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martes, 30 de diciembre de 2014
Lo que trajo el 2014
Reflexión sobre lo que he aprendido este 2014:
Pase lo que pase, bueno, malo, maravilloso o catastrófico, solo hemos de quedarnos con lo positivo de la vida y sonreír. ¿Te has caído? Piensa que cuando te levantes serás más fuerte. ¿Te han roto el corazón? No te martirices, llores, y vayas buscándolo y viéndolo por las esquinas haciendo que hasta el más simple piar de un pajarillo te recuerda a esa persona; recuerda lo que vivistéis juntos y piensa en lo que pudo haber sido y no fue, pero siempre con una sonrisa. Échale valor a la vida y persigue tus sueños y si alguien te dice 'Las posibilidades son de una entre un millón' no te amedrentes, levanta la cabeza y grita 'Yo voy a ser esa una'.
Ten voluntad y fuerza. Persigue tus sueños. No llores si discutes con tu familia, tus amigos, o con quién sea, el abrazo que acompañe al 'Lo siento' de después es lo más gratificante del mundo.
Halla tu felicidad hasta en lo más nimio, la sensación de manos frías, el viento azotándote a la cara, el sonido de una cascada, el olor de un parque, una canción...
Pero ante todo valora a los que tienes a tu alrededor, te apoyan y te quieren, esos serán los pilares que te ayudarán a construir tu propia vida.
Sonríele a la vida y ten valor, así el nuevo año que entra será maravilloso. No lo dudes.
FDO: Un soñador
sábado, 27 de diciembre de 2014
Capítulo 4 de Beyond My Sweet Lover
Os dije que tendrías nueva entrada y tenéis nueva entrada, si bien mi idea era que fuese una cuarta reflexión pero puesto que Alexei y Samuel no habían tenido su navidad como dios manda, y aprovechando estas fechas y que el otro día encontré dos fotos que me hicieron recordar lo que siento cuando escribo sobre la historia de mis dos niños pues... ¡MY SWEET LOVER VUELVE A CASA POR NAVIDAD! Esta vez con un capítulo navideño que espero disfrutéis. Aprovecho también para felicitaros las fiestas a todos y desearos y muy feliz año nuevo y que ya nos veremos por aquí, posiblemente el 1 de enero cuando no esté hasta arriba de exámenes, aunque no descarto la posibilidad de una cuarta entrada de reflexiones en enero, habrá que ver como se desarrollan los acontecimientos. Sin mas dilación disfrutad:
Capítulo 4
23 de diciembre de 2013.
Hora de volver a Princeton para mis primeras vacaciones de Navidad desde que
empecé en la universidad. Sería una gran sorpresa para mi madre y mi hermana, o
al menos eso esperaba. Les dije que no volvería hasta el día 27. Pensaban que
tendrían que pasar la Nochebuena ellas solas. Él que si sabía de mi, para él no
tan repentina, llegada era Samuel. A él se lo dije por teléfono. Tenía unas
ganas inmensas de reencontrarme por fin con él y pasar juntos nuestras primeras
navidades. En la mochila llevaba bien envuelto el regalo que le había comprado.
Esperaba que le gustase pues me había demorado más de lo que nunca hubiese
pensado encontrar algo tan sencillo como aquello.
El jardín de mi casa estaba
todo blanco, de hecho todo Princeton estaba cubierto de nieve, algo extraño
teniendo en cuenta que allí casi nunca nevaba. No obstante, siempre me ha
encantado la idea de ver nieve por navidad, es como si le diese un toque más
navideño al ambiente ¿no creéis? Había un muñeco de nieve que mediría casi
metro y medio sonriéndome con su boca hecha a base de botones de camisas. La
zanahoria que simulaba su nariz estaba casi completamente congelada.
En el tejado y los
alrededores de la casa mi madre lo había llenado todo con luces de distintos
colores y con cintas. Si eso era el exterior no quería imaginarme lo que podía encontrarme
dentro de la casa.
En cuanto entré por la
puerta mi hermana se me tiró al cuello.
-
Mamá, he vuelto –
grité.
-
¿Alexei? – en su cara
se podía adivinar el asombro del que era presa -. ¿Qué estás haciendo tú aquí?
Pensábamos que no llegarías hasta el día 27.
-
Y así era, en
principio – mentí -. Pero me he adelantado – dije intentando quitarme a mi
hermanita de encima -.
-
¿Vas a pasar la
Nochebuena con nosotras Alex?
-
Por supuesto Valerie.
¡Oh dios! ¿Cómo has podido crecer tanto en tan poco tiempo?
-
Ven hermanito – me agarró
con fuerza de la mano y tiró de mí para que la siguiese – voy a enseñarte como
hemos decorado la casa.
Lo que os decía, si por
fuera parecía un escenario lleno de luces para el próximo concierto de Lady
Gaga el interior era aún peor. Amo la navidad y todos los adornos navideños,
pero eso era pasarse. Mi casa estaba algo sobrecargada pero mi hermana estaba
tan feliz que merecía la pena.
-
Oye mamá – dije volviendo
al cuarto de estar -.
-
¿Sí?
-
¿Te importa si viene
Samuel a cenar con nosotros en Nochebuena? Su madre me ha invitado a cenar con
ellos en Nochevieja y se me había ocurrido que…
-
¡Por supuesto hijo! –
exclamó con una sonrisa en la cara que se fue desdibujando - ¡Oh, no!
-
¿Qué pasa?
-
Pues, que pensaba que
cenaríamos Valerie y yo solas por eso el pavo que he comprado es uno pequeño,
ni siquiera contaba con que tú vinieses.
A pesar de que le dije que a
Samuel y a mí no nos importaba comer pizza, salchichas, huevos fritos o algo
rápido, su insistencia fue aún mayor y me dio dinero para que fuese a comprar
un pavo más grande.
Cogí mi teléfono y llamé a
Samuel. Quizá sería por las ganas de verlo y poder tocarlo pero me saludó con
un ronco “Ey campeón” lo que hizo que dentro del estómago se me revolviese
algo. Le dije que podía acompañarme a hacer algunas compras navideñas y accedió
encantado.
Quedaban menos de cinco
minutos para que Samuel llegase a mi casa y aún no estaba preparado. El viaje
me había dejado algo exhausto y mi olor no era precisamente el de un campo de
rosas por lo que decidí darme una ducha. El olor del cansancio cambió por la
frescura del gel de baño con aceites naturales. Rociarme con desodorante y agua
de colonia en cantidades industriales también funcionó un poco. Se me acabó
echando el tiempo encima. Además trataba de peinar el remolino de mi pelo pero
era algo así como imposible. Y por imposible lo dejé. Gracias a dios tengo un
novio según el cual “es sexy ver a un chico con el pelo despeinado”. Me miré en
el espejo. Al menos mis ojos seguían siendo del mismo azul, por lo demás
cualquiera habría dicho que se encontraba frente a Alexei River.
Escuché el timbre en la
planta de abajo y a mi novio felicitándoles las fiestas a mi madre y mi
hermana. Salí corriendo escaleras abajo. Allí estaba él con su abrigo marrón y
una preciosa azul marino. Siempre me había encantado la manera en la que
combinaba los colores.
Estaba llegando junto a él
cuando tropecé con una de las tablas sueltas del suelo, por suerte él estaba
allí para agarrarme. Mierda. Otra vez vuelvo a ser la damisela en apuros.
-
Hola Alexei – dijo entre risas - ¿estás bien?
-
Perfecto – atisbé colocándome la ropa - ¿Nos vamos?
-
Casi mejor si coges una chaqueta ¿no crees? Estamos a unos 3
grados bajo cero.
-
Sí. Claro.
Estas
situaciones eran muy comunes entre nosotros, yo creaba algún desastre natural y
él se reía y me ayudaba a solucionarlo.
El
mercado no pillaba muy lejos así que decidimos que podríamos ir caminando. Las
prisas no son nada buenas, había olvidado los guantes en casa. Él se dio cuenta
de ese detalle cuando me vio refrotarme una mano contra la otra para que
entrasen en calor. Lo que venía después sí que no lo esperaba para nada. Samuel
agarró con su mano derecha la mía izquierda.
-
Puedes meter tu otra mano en el bolsillo y yo me encargaré
de calentar esta. Así no tendrás frío.
-
Gracias.
Después
de toda la mañana por ahí compramos el pavo que me había ordenado mi madre y él
compró algunos adornos para su casa desde guirnaldas de distintas colores,
muérdago, lucecitas de colores hasta bolitas para decorar el árbol. Las luces
eran muy curiosas tenían la forma de racimos de uvas. Me invitó a pasar la
tarde en su casa para que pudiese ayudarlos a él y a su madre a decorar. Con
todo lo que había pasado casi se me olvida proponerle que viniese a cenar a mi
casa por Nochebuena. Como un rayo de
esperanza, me dijo que sí que le encantaría porque además su madre no podría
estar en casa ese día y él habría tenido que pasarlo solo.
La
tarde en su casa fue absolutamente genial. Al contrario que en la mía que solo nos
limitábamos a decorar, su madre tenía un disco recopilatorio con las mejores
canciones de navidad de los últimos cincuenta años. Podía reconocer algunas.
Extraordinary Merry Christmas, My favorite things o el gran clásico O Holy
Night.
Al
ritmo de la voz de Mariah Carey y su All I want for christmas is you acabamos
de montar el árbol de navidad mientras su madre ponía las últimas cintas por
los cuadrados. Usó una dorada para rodear la foto de Sam con su padre, como si
fuese una especie de corona. Samuel se subió a un pequeño banquito para llegar
a lo alto del árbol a colocar la estrella. En esos momentos le hubiese dicho
que a aquel árbol no le hacía falta una estrella porque en ya había una en la
casa que lo iluminaba pero tampoco quería ser excesivamente cursi.
Ya
no quedaba nada. Todo estaba preparado para recibir la navidad dos días
después.
-
Bueno, ya hemos terminado creo que es hora de sacar el disco
del reproductor.
-
No, espera mamá. Aún le queda una canción y es la preferida
de Alex de navidad.
Los
primeros acordes de Last Christmas empezaron a sonar con suavidad.
-
Es verdad, me encanta esta canción es de Wham – fijé mi
mirada en los ojos de Sam - ¿Pero cómo lo has sabido?
-
Lo mencionaste un día. ¿Recuerdas?
Para
mi sorpresa del lado de uno de los sillones de su casa cogió la guitarra, se
sentó en la banqueta que usó para llegar a lo alto del árbol y empezó a tocar
la canción. Estaba tan encandilado que apenas me había dado cuenta de que me
estaba haciendo signos para que yo cantase la letra de la canción. Por norma
general, yo escribo, y es él quién se
dedica a tocar la guitarra y cantar. Su voz se asemeja a la de un ángel la mía
es más bien como la de una señora que acaba de pisar la caca de un perro en
medio de la calle.
A
pesar de eso canté todas y cada una de las palabras de la canción, porque
obviamente me la sabía enterita. Mientras cantaba no dejaba de rodear una y
otra vez a Samuel y mirarlo. Cuando la canción acabó, dejó su guitarra en el
mismo sitio de donde la había cogido y aplaudió además de hacer ciertos vítores
como si se tratase de un escenario repleto de público.
-
Que idiota eres. Pero eres mi idiota y te quiero.
Me
puse detrás de él y me tiré encima mientras él me agarraba de las piernas justo
por debajo de los glúteos. Bajé mi cabeza y le di un beso en el cuello.
Agarrado me llevó hasta el lugar debajo de la lámpara que colgaba del techo de
su sala de estar y lo iluminaba todo. Me obligó a bajar y ponerme frente a él.
Me agarró de las manos y clavó sus ojos en los míos, entonces dirigió la mirada
ligeramente hacia arriba. De una de las ramificaciones de la lámpara colgaban
unas hojas de muérdago.
-
Sé cuánto te gusta seguir las tradiciones.
-
Sabes que la tradición es que el muérdago esté en la puerta
y no colgando de la lámpara ¿verdad?
-
Bésame y cierra el pico.
No
pude resistirme a su orden y allí bajo la luz de la lámpara nuestros labios se
juntaron. No quería que nadie me quitase aquel sentimiento. Nunca.
Cuando
empezó a caer la noche decidimos quedar con Samantha para ir a ver la plaza del
pueblo que estaba preciosa e ir a la pista de patinaje. Maldita la hora en que
a los dos se les ocurrió la idea. Soy nefasto para patinar. Me caí tantas veces
que hasta el receptor que da los patines se estaba partiendo de risa cada vez
que me caía.
Creo
que se dejó de reír en el momento en que Samuel me agarró de la mano para que patinásemos
juntos y le eché una mirada asesina. Lo único bueno que salió de aquello fue la
foto que Samantha nos hizo a Samuel y a mí besándonos en medio de la pista,
foto que ahora uso con salvapantallas en el móvil.
Acompañamos
a Sammy a su casa y yo dejé a Samuel en la suya. Al día siguiente era
Nochebuena y tenía que descansar.
Al
despertar podía oler el pavo y los demás platos que mi madre estaba preparando
para esa noche. No sé como sabría pero olía delicioso.
Llegó
la hora de la cena. Samuel había llegado cinco minutos antes de lo que habíamos
quedado. Él siempre tan precavido. Llevaba una camisa de cuadros azul y blanca,
una corbata de color cobalto y un blazzer azul marino. Estaba precioso.
Estábamos
Valerie, Samuel y yo, los tres sentados en la mesa esperando a que mamá trajese
el pavo. Aunque no sabía si después de todo lo que habíamos comido ya me
entraría algo más.
-
¿Mamá estás bien? – dije al verla sollozar con la bandeja en
la mano.
-
Sí, estoy bien. Es solo que es la primera Nochebuena en
muchos años sin tu padre.
-
¿Lo sigues queriendo verdad?
-
Alexei no puedes hacerme esto – el comedor se quedó en
silencio durante un rato. Samuel abrió la boca para decirme algo pero decidió
dejar a mi madre continuar -. Claro que sigo queriendo a tu padre. Le he
invitado a cenar, ya que con el pavo que compraste había comida suficiente.
Pero se ha negado a venir si estabas tú. Y más si estaba él – sus ojos se
fijaron en Samuel cuando dijo la última frase.
-
Creo que será mejor que me vaya – exclamó Samuel dejando la
servilleta con fuerza encima de la mesa.
-
No, Samuel no es por ti.
-
Siento haberle causado molestias señora River.
-
Samuel espera – salí corriendo tras él gritando su nombre.
-
Lo siento Samuel, no se lo tengas en cuenta – le besé.
-
Samuel, Alexei – gritó mi madre desde el umbral de la puerta -. Volved dentro.
Mi
madre se disculpó con ambos y finalmente acabamos con la cena todos juntos.
Cuando la hora nos fuimos a dormir. Yo dormía en mi cama con Samuel. Y no, no
hicimos nada, pues me daba reparo con mi madre y mi hermana en casa.
Al
despertar le entregué el collar de cuero que le había comprado por navidad. Él
a mí me había comprado una pulsera. Pareciera como si lo hubiésemos hecho adrede
porque íbamos conjuntados.
Durante
la semana aprovechamos al máximo los momentos para estar juntos y antes de que
me diese cuenta ya había llegado el día de Nochevieja.
Ya tenía elegido lo que
me pondría aquel día. Camisa negra, blazzer negro con el ribete rojo, una preciosa
corbata color burdeos.
Fue
su madre quién me abrió la puerta de su casa.
-
Buenas noches, señora Corshion.
-
Buenas noches, Alexei. Qué guapo estás.
-
Gracias.
-
Hola, cariño – se aproximó con cuidado y me besó con
suavidad.
-
Bien, vamos a cenar antes de que se enfríe.
La
madre de Samuel cocinaba mejor de lo que pudiera haberme imaginado. La cena fue
genial. Hablamos de todo, los estudios, nuestro futuro como pareja, si
pensábamos tener hijos o llegar a casarnos… Veía tan lejos todo aquello que no quería
siquiera imaginármelo.
Después
de las uvas los tres agarramos nuestra copa de champagne y nos felicitamos el
año con besos y abrazos. Samuel volvió a llenar mi copa y la suya y me hizo
chocarlas de nuevo.
-
Por un 2014 contigo Alex – dijo.
-
Por toda una vida a tu lado Samuel – le corregí.
No
era muy tarde cuando nos fuimos a la cama, pues preferimos quedarnos viendo en
la tele una de esas galas especiales de Nochevieja, pero eran más de las 11
cuando nos despertamos.
-
¿Cuándo decías que volvías a Oxford?
-
En dos días.
-
Entonces habrá que aprovechar – apoyó su mano en el colchón
que se hundió de la fuerza y me besó.
A
nuestro lado sonó un pitidito. Miré el reloj. Las 11:11.
-
Puedes llamarme idiota pero siempre pido un deseo el primer
día del año a las 11:11. Así que… Make a wish Alexei.
-
No necesito pedir un deseo ya tengo todo lo que quiero.
-
Está bien.
Él
cerró los ojos y nos mantuvimos en silencio durante unos segundos, hasta que el
reloj cambió a las 11:12.
-
Y ahora, aprovechando que mi madre no está tú y yo podríamos…
-
No me digas que ese es el deseo que pediste.
-
Ni por asomo – dijo sacándome la camiseta.
Sus
fríos labios empezaron a besar mi torso desnudo. Me abandoné a la suavidad de sus
labios y me dejé llevar por la pasión.
No
se me ocurría mejor manera de empezar el año.
domingo, 21 de diciembre de 2014
Reflexión 3: ¡Corre!
Corre hasta que puedas volar
¡Correr! ¡Saltar!
¡Volar! Estas pueden parecer acciones contradictorias pero siempre una lleva a
la otra. Porque no, volar no es imposible. Todo se puede hacer si tenemos la
voluntad suficiente para llegar a ello.
¿Quién nos diría que
hacer algo tan primario como correr, una acción que realizamos a diario todas
las personas humanas, puede hacernos sentir una de las mayores felicidades del
mundo? Realmente no es algo tan primario como parece.
El otro día iba
caminando por la calle, como suelo hacer a diario al menos tres o cuatro veces
a la semana. Me encanta sentir la brisa matutina en mi cara, el frío que
paraliza hasta el último centímetro de los dedos de mis manos, el vaho
materializándose en el vacío al abrir la boca, las gotas de sudor que resbalan
por mi pelo, esa sensación que te congela todo el cuerpo y que hace que hasta
lleguen a dolerte extremidades que ni siquiera sabía que tenía. Podéis pensar
que estoy loco por salir a la calle en pleno invierno a las nueve de la mañana,
pero necesito esos paseos, esas caminatas.
Habitualmente es el
mismo camino el que sigo, pero de vez en cuando decido tirar por otro lado y
recordarme esa frase que hace poco escuché y tanto me marco de los labios de
Ruth Lorenzo “no siempre el camino recto es el más directo” y no siempre es el
más fácil aunque aparentemente y en primera instancia lo parezca.
Cuando llegas a una
bifurcación debes tomar una decisión muy importante. Muchos pensarán “¡Qué más da
un camino que otro!”. Lo que pocos se plantean es que al final de uno de ellos
te esté esperando la parca de la muerte con su guadaña con la que se dedica a
sesgar vidas inocentes, de lo que ya hablaremos en un futuro porque es un tema
que siempre me ha tocado la fibra sensible, y en otro puede estar esperándote
el más inminente éxito, tu sueño, el amor de tu vida, o ¿por qué no? Tu
destino.
Un viejo refrán dice “todos
los caminos llevan a Roma”, pero si esto resultase ser verdad… ¿Cómo se
consigue escapar de Roma? Solo se me ocurre una respuesta. Volando. Volar es la
respuesta a todo.
¿Quién no ha querido
nunca ser un pájaro y volar batiendo unas pequeñas alas, ya sean blancas,
negras, moteadas de colores, o doradas como las del ave fénix? Solo hay que
creer para volar como ellos, extender nuestras alas, alzar el vuelo y
conquistar el cielo con nuestros sueños.
Sentir el viento azotándonos
en nuestra cara, y ver que él solo es capaz de zarandear las hojas y ramas de
cientos, e incluso miles de árboles de una sola vez. Ese es el momento. El
momento en el que has de dejar de caminar para echar a correr, para saltar,
para volar.
Correr nos activa. No
podemos dejar que el miedo nos bloquee. Tenemos que ganar la batalla contra
este y conseguir el efecto rebote. El miedo no me bloquea, me activa. Hay quien
pensará que correr es algo que solo hacen los cobardes, que huyen de esos
miedos intentando encontrar un nuevo paraíso en el que ese miedo quede reducido
a cenizas. Tener miedo no es de cobardes, es de humanos. Además de que no solo
se corre por miedo. Corremos cuando no llegamos a tiempo a un lugar, cuando
perseguimos nuestros sueños, o por simple gusto.
Corriendo, y haciendo
deporte sin más, conseguimos eyacular una gran cantidad de endorfinas (la
hormona de la felicidad) y expulsamos adrenalina. Es muy cómodo pasarse el día
sentando en el sofá mirando la televisión, pero no hay nada como poder sentir
tu cuerpo chorreando adrenalina y tu corazón latiendo a mil por hora, porque
necesitas un giro.
Correr puede ayudarte a
superar las adversidades. No son pocas las escenas de películas en la que uno
de los protagonistas sale corriendo cuando escucha algo que no quería escuchar
y necesita escapar de ese lugar. Cuanto antes lo consiga mejor. Y eso es lo que
yo sentía el otro día.
Habitualmente mis paseos
no superan esa categoría del paseo, suelo ir tranquilo, con mi música,
deleitándome con la belleza de cada gota de agua del río, cada piedra que hay
en la calle, cada trozo de arena, cada hoja repleta de vida y color, cada olor,
cada sensación… porque he aprendido a vislumbrar las bellezas en las cosas que para otras personas no son más que el
objeto más común del mundo. Mientras el 90% de las personas no ve más que un
conjunto de árboles iguales, yo soy capaz de pararme frente a cada uno de ellos
y encontrar las diferencias entre unos y otros. El color de sus hojas, el
grosor de su tronco, el número de sus ramas… Incluso las piedras. Cuando
percibes la belleza en algo tan nimio como una simple piedra sabes que eres
diferente a los demás, que no estás en este mundo por casualidad y que eres un
alma especial. Ni siquiera el viento puede atrapar un alma tan pura como la
mía.
Sin embargo, el otro
día necesitaba huir y escapar de todo. Fue entonces cuando mis lentos pasos
empezaron a acelerarse junto al ritmo de mi corazón, mis brazos se movían a la
velocidad del viento y la belleza del paisaje que me rodeaba se transformó en
una mixtura de colores que no me permitía ver con claridad que era lo que había
frente a mí y mucho menos a los lados. Si yo fuese mis propios ojos haría el
mayor de los esfuerzos por no parpadear nunca. Diréis “este tío está
jodidamente chalado de la cabeza”. Pero pensadlo, dos segundos solo. Si
mantenemos nuestros ojos cerrados podemos perdernos un mundo maravilloso que se
encuentra frente a nosotros. Dicen que las cosas buenas llevan su tiempo pero
las cosas realmente maravillosas ocurren en un abrir y cerrar de ojos. ¿Y si
cada vez que parpadeo, en esa décima de microsegundo que dura un parpadeo, me
he perdido algo alucinante?
Nunca antes había
corrido, no sintiendo eso al menos. Me sentía capaz de cualquier cosa hasta de
saltar distancias gigantes, estaba desafiando a la velocidad de la luz, la
velocidad a la que transcurre nuestra vida, la velocidad de un sueño, y nadie
podía pararme, ni siquiera con el impacto de una bala sobre mi pecho habrían
logrado detenerme. Estaba decidido a escapar de allí. Llegar al final de mi camino,
y lograr mi objetivo, mi sueño. Algo dentro de mí se había activado.
¿Qué más darían los
obstáculos que se impusiesen en mi camino? Era una bala de cañón decidido a
arrasar con todo lo que hubiese a mi paso. Si me caía, sería entonces cuando volase por primera vez,
alzándome desde el suelo al igual que un fénix renace de sus propias cenizas
después de morir.
Seguí corriendo dejando
atrás el sonido de la ciudad, el paisaje, y huyendo de todo. Necesitaba acabar
con todo. Mi corazón estaba completamente acelerado. De repente algo a lo lejos
me hizo bajar el ritmo y calmarme. Un sonido. El sonido del agua brotando con
fuerza. Frené en seco. Me encontraba ante la cosa más maravillosa que había
visto nunca. Una cascada. El ritmo del agua bajando con fuerza era igual al de
mi corazón, pero ahí donde el agua terminaba de caer, era el lugar más plácido
del mundo al igual que mi corazón cuando está en calma.
Allí lo entendí todo. En
la calma del relajante sonido del agua cayendo a borbotones ¡Correr! ¡Saltar!
¡Volar! No corremos simplemente para huir del mundo, corremos por conseguir lo
que queremos porque correr nos hace fuertes. No hace falta tener alas
literalmente para volar. Solamente necesitas la voluntad necesaria para acabar
con todo y triunfar. Fuerza y coraje. Imponerte a aquellos que se meten contigo
y quieren hacerte caer, demostrarles que siempre has sido mucho más fuerte que ellos.
Ese es el momento en que, si bien no físicamente, estarás volando, alzando el vuelo y batiendo
tus alas.
Sube al borde del
abismo, ponte al borde del acantilado, siente el sonido del agua de esa cascada
cayendo con fuerza. Recuerda no cerrar los ojos, para no perderte nada maravilloso,
respira hondo, échate hacia atrás, corre hacia delante y salta. Justo antes de
rozar el agua, expandirás tus alas y estarás volando. Volando por tus sueños.
Volando por tu vida. Volando…Por ti.
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