln (ese era el nombre provisional de la historia que iba, estaba
escribiendo, para presentar al final del curso). ¿Y tú qué?
-
Ya sabes que me gusta darme una ducha antes
de empezar a hacer nada – dijo con su áspera voz. Por el rabillo del ojo vi que
ya se había puesto unos pantalones así que ya era seguro girarse y hablar con
él mirándolo a la cara -. Así que ahora bajaré a desayunar y cuando acabé
volveré para seguir escribiendo. ¿Me acompañas a desayunar? Desde ayer te veo
algo agobiado.
-
Guay. Te acompaño sí. Necesito salir de aquí.
Cuando Bryan se hubo acabado de vestir con una camiseta
naranja yo me colgué el boli del cuello, agarré la libreta (no iba a casi
ninguna parte sin ella) y salimos del cuarto. Los pasillos de la Oxford Royale
Academy parecen los de un palacio. Están cuidadosamente decorados con retratos
de los personajes más importantes del Reino Unido de época victoriana. En el
comedor estaba la señora Letkins una mujer, si se le puede llamar así pues su
tamaño era descomunal para ser una mujer normal y corriente, que llevaba el
pelo recogido en una redecilla como bien marcaban las normas. Había preparado
tortitas, tostadas, huevos con bacon y un montón de comidas más. Bryan se llenó
un par de platos con un poco de todo. Yo me decanté por pedirle a la señora
Letkins que me preparase mi tazón de leche con cereales matutino. No me gustaba
desayunar cosas tan fuertes. A parte de la cocinera, Bryan y yo mismo sólo
había tres personas más en el comedor, los demás seguirían durmiendo.
No paraba de pensar cosas en ningún momento. ¿Cómo estarían
Samuel, mamá y Valerie? Pase lo que pase juro que hoy sacaré tiempo de donde
sea para poder hablar con ellos aunque la diferencia horaria tampoco ayuda
mucho. Bryan estaba devorando con ansia sus huevos y el bacon junto con la
tostada y parecía que pudiese comerse el doble de cantidad, mientras que a mí
me estaba costando acabarme el contenido de mi tazón. Lo aparté un poco y me
puse a escribir en lo que Bryan acababa.
-
Tío tengo una duda
-
Escupe – dije sin levantar mi vista de la
libreta.
-
Cómo ya sabes en Crowley’s Chronicle – el nombre
que había elegido para su historia- la
protagonista acaba perdida en un bosque donde se hace amiga de todo ser que
encuentra y empieza a desarrollar poderes hasta convertirse en una verdadera ninfa
de los bosques pero hay algo que no me convence. El título… que la protagonista
se llama Crowley y la novela se llame Crowley’s Chronicle sonaría un poco a
plagio de esa película como se llamaba… Las crónicas de Coraline.
-
Creo que te estás confundiendo. Estás
mezclando “Las Crónicas de Spiderwick” con “Los mundos de Coraline” – no pude
evitar echarme a reír.
El resto del día transcurrió tranquilo. Tuve que asistir
a alguna clase pero nada del otro mundo. Eran las 15.00 cuando volvía a mi
cuarto después de comer. Bryan estaba tumbado en su cama leyendo lo que había
escrito hasta el momento. Al final había cambiado el nombre por “Crowley’s
History”, que sugerente. Me reí hacia mis adentros. Antes de seguir escribiendo
o haciendo cualquier cosa tenía que llamar a Samuel y a mi madre. Empezaría por
mi madre. Sería más sencillo. Después de 10 minutos de conversación, o más bien
de monólogo, pues mi madre no me dejó apenas hablar, mi madre colgó y se
despidió con un “Te quiero”. Y ahora toca Samuel. Navegué entre los diversos
menús de mi teléfono móvil y en la agenda busqué su nombre. Le di al botón y me
llevé el aparato a la oreja. Después de casi una semana sin poder hablar con él
voy a volver a escuchar su voz por fin.
-
¿Sí? – contestó más serio de lo que yo me
esperaba.
-
¿Samuel? ¿Eres tú?
-
Sí – no sé si eran impresiones mías o es que
Samuel estaba enfadado -. Soy yo – No eran impresiones mías. Samuel estaba
realmente enfadado.
-
¿Qué te pasa?
-
¿Qué qué me pasa? Llevo una semana
llamándote, una puta semana llamándote y no te has dignado a cogerme el
teléfono ni una sola vez. Sé que estarás ocupado con tu jodido proyecto de escritor
de éxito pero ¿tanto como para no tener ni 5 minutos para hablar conmigo? –
realmente enfadado.
-
Lo he intentado pero es difícil. No he hecho
nada más que pensar en ti. En nosotros. He escrito más en la libreta que me
regalaste que sobre el proyecto que tengo que presentar y además apenas he
tenido tiempo libre esta primera semana. Ha sido bastante dura. De no haber
sido por Brian… - mi compañero me miró al ver que decía su nombre.
-
¿Quién es Brian?
-
Mi compañero de cuarto
-
¿Te lo estás tirando?
-
¿Qué? ¿Qué puta mosca te ha picado Samuel? –
a Samuel no le gustaría sacarme de mis casillas. Cuando me enfado puedo ser
realmente insoportable-. He estado escribiendo y haciendo un montón de cosas si
no te he llamado o contestado es porque no he podido. Y sólo llevo aquí una
semana – paré un momento para tomar aire y proseguí mi discurso - ¿Qué vamos a
hacer cuando no pueda ir en meses? Te quiero Samuel pero te estás comportando
como un idiota.
-
Tienes razón. Lo siento – la voz de Samuel
sonó mucho más calmada al pronunciar esas últimas palabras -. Es que te echo
mucho de menos.
-
Y yo a ti.
Después de eso estuvimos hablando en un tono normal e
incluso demasiado pasteloso en ocasiones durante bastante tiempo. Me dijo que
habitualmente quedaba con Sammy para ir a dar una vuelta y tomar un helado o lo
que fuese, incluso estuve hablando con ella. Por cierto, se había echado un
novio. Sólo espero que ese no sea igual de idiota que Daniel Cross. Les conté
la idea que había tenido para el proyecto y me habían dicho que estaba genial,
incluso me dieron algunas sugerencias sobre un par de detalles que debería
arreglar antes de escribirlo al completo y entregarlo. Después de eso les
prometí que los llamaría todos los días durante las dos semanas restantes y así
fue.
***************************************
Ya tenía la maleta preparada para coger el avión que
salía a las 13.24. Por fin volvería a Princeton y dispondría de 5 largas
semanas para disfrutar del verano con mi hermana, mi madre y por último, pero
no menos importante, con mi novio.
Me había costado pero lo había conseguido. Después de dos
semanas de clases magistrales y trabajo hasta tarde, pues la llamada diaria con
Samuel y Samantha me llevaba al menos una hora y la que tenía con mi madre otra
media hora, conseguí terminar “Zerkireln”. Al ser un programa de 3 semanas,
obviamente no podíamos escribir algo de la extensión de la trilogía de “El
Señor de los Anillos” pero yo había conseguido escribir 50 hojas sobre una
sociedad secreta de jóvenes con poderes sobrenaturales que se ocultaba del
gobierno para que no se desvelase su secreto y a su vez pelearan con el señor
de la Oscuridad para derrotarlo. Me hubiese gustado desarrollar mucho más la
historia pero para ser lo primero que escribo de forma “profesional” no está
nada mal. El último día lo había pasado creando una portada y maquetándolo como
buenamente pude. Como siempre todo a última hora. Pero allí lo tenía. Impreso,
con su portada, su contraportada y su encuadernación. Esto era sólo el
principio. Es posible que en unos cuantos años un ejemplar parecido a este pero
con 300 páginas más de longitud sea publicado en todo el mundo y todas las
personas sobre la faz de la tierra acaben amándolo. Bryan se fue hace una hora,
pero le invité a pasar unos días en mi casa en Princeton por lo que me dio su
teléfono para poder mantener el contacto. Eran las 12.13. No tenía tiempo que
perder. Bajé al despacho del director de la academia y allí le entregué al
Señor Stupper mi manuscrito. Él me contestó con un simple “Muchas gracias señor
River” y me dedicó una sonrisa. Ahora habría que esperar la carta con la nota
del proyecto y empezar con buen pie sería algo que quedaría grabado ya en mi
expediente de por vida. Por lo que me había esforzado al máximo.
La última hora en Oxford fue de lo más estresante.
Pensaba que no me daría tiempo a llegar al aeropuerto y una vez allí pensé que
no me daría tiempo a facturar pero a las 13.23 estaba sentado en el asiento que
la azafata eligió amablemente para mí.
Era un viaje largo así que conecté los auriculares a mi
móvil, apoyé la cabeza en contra del respaldo y me quedé dormido durante un par
de horas. El resto del viaje lo pasé entre leyendo y escribiendo.
Bajé del avión y allí estaban, la castaña melena de mi
hermana que en estas tres semanas habría crecido unos 5 cm. Los ojos llorosos
de mi madre que me abrazó lo más fuerte que pudo llegando incluso a dejarme sin
aire durante un momento. Cuando ella se separó de mí, mis ojos se centraron en
el verde de los de Samuel. Llevaba barba de tres días y estaba más guapo que
nunca. No pude evitar que nuestros labios se juntasen pasionalmente después de
tres largas semanas sin vernos.
¿Y si no aguantaba?
Una cosa era clara. Cada vez que nos encontrásemos nuestro
amor sería mucho más fuerte. Nos besaríamos con fuerza y pasión.
Por muchas barreras que puedan aparecer nuestro amor
permanecerá para siempre ¿Qué por qué lo sé? Porque lo que me hacían sentir sus
labios no me hacía sentirlo nada más en esta vida.
Me hacían sentir vivo y capaz de todo. Me hacían volar.
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