viernes, 4 de abril de 2014

Capítulo 9

Cada día estoy más contento de poder escribir esta historia y poder compartirla con todos vosotros semana por semana es algo que me gusta aún mucho más. Espero que lo disfrutéis:

Capítulo 9
Llevaba una semana ya en Oxford. Me desperté en la cama del cuarto que me habían asignado para estas tres semanas. Resulta que estas semanas de iniciación no eran en la Universidad de Oxford. Estaba en la Oxford Royale Academy la cual ofrece un programa de escritura en verano para aquellos que quieran participar a parte de acoger a futuros estudiantes de la universidad en el mismo campo.

Mi compañero de cuarto, sí estamos en cuartos por parejas, se levanta muy temprano, y que yo diga eso… Tiene narices. Bryan es un chaval muy simpático y todas las noches antes de dormir siempre compartíamos nuestras diferentes ideas.

Claro, no lo entenderéis, pero en el programa que dura tres semanas nos han mandado escribir un relato corto que será presentado el último día del curso y cuyo resultado recibiremos más tarde en nuestras casas por correo. Así que Bryan y yo compartimos nuestros escritores y nos ayudamos mutuamente, aunque he de admitir que él me ayuda mucho más de lo que yo le ayudo a él.  Los ingleses tienen unas costumbres un tanto extrañas. Bryan incluso lleva un bigote muy refinado. La primera vez que lo vi pensé que vendría de Francia pero resulta que él nació en  la mismísima Edimburgo.

Aunque parezca que no estoy haciendo nada no es verdad, realmente estoy bastante ocupado y apenas he tenido tiempo de hablar con Samuel. Ayer tuve que colgarle el teléfono 3 veces porque estaba en una clase magistral de escritura creativa pero no me había olvidado de él ni mucho menos. Pensé en presentar como proyecto nuestra historia, esa que Samuel quería que escribiese acerca de nosotros, pero no me parecía lo más adecuado. Esa historia sería por y para nosotros. Y para enseñarles a nuestros futuros hijos todo por lo que habíamos pasado. Sí, quiero tener hijos. Dos niños, Eric y Harry y una niña Lysa. Esto tiene una explicación. Desde que soy pequeño siempre he estado del príncipe de la Sirenita y siempre soñé con encontrar un chico que se llamase Eric pero como aún no me lo he cruzado pues tendré que llamar así a uno de mis hijos. Harry por los libros de J.K. Rowling. Y por último Liza, como mi actriz de Broadway favorita Liza Minelly. Ni siquiera sé porque cuento esto.

Eran las 7.15 a.m. creo que es buena hora para levantarse y empezar a hacer cosas. Al contrario que mi habitación en Princeton que es muy luminosa esta carece de luz hasta casi las 10 de la mañana así que tengo que encender el flexo durante las primeras horas. En el baño podía oír cómo caía el agua de la ducha, sí tenemos baño propio en cada una de las habitaciones, mientras Bryan se duchaba. Me inspiró tanta confianza que el tercer día ya le había dicho que soy gay, pero él aún tenía la manía de salir del baño desnudo tapado con una simple toalla. Aunque a veces con un poco de suerte llevaba unos calzoncillos puestos al salir del baño. Es por eso que quería mantener mi mente ocupada.

Nuestras habitaciones son bastante grandes, aparte de una cama propia para cada uno, los dos teníamos nuestro propio armario y nuestro propio escritorio. Si miráis al de Bryan podréis ver lo ordenado que es, en cambio si miráis al mío… parece que la 1ª guerra mundial hubiese sucedido encima de aquel escritorio y esos fuesen los últimos restos de tan feroz pugna. Justo encima del baratillo de papeles que tenía preparado ahí se hallaba el cuaderno verde con la foto mía y de Samuel. Bryan había leído los primeros pedazos de nuestra historia, que había escrito en mis tiempos libres y le dejé leer porque le considero algo parecido a un amigo, y se había empeñado en ponernos un mote a Samuel y a mí como pareja. Según él los dos juntos éramos Salexei (la unión de Samuel y Alexei). Siempre había tenido problemas para relacionarme tanto en el colegio como en el instituto por eso me resulta raro la forma en la que encajé con Bryan desde casi el primer momento. Oí abrirse la puerta del baño y centré mi mirada lo más que pude en la libreta. Me descolgué del cuello el bolígrafo que me regaló Samuel y escribí “Capítulo 4”. Bien ya tengo una parte, ahora toca escribir.

-       Hey tío ¿ya te has levantado? – dijo Bryan.
-       Sí, me he despertado y he decidido que mejor que pasar mi día en la cama – luché con todas mis fuerzas para no mirarlo pues sabía que estaría casi desnudo – he decidido levantarme y aprovechar el día al máximo. Sólo quedan dos semanas y aún tengo que darle muchas vueltas a Zerkireln (ese era el nombre provisional de la historia que iba, estaba escribiendo, para presentar al final del curso). ¿Y tú qué?
-       Ya sabes que me gusta darme una ducha antes de empezar a hacer nada – dijo con su áspera voz. Por el rabillo del ojo vi que ya se había puesto unos pantalones así que ya era seguro girarse y hablar con él mirándolo a la cara -. Así que ahora bajaré a desayunar y cuando acabé volveré para seguir escribiendo. ¿Me acompañas a desayunar? Desde ayer te veo algo agobiado.
-       Guay. Te acompaño sí. Necesito salir de aquí.

Cuando Bryan se hubo acabado de vestir con una camiseta naranja yo me colgué el boli del cuello, agarré la libreta (no iba a casi ninguna parte sin ella) y salimos del cuarto. Los pasillos de la Oxford Royale Academy parecen los de un palacio. Están cuidadosamente decorados con retratos de los personajes más importantes del Reino Unido de época victoriana. En el comedor estaba la señora Letkins una mujer, si se le puede llamar así pues su tamaño era descomunal para ser una mujer normal y corriente, que llevaba el pelo recogido en una redecilla como bien marcaban las normas. Había preparado tortitas, tostadas, huevos con bacon y un montón de comidas más. Bryan se llenó un par de platos con un poco de todo. Yo me decanté por pedirle a la señora Letkins que me preparase mi tazón de leche con cereales matutino. No me gustaba desayunar cosas tan fuertes. A parte de la cocinera, Bryan y yo mismo sólo había tres personas más en el comedor, los demás seguirían durmiendo.

No paraba de pensar cosas en ningún momento. ¿Cómo estarían Samuel, mamá y Valerie? Pase lo que pase juro que hoy sacaré tiempo de donde sea para poder hablar con ellos aunque la diferencia horaria tampoco ayuda mucho. Bryan estaba devorando con ansia sus huevos y el bacon junto con la tostada y parecía que pudiese comerse el doble de cantidad, mientras que a mí me estaba costando acabarme el contenido de mi tazón. Lo aparté un poco y me puse a escribir en lo que Bryan acababa.

-       Tío tengo una duda
-       Escupe – dije sin levantar mi vista de la libreta.
-       Cómo ya sabes en Crowley’s Chronicle – el nombre que había elegido para su historia-  la protagonista acaba perdida en un bosque donde se hace amiga de todo ser que encuentra y empieza a desarrollar poderes hasta convertirse en una verdadera ninfa de los bosques pero hay algo que no me convence. El título… que la protagonista se llama Crowley y la novela se llame Crowley’s Chronicle sonaría un poco a plagio de esa película como se llamaba… Las crónicas de Coraline.
-       Creo que te estás confundiendo. Estás mezclando “Las Crónicas de Spiderwick” con “Los mundos de Coraline” – no pude evitar echarme a reír.

El resto del día transcurrió tranquilo. Tuve que asistir a alguna clase pero nada del otro mundo. Eran las 15.00 cuando volvía a mi cuarto después de comer. Bryan estaba tumbado en su cama leyendo lo que había escrito hasta el momento. Al final había cambiado el nombre por “Crowley’s History”, que sugerente. Me reí hacia mis adentros. Antes de seguir escribiendo o haciendo cualquier cosa tenía que llamar a Samuel y a mi madre. Empezaría por mi madre. Sería más sencillo. Después de 10 minutos de conversación, o más bien de monólogo, pues mi madre no me dejó apenas hablar, mi madre colgó y se despidió con un “Te quiero”. Y ahora toca Samuel. Navegué entre los diversos menús de mi teléfono móvil y en la agenda busqué su nombre. Le di al botón y me llevé el aparato a la oreja. Después de casi una semana sin poder hablar con él voy a volver a escuchar su voz por fin.

-       ¿Sí? – contestó más serio de lo que yo me esperaba.
-       ¿Samuel? ¿Eres tú?
-       Sí – no sé si eran impresiones mías o es que Samuel estaba enfadado -. Soy yo – No eran impresiones mías. Samuel estaba realmente enfadado.
-       ¿Qué te pasa?
-       ¿Qué qué me pasa? Llevo una semana llamándote, una puta semana llamándote y no te has dignado a cogerme el teléfono ni una sola vez. Sé que estarás ocupado con tu jodido proyecto de escritor de éxito pero ¿tanto como para no tener ni 5 minutos para hablar conmigo? – realmente enfadado.
-       Lo he intentado pero es difícil. No he hecho nada más que pensar en ti. En nosotros. He escrito más en la libreta que me regalaste que sobre el proyecto que tengo que presentar y además apenas he tenido tiempo libre esta primera semana. Ha sido bastante dura. De no haber sido por Brian… - mi compañero me miró al ver que decía su nombre.
-       ¿Quién es Brian?
-       Mi compañero de cuarto
-       ¿Te lo estás tirando?
-       ¿Qué? ¿Qué puta mosca te ha picado Samuel? – a Samuel no le gustaría sacarme de mis casillas. Cuando me enfado puedo ser realmente insoportable-. He estado escribiendo y haciendo un montón de cosas si no te he llamado o contestado es porque no he podido. Y sólo llevo aquí una semana – paré un momento para tomar aire y proseguí mi discurso - ¿Qué vamos a hacer cuando no pueda ir en meses? Te quiero Samuel pero te estás comportando como un idiota.
-       Tienes razón. Lo siento – la voz de Samuel sonó mucho más calmada al pronunciar esas últimas palabras -. Es que te echo mucho de menos.
-       Y yo a ti.

Después de eso estuvimos hablando en un tono normal e incluso demasiado pasteloso en ocasiones durante bastante tiempo. Me dijo que habitualmente quedaba con Sammy para ir a dar una vuelta y tomar un helado o lo que fuese, incluso estuve hablando con ella. Por cierto, se había echado un novio. Sólo espero que ese no sea igual de idiota que Daniel Cross. Les conté la idea que había tenido para el proyecto y me habían dicho que estaba genial, incluso me dieron algunas sugerencias sobre un par de detalles que debería arreglar antes de escribirlo al completo y entregarlo. Después de eso les prometí que los llamaría todos los días durante las dos semanas restantes y así fue.
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Ya tenía la maleta preparada para coger el avión que salía a las 13.24. Por fin volvería a Princeton y dispondría de 5 largas semanas para disfrutar del verano con mi hermana, mi madre y por último, pero no menos importante, con mi novio.
Me había costado pero lo había conseguido. Después de dos semanas de clases magistrales y trabajo hasta tarde, pues la llamada diaria con Samuel y Samantha me llevaba al menos una hora y la que tenía con mi madre otra media hora, conseguí terminar “Zerkireln”. Al ser un programa de 3 semanas, obviamente no podíamos escribir algo de la extensión de la trilogía de “El Señor de los Anillos” pero yo había conseguido escribir 50 hojas sobre una sociedad secreta de jóvenes con poderes sobrenaturales que se ocultaba del gobierno para que no se desvelase su secreto y a su vez pelearan con el señor de la Oscuridad para derrotarlo. Me hubiese gustado desarrollar mucho más la historia pero para ser lo primero que escribo de forma “profesional” no está nada mal. El último día lo había pasado creando una portada y maquetándolo como buenamente pude. Como siempre todo a última hora. Pero allí lo tenía. Impreso, con su portada, su contraportada y su encuadernación. Esto era sólo el principio. Es posible que en unos cuantos años un ejemplar parecido a este pero con 300 páginas más de longitud sea publicado en todo el mundo y todas las personas sobre la faz de la tierra acaben amándolo. Bryan se fue hace una hora, pero le invité a pasar unos días en mi casa en Princeton por lo que me dio su teléfono para poder mantener el contacto. Eran las 12.13. No tenía tiempo que perder. Bajé al despacho del director de la academia y allí le entregué al Señor Stupper mi manuscrito. Él me contestó con un simple “Muchas gracias señor River” y me dedicó una sonrisa. Ahora habría que esperar la carta con la nota del proyecto y empezar con buen pie sería algo que quedaría grabado ya en mi expediente de por vida. Por lo que me había esforzado al máximo.
La última hora en Oxford fue de lo más estresante. Pensaba que no me daría tiempo a llegar al aeropuerto y una vez allí pensé que no me daría tiempo a facturar pero a las 13.23 estaba sentado en el asiento que la azafata eligió amablemente para mí.

Era un viaje largo así que conecté los auriculares a mi móvil, apoyé la cabeza en contra del respaldo y me quedé dormido durante un par de horas. El resto del viaje lo pasé entre leyendo y escribiendo.
Bajé del avión y allí estaban, la castaña melena de mi hermana que en estas tres semanas habría crecido unos 5 cm. Los ojos llorosos de mi madre que me abrazó lo más fuerte que pudo llegando incluso a dejarme sin aire durante un momento. Cuando ella se separó de mí, mis ojos se centraron en el verde de los de Samuel. Llevaba barba de tres días y estaba más guapo que nunca. No pude evitar que nuestros labios se juntasen pasionalmente después de tres largas semanas sin vernos.

Cada beso que Samuel y yo nos dábamos era como el primero de todos. Sólo él podía hacerme sentir así. No sé cómo podré aguantar viéndolo sólo dos veces al año durante cuatro o cinco años.

¿Y si no aguantaba?
Una cosa era clara. Cada vez que nos encontrásemos nuestro amor sería mucho más fuerte. Nos besaríamos con fuerza y pasión.

Por muchas barreras que puedan aparecer nuestro amor permanecerá para siempre ¿Qué por qué lo sé? Porque lo que me hacían sentir sus labios no me hacía sentirlo nada más en esta vida.


Me hacían sentir vivo y capaz de todo. Me hacían volar.

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