viernes, 16 de mayo de 2014

Capítulo 16. Final de My Sweet Lover

Después de 3 largos meses escribiendo y sonriendo todas las semanas, he conseguido llegar al final. Algunos lo odiaréis, otros lo amaréis pero no había vuelta de hoja, cuando esta historia apareció en mi mente lo primero que se reprodujo fue el final, lo demás vino después. A pasar de la frase "No empieces la casa por el tejado" yo lo hice de alguna manera, y estoy super orgulloso con el final. Espero que os guste.

Capítulo 16
Caminaba por un prado verde. Todo lo que se podía ver más allá eran hectáreas y más hectáreas de césped de un verde cuál musgo, y en el horizonte dónde todo parecía acabarse, allí brillaba la luz del sol. El verde de la hierba estaba adornado por miles de colores más que proporcionaban las flores. El rojo y negro de las amapolas, el blanco de las margaritas, el morado de las violetas… Era como vivir en el paraíso. Sólo sin nadie que me molestase. Me tumbé en el césped y miré al cielo. Era de un perfecto y puro azul. No había ni una sola nube.
De repente, de la nada y sin que nadie lo esperase el cielo se torno de un gris nada agradable. Las negras nubes de tormentas lo cubrían todo, incluso las preciosas flor… ¿Qué había pasado? Lo que hacía menos de 20 segundos era el prado más bonito que nunca hubiese visto ahora parecía un triste páramo abandonado. El bonito césped se tornó en asqueroso y pegajoso fango, las  bellas flores se transformaron en pequeños y feos hierbajos. Una voz áspera se oía en algún lugar no muy lejano. Estaba diciendo algo pero era incapaz de aventurarme a decir que era lo que aquella voz estaba susurrando. ¿Era que no quería equivocarme? ¿O quizás era que tenía miedo de aceptar que era lo que aquella voz decía? Sabía perfectamente lo que sabía. Era una palabra. Un nombre. Mi nombre.
Alexei, decía. Era un susurro. Me levanté e intenté empezar a correr. Y digo intentar porque mis pies se entorpecían con el fango que lo cubría todo. No podía permitir que aquello, fuera lo que fuese, me atrapase. Después de lo que me parecieron dos minutos corriendo una sombra se abalanzó sobre mí. Venía a por mí. Iba a atraparme y no podía hacer nada. Me limité a cerrar los ojos y esperar que todo acabase cuanto antes. Lo último que escuché fue mi nombre y entonces…
-       Alex, despierta por favor.
Mis ojos se abrieron de forma lenta. Sentir la luz en ellos de forma tan brusca me resultaba doloroso. ¿Dónde estaba? Dios no recuerdo nada. Cuando pude abrir del todo mis globos oculares y vi las paredes reconocí el lugar. Estaba en el hospital de Princeton. Tumbado en una camilla. A mi alrededor había 4 personas. Mi madre, mi hermana, Samantha mi mejor amiga y… Samuel, mi novio. Oh dios, ya lo recuerdo. Yo iba de camino a mi boda con Samuel. Iba en el coche de mi madre con Bryan. Mi padre me llamó al teléfono en un par de ocasiones y yo me negué a cogérselo. Bryan intentó que se lo cogiese, pero no lo hice. Me disponía a hacerlo cuando un camión impactó contra el coche. Por eso siento dolores en la espalda, y varias de las extremidades del cuerpo. Mi cabeza estaba rodeada por una inmensa venda. Me dolía a rabiar. No sé lo que sentirá una bomba cuando explota (vale, ya sé que las bombas no sienten, es una metáfora) pero mi cabeza está a punto de sentirlo.
-       Alex, cariño  ¿cómo estás? – dijo mi madre.
-       Bien, supongo.
-       Alex pensábamos que ibas a morir – las manos de Sam me agarraron la cara y sus labios se acercaron suavemente a los míos – Si te mueres me da algo.
-       Deberías descansar – exclamó Sammy -. Tienes varias costillas rotas y un traumatismo craneoencefálico.
-       ¿Qué pasa con la boda?
-       La boda da igual ahora Alexei. Lo único que importa ahora es que tú estés bien.
-       ¿Cuánto he estado durmiendo?
-       Unos 3 días – el médico que era un hombre de unos 27 años, muy atractivo, por cierto, entró por la puerta – Ahora necesitas descansar y estar unos cuant0s días en observación. Si quieres puede quedarse uno de ellos, los demás deberán abandonar la sala.
Estuve pensando un poco de tiempo. De haber sido egoísta habría elegido a Samuel, pero algo dentro de mí me lo impedía. Valerie ya era lo suficiente mayor para quedarse en casa sola o podía quedarse a dormir en la casa de Sammy. Por otro lado Sammy era mi mejor amiga, ya tendría tiempo de hablar con ella, pero tenía que contarle a mi madre que había pasado en realidad. Además de explicarle que su coche había quedado hecho un destrozo. Cuando pregunté, antes de que el médico les hiciese abandonar la sala, por lo que le había pasado a Bryan, Samantha se entristeció bastante pero resulta que como el camión impactó en mi lado el apenas había sufrido daños. No obstante, estaba en la habitación que estaba al lado de la mía y esa misma noche le daban el alta.
Nos quedamos mi madre y yo solos en la habitación. Yo seguía tumbado en la camilla de la habitación, mientras mi madre se hallaba en el sillón-tumbona (cómo yo mismo lo había bautizado). Le conté la historia tal y como había ocurrido. Lo que menos le preocupó fue el estado en el que había quedado el coche, pues era bastante viejo. Estaba preocupada y creía que debería haberle cogido el teléfono a mi padre. Seguro que querría algo importante. Ella habló con él después del accidente. De hecho, fue mi padre el que me trajo hasta el hospital. Mi padre me estaba llamando para pedirme perdón y preguntarme si era demasiado tarde para ir a mi  boda y darme un abrazo. Él estaba yendo al juzgado cuando reconoció el coche de mi madre y fue testigo del accidente. Fue corriendo pensando que algo le habría pasado a mi hermana, a mi madre, o incluso a mí. Tras eso llamó a mi madre entre lágrimas y a una ambulancia. Fue él el que vino conmigo en la ambulancia (y con Bryan por supuesto).
-       Si es verdad todo lo que me dices ¿por qué no estaba aquí cuando me desperté?
-       Habría sido un gran shock para ti. Queríamos que estuvieses tranquilo. Me ha prometido que mañana vendrá a verte; a pedirte perdón y decirte que aprueba tu matrimonio con Samuel.
-       Si lo hubiese dicho antes, nada de esto habría pasado. Ahora estaría en Barcelona de luna de miel y no en una puta camilla de hospital – me estremecí en la camilla. Me dolía mucho. Y no podía disfrutar de tiempo junto a Samuel -. Ya sé que él ahora lo aceptará ¿Y qué? A lo mejor ahora soy yo el que no quiere hablarle. Ha pasado 4 años sin hablarme. Ni siquiera sé como sigues hablándole tú.
-       Cariño…
-       Déjame.
-       Alexei…
-       Lo siento mamá. Me he pasado – le dije mirándole a la cara. Sus ojos estaban llorosos.
-       Toma cariño, lo hemos traído, para ti – mi madre sacó de su bolso mi cuaderno verde. My sweet lover -. Esto ha sido una desgracia, pero creo que deberías contarla.
-       Claro – me llevé las manos a mi cuello. Lo que estaban buscando mis dedos no estaba allí. ¿Dónde estaba mi bolígrafo? -. Mamá ¿y mi bolígrafo?
-       Lo tiene tu padre. Mañana te lo dará.
Mientras mi madre iba y venía de un lado para otro yo escribía con un boli que me dejó mi madre. Quería que todo quedase plasmado allí. No podía aguantar los dolores. Pero no podía parar. Tenía que contarlo todo. El problema fue cuando llegué al accidente. Apenas me acordaba de que había pasado. Cómo fue exactamente. Pero lo intenté y lo terminé.
Dejé el cuaderno encima de una de las mesillas que había al lado de la camilla. Le hice una seña a mi madre para decirle que ya iba a irme a dormir. Me tapó con la sábana como cuando era pequeño y me dio un beso en la frente. Ya estaba cerrando los ojos cuando escuché a mi madre decirme “Te quiero”. A pesar de toda la medicina que me estaban enchufando no podía aguantar los dolores. La cabeza me iba a explotar. Las costillas, las que conservaba al menos, me dolían a rabiar. Oía la respiración pausada de mi madre. Esa respiración de cuando dormía y que cuando era pequeño me calmaba tanto. Yo, por el contrario, no me podía dormir. Necesitaba ver a Samuel. Salir de esta habitación asquerosa y poder vivir mi vida. Tenía que casarme con Samuel. Me desenchufé todos los aparatos que me tenían puestos y salí de mi cama sigilosamente para ir al baño. No quería despertar ni preocupar a mi madre. Cuando me volví a meter en la camilla, ni siquiera me tapé porque estaba muerto de calor, y entre el calor y los dolores… Después de vueltas y vueltas y vueltas conseguí quedarme dormido.
Cuando abrí los ojos, la habitación estaba llena de luz, pero las lámparas que colgaban del techo estaban apagadas. Las persianas debían estar subidas como a mí me gustaba. Mi madre había pensado en todo. Me giré para agradecérselo pero en el silloncito no estaba sentada mi madre. Su pelo rubio deslumbraba aún más con el brillo del sol y en sus ojos verdes podía ver mi propio reflejo. Antes de que pudiese decir nada se acercó suavemente y sus labios tocaron los míos. Fue un beso tierno, limpio y cortado.
-       ¿Qué haces aquí?
-       ¿A ti que te parece tontorrón? – su sonrisa me parecía mucho más bonita de lo habitual, todo en él parecía nuevo, diferente… Serían los delirios de la fiebre -. Le dije a tu madre que volviese a casa a descansar. Necesitaba estar contigo. Y te tengo una sorpresita – seguí su mirada con la mía y vi que allí tenía un pequeño teclado.
-       ¿Qué…?
-       Chssttt – dijo llevándose un dedo al labio – Te he escrito una canción en estos días. ¿Quieres oírla?
-       Por supuesto.
Sam se sentó frente al teclado y pasó sus dedos entre las teclas. Era la cosa más bonita que había escuchado en el mundo. No podía creerlo. Sabía que Samuel tocaba el piano de una manera algo inusual pero nunca se me hubiese ocurrido que supiese componer. Además la letra era preciosa.
                                               You can call me fantastic Mr. Black
                                       Give me a damn cigarette
                                       Swallowing my regrets
                                       With jack Daniels, on my breath
                                       I need that therapy, that melody
                                       I'm drowning in my sympathy 
                                       Doctor can you un-break me

                                       Because I fell in love 
                                       Yes I fell in love 
                                       But wasn't good enough
                                       For us
                                        He's got that devil touch
                                       That apocalyptic lust
                                       I swear I'm not a sinner
                                       I'm just beautifully broken

                                        Now there's a darkness deep in me 
                                        I keep falling asleep
                                        To these wicked dreams
                                        Can't fight the darkness deep in me 
                                        It's where he likes to keep
                                        Haunting my wicked dreams

                                        You can call me fantastic Mr. Black
                                        So cool, now there's nothing left 
                                        but an empty soul 
                                        everything is so bitter cold
                                        I need a doctor please
                                        No I can't sleep
                                        He's the monster, but he's my king
                                        Broken halo on a comatose me

                                       Now there's a darkness deep in me 
                                       I keep falling asleep
                                      To these wicked dreams
                                      Can't fight the darkness deep in me 
                                      It's where he likes to keep
                                      Haunting my wicked dreams

                                      He sings
                                      Unbury me
                                      Unbury me
                                      he sings
                                      Unbury me
                                      Unbury me

                                      I can't fight the darkness
                                      Can't fight the darkness
                                      Or my wicked dreams
                                      My wicked dreams
Es curioso que haya pasado una noche entera casi sin dormir y que mi novio se presente con una canción titulada “Wicked Dreams” (Sueños malvados) y hable de esas malas pesadillas que no te dejan dormir, y esa oscuridad que intenta acabar con todo lo bueno. No podía querer a nadie más de lo que quiero a Samuel. La tocó y cantó muy suave para no molestar a la gente de las demás habitaciones. Me encontraba fatal. Nada importaba con Samuel allí conmigo. No pensaba decirle nada para no preocuparle pero sentía un gran vacío en mi pecho. Me faltaba el aire. En mi cara se podía vislumbrar la más grande de las sonrisas.
-       Me encanta. Muchas gracias.
-       A ti por quererme.
Durante toda la mañana un montón de gente pasaba por la habitación a verme. La Señora Hoopkins me trajo el último libro de fantasía que les había llegado a la librería. Se llamaba “Dragones etéreos”. Un buen título, la verdad. Bryan vino de acompañante de Sammy y de mi hermana. Los tres estuvieron allí largo tiempo y yo cada vez me sentía peor, pero no quería ser grosero así que no hacía más que poner buena cara a todos. Mi hermana me dijo que había encontrado el ejemplar de Zerkeliern y había empezado a leerlo. Le había encantado lo poco que llevaba. Eso me congratulaba. Más aún cuando la historia del segundo ya estaba pensada, habría empezado a escribirlo pero apenas había tenido tiempo. También pasaron a verme la Señora Coates, con el primer cartel promocional de mi libro para que todos pudieran comprarlo un mes después en todas y cada una de las librerías, y mi antiguo compañero de piso Óscar, que se había echado un novio, lo que me gustaba, pues ya no volvería a intentar liarse conmigo.
Poco me importaban en ese momento todas esas personas. Yo estaba esperando a una en particular pero no apareció. Cada vez me encontraba peor. Samuel y yo nos volvimos a quedar solos en la habitación. Poco a poco me costaba más y más respirar. Le hice una seña a Samuel para que se acercase.
-       Te quiero mucho Samuel.
-       Y yo a ti.
-       Recuérdalo. Siempre – de mis ojos brotaban lágrimas – Cuida bien de nuestro hijo
-       ¿Qué dices? – nuestros labios se juntaron una vez más – Vamos a cuidarlo juntos.
Se acercaba el final. Respirar ya me resultaba muy difícil. Me faltaba el aire, todo me dolía muchísimo. Empecé a convulsionar en la camilla y oí una máquina que empezó a pitar.
-       Alexei ¿qué te pasa? – la voz de Samuel sonaba desesperada. Sentí sus lágrimas caer en mi cara – Alexei por favor no me dejes. No te mueras. Alexei te quiero.
Recuerdo aquel día que le dije a Samuel  “Yo también estaré aquí esperando. Por y para siempre porque quiero que el último minuto de mi vida sea contigo”. Nunca imaginaba que nuestro último minuto juntos sería así. Mi vida había cambiado radicalmente en poco tiempo. Iba a publicar mi libro, me iba a casar con Samuel, íbamos a tener un hijo, viviríamos una vida de ensueño. Ahora ya no quedaba nada. Me estaba muriendo. Todos mis planes de futuro se habían ido a la mierda, y sólo una persona era la culpable de todo eso. Mi padre. Encima no había ido a visitarme. Bendito cabrón. Esperaba ser recordado por mis acciones, por todo lo que hice. Esperaba ser un escritor de éxito. Ahora ni siquiera viviría para ver el primer ejemplar de mi libro expuesto en una estantería.
La máquina pitaba cada vez más y más fuerte. Por la rendija del ojo podía ver a la enfermera que venía a intentar ayudarme, tras la llamada desesperada de Samuel. Otra persona se acercaba por la puerta. Por lo poco que me dejaban ver mis ojos vi el reflejo de unos ojos azules idénticos a los míos. Era mi padre. En las manos llevaba un bolígrafo sujeto con una cuerda. Llegaba tarde. Su hijo se estaba muriendo.
-       Alexei quédate conmigo – dijo Samuel agarrándome de la mano.
-       Alexei – ahora era la voz de mi padre la que podía escuchar por mis oídos -. Lo siento hijo. Lo siento de veras – mi padre también estaba llorando, pero ya era tarde.
Era tarde. Aspiré la última bocanada de aire antes de cerrar mis ojos para siempre.
Ya no había nada que remediar. Todo había acabado. Había muerto al lado de dos de las personas a las que más quería. ¿Se arrepentiría mi padre algún día de haber llegado tarde a pedir perdón a su hijo?
Todo el mundo había venido por mí. Pero todo fue en vano.
Había muerto.
Pero sé que en la memoria quedaría el recuerdo de mi vida. El recuerdo de todo por lo que había pasado, pues lo había dejado escrito para que todos pudieran leer la historia.
La historia que me pertenecía a mí. Y a él. A Samuel.
La historia de cómo viví y morí por mi dulce amante.
En este tiempo había pensado que mi historia de amor con Samuel duraría duraría por y para siempre. Pero entonces descubrí que para siempre no dura tanto como yo esperaba.


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Epílogo (7 años después)
Samuel se levantó de la cama en su nuevo piso de Nueva York al que se había mudado hacía poco más de un mes. Por la ventana entraba el ruido de los taxis que asolaban aquellas calles. Calles atestadas de personas, coches y un continuo ruido fuese el día que fuese. Se miró en el espejo que colgaba en una de las paredes de su cuarto. La espesa barba le poblaba con creces su cara, el rubio del que una vez había sido su cabello había empezado a perder su brillo y su color. Las canas habían empezado a salirle de una manera algo exagerada para tratarse de un hombre de 31 años.
Durante toda su juventud había vivido en Princeton pero había estado pensando mucho en ello durante el último año y algo en su interior le decía que aquel (Nueva York) era su verdadero destino. Puede que su cara no fuese la del atractivo adolescente que había sido con anterioridad pero se sentía feliz. Y su sonrisa lo demostraba.
En la mesilla que había al lado de su cama no había más que una lámpara que usaba para leer y una foto que miraba todas las noches antes de irse a dormir. En ella aparecía él, hacía 7 años, con su atlético cuerpo y su rubio cabello de entonces, junto al que fue su novio, y hubiese sido su marido de no haber sido por el desafortunado accidente de coche que sufrió el día que iba a casarse con Samuel.
Esa era la verdadera razón por la que Samuel se había mudado a Nueva York, porque Alexei siempre quiso ir a Nueva York, vivir allí, triunfar y convertirse en uno de los mejores escritores, liderar las listas de ventas importantes como la lista de más vendidos del New York Times, por desgracia Alexei no vivió para ver que su libro había sido uno de los grandes éxitos de los últimos 50 años. Muchos adolescentes del mundo esperarían eternamente una segunda parte de Zerkeliern pero nunca la tendrían. Tras su muerte Samuel habló con la Señora Coates sobre el hecho de publicarlo,  una vez que Alexei murió. Samuel nunca tuvo duda. Era uno de los grandes sueños de Alexei, ver sus libros publicados, siendo comprados, leídos…
Samuel se acercó al armario del que sacó una camisa azul cielo y se la puso. Se volvió a mirar en el espejo. Las ojeras casi le llegaban al suelo pero solía irse a dormir tarde todas las noches para quedarse escribiendo. Cada día que pasaba escribía lo que acontecía en una libretita morada, a modo de diario. Eso mantenía vivo su recuerdo sobre Alexei. De su bolsillo sacó un bolígrafo que colgaba de una cuerda, se subió el cuello de la camisa, se lo colgó del cuello y volvió a colocarse el cuello de la camisa.
Habían pasado ya 7 años desde que Alexei muriese y Samuel nunca se había replanteado el hecho de rehacer su vida. No necesitaba a nadie para ser feliz. Había aprendido a vivir su vida, y disfrutarla pero no necesitaba nuevos novios. Sólo una cosa le hacía sentir más vivo día a día. Sólo una cosa podía hacer que esa sonrisa no desapareciese nunca de su cara.
Samuel  salió de su habitación y abrió la puerta  de la que estaba al lado de la suya. Por la persiana entraban algunos ápices de luz, pero todo estaba en penumbra. Se acercó sigiloso hasta la persiana. La subió lentamente. La luz lo cubrió todo de repente. La habitación no era muy grande, pero tenía un escritorio en el que había un montón de libros de texto del colegio y otros cuantos muchos de lectura. En dos de las esquinas había dos grandes estanterías repletas de libros. Ya no cabía ni una más. Entre las dos estanterías había una cama en la que dormía un precioso niño con pelo negro como el azabache. Se hallaba tumbado de medio lado, y en su pequeña nariz se podían ver algunas de las pecas que decoraban  su carita. Samuel se aproximó con cautela y acercó su cara a la del niño.
-       Alexei – dijo dándole un beso en la mejilla – Eh. Despierta campeón.
-       ¡Buenos días papá! – exclamó el niño que se retorcía entre las sábanas. Cuando el niño abrió sus ojos, Samuel pudo ver su reflejo en el azul del mar de los ojos del niño -.
-       ¿Sabes qué día es hoy?
-       Sí.
-       Feliz cumpleaños Alexei. ¿Dónde quieres ir hoy? Es un día especial, ya cumples 6 años.
-       Quiero ir al parque.
Samuel se encontraba sentado al borde de la cama hablando con su hijo. Le pasaba las manos por su lacio y oscuro pelo mientras escuchaba todas y cada una de las peticiones de su hijo.
-       Pero antes de que vayamos al parque, ya sabes lo que quiero.
-       Sí, lo sé. Espérame aquí.
Samuel regresó a su cuarto y sacó una llave que tenía escondida. Se acercó a uno de los cajones y la introdujo. Dentro de él había una libreta verde con unas letras que rezaban “My Sweet Lover”. Las lágrimas de Samuel brotaron de sus ojos pero se las recogió antes de regresar a la habitación de su hijo.
-       Siempre te prometí que el día de tu sexto cumpleaños te resolvería muchos secretos. Porque te llamas Alexei, porque siempre llevo este bolígrafo colgado del cuello, o qué le pasó a tu otro padre. Aquí está la respuesta – dijo sosteniendo el cuaderno entre las manos. Lo abrió y empezó a contarle a su hijo la historia -. Para empezar te llamas Alexei porque él, tu padre, el que escribió esto…se llamaba Alexei y tú eres su viva imagen, lo supe en cuanto te vi con tus grandes ojos azules. La enfermera preguntó ¿Cuál será el nombre del niño? Y antes de que pudiese acabar, solo mirando a tus ojos, le contesté “Se llamará Alexei, igual que su padre”
-       ¿Le querías mucho?
-       Más que a nada en este mundo. No hay día que no lo recuerde. Pero él sigue vivo en mi corazón, y ese sentimiento se hace más fuerte cada vez que te miro. En este diario escribió por todo lo que pasamos antes de su muerte y ha llegado el día en que debes conocer nuestra historia. Y la tuya.
-       Me gustaría haberlo conocido.
-       Te habría encantado.
-       Pero tú tienes todo lo bueno de él. Sus ojos, su pelo, su gusto por la lectura…Menos las pecas. Esas son tuyas, 100%.
-       Te quiero papá.
-       Yo también te quiero a ti. Mucho – Samuel llevó sus ojos al cuaderno y empezó a leer -. Capítulo 1.
-       Papá olvidas algo – dijo el niño con una sonrisa.
-       Tienes razón -. Se levantó de la cama y se aproximó a una de las estanterías en las que había un Ipod conectado a unos altavoces, le dio al play y una voz femenina empezó a cantar los primeros acordes de Titanium -. Nunca me cansaré de escuchar esta canción.
-       Yo tampoco. Papá…No me dejes nunca.
-       Descuida. No lo haré.
En aquella habitación sólo había felicidad. La felicidad de un recuerdo que viviría en Samuel toda su vida. Pues nada le hacía más feliz que tener a su hijo junto a él día a día. Las pequeñas manos de Alexei se acercaron a las lágrimas de su padre y se las limpiaron. Cuando la dulce y pueril voz del niño susurraron “no llores papá”, Samuel no pudo reprimir una sonrisa. Samuel dejó el cuaderno encima de la cama y fue a mirar por la ventana. Aquello era el sueño de Alexei, vivir en Nueva York, cuidar a su hijo. Samuel puso su mano sobre la ventana. Nunca podría ser más feliz que en ese preciso instante.
Antes de pasar al capítulo 2 Samuel se volvió a acercar a la cama para abrazar a su hijo fuertemente. Tras aquel día de hacía siete años, nunca pensó que volvería a decir esa frase. Pero la diría todos los días de su vida. Todos y cada uno hasta que su vida tocase a su fin.
“TE QUIERO ALEXEI RIVER”



                                                                                          FIN!!!!!


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Pues, ¡se terminó! ¿Os ha gustado? Espero que sí. Tenía que ser así desde el principio sabía que ese iba a ser el final y a mí personalmente me ha parecido precioso. En cuanto a futuros proyectos. Si estas semanas de exámenes en algún rato libre tengo ganas de escribir entradas cortas lo escribiré y os lo haré saber. ¿Es este el final de My Sweet Lover? Pues....tengo una gran noticia para los que amáis la historia. Hay varias anécdotas que aún siguen en mi cabeza pero no me encajaban en el eje principal de la historia. Alguna historia de Alexei en la universidad, los últimos capítulos desde diferentes puntos de vista... En fin, no sé. Me ha encantado escribirlo. Si no queréis más quedarán en mi cabeza. Y bueno, habrá más proyectos, aún quedan muchas historias en mi  cabeza que quieren ser contadas y espero que vosotros esteis ahí conmigo para leerlas. Muchas Gracias.

PD: para aquellos que os lo preguntéis...No, Wicked no es una canción que haya inventado yo para esta historia (me gusta escribir pero varias veces intenté conseguir letras de canciones y fue algo nulo) sino que se trata de una canción original de BoyEpic un chico de Youtube que se dedica a hacer covers de canciones y de vez en cuando canciones originales (podéis echarle un vistazo a su canal https://www.youtube.com/channel/UC96VxBGUWaq-VzRQ6kPGn4Q); pero me encanta la canción y me parecía guay que fuese como si Samuel la hubiese escrito personalmente. En el apartado música de arriba, iré subiendo las canciones que suenan en cada uno de los capítulos por si os apetece escucharlas.

viernes, 9 de mayo de 2014

Capítulo 15 de My Sweet Lover

Sólo queda una semanita para el desenlace de la historia. Espero que os esté gustando. De no ser así no pasa nada. Ya lo he anunciado en twitter pero lo hago también por aquí. Después del viernes que viene cuando se suba el último capítulo habrá un parón por exámenes en el blog. En junio volveré con las pilas cargaditas y estoy pensando en publicar entradas con cosas que me pasen día a día y que me inspiren y también un fanfiction de Harry Potter centrado en la historia de los 4 fundadores de Hogwarts y....¡Atención! la instauración del primer Torneo de los Tres Magos. Os dejo con el capítulo 15:

Capítulo 15
Quedaban menos de 24 horas para la boda. La última semana se me había pasado demasiado lenta, aun habiéndola pasado  preparando todo para que todo saliese a pedir de boca. Sentía mariposas en el estómago, habitualmente esa sensación se siente  cuando te enamoras de alguien. ¿Sentí yo eso la primera vez que vi a Samuel? Pues la verdad no lo sé, pero si sé que es lo que siento al verlo  ahora. Siento magia en sus ojos, en su mirada, en sus labios… Me hacía sentir más vivo que nunca.

La ceremonia empezaría al día siguiente a las 11:45. Eran las 20:00 y me encontraba en la casa de Samuel. Su madre estaba en mi casa, preparando con mi madre otros detalles. Se habían conocido hacia poco pero parecía que se conociesen de toda una vida. Seguro que estaban las tres, ella, mi madre y Valerie hablando de vestidos, zapatos, joyas y todas esas cosas que tanto les gustan a las chicas. Mientras, yo estaba con Samuel disfrutando de nuestra última tarde-noche como solteros. Nuestras respectivas madres, y en mi caso además mi hermana no nos dejaron, por otra parte, aprovechar de nuestra mañana. ¿Por qué siempre están las mujeres tan preocupadas con la ropa? Tanto su madre, como la mía creían que por alguna razón del universo nuestros trajes se habrían quedado pequeños, cortos, o se hubiesen manchado. Mi respuesta  fue “Mamá no ha salido del armario (no, esto no tiene ninguna connotación, hablaba del traje) ¿cómo va a haber encogido?” y su respuesta fue “Mejor prevenir que curar”. ¿Por qué  os cuento esto? Yo estaba con Samuel y nuestro romance.

-       ¿Sabes que en menos de veinticuatro horas seremos…?
-       No digas marido y marido, porque no hay frase que más gracia en todo el mundo que esa – le interrumpí antes de que pudiese acabar la frase. Samuel me miró raro -. A ver obviamente estoy orgulloso de que nos dejen casarnos y todo eso, pero debes admitir que la frase es graciosa.
-       Vale, sí lo es – antes de acabar la frase sus labios se juntaron con los míos. Después sus manos acariciaron suavemente mi pecho desnudo. Me gustaba la sensación de sentir su tacto en mi piel. – Oye, siempre lo hemos hecho de la misma manera. ¿Qué tal si probamos algo nuevo?
-       Samuel no me digas estas cosas. No quiero enterarme de que mi novio es un amante del sado el día antes de mi boda – hice una pequeña pausa y luego continué -. Reserva algo de romanticismo para cuando nos casemos.
-       No quería decir eso – cuando le miré a los ojos comprendí lo que quería decir.
-       ¿De verdad quieres?
-       He estado pensando y… no puedo saber si no me gusta si no lo he probado.

Me sentía raro en esa nueva posición. Habitualmente era Samuel el que se tumbaba en la cama y yo… bueno podéis imaginarlo. La sensación era algo distinta, pero me gustaba. Aunque me sentía estúpido. ¿Y si no le gustaba la manera en la que lo estaba haciendo? ¿Y si le estaba haciendo daño? Él no parecía quejarse, con lo cual debería estar haciendo bien mi labor. Me miró a los ojos y me dedicó una sonrisa. Sus labios formaron una palabra. Dos, más bien. “Te Quiero”. El brillo verde de sus ojos me sacó de mi ensimismamiento y me recordó todo lo que sentía al ver reflejadas mis pupilas en las suyas. Me acerqué a su cara para besarlo una última vez. Después de eso los dos estábamos tumbados en su cama. La fina tela de las sábanas era lo único que separaba nuestra desnudez del mundo real. Era nuestra barrera.

-       Podrías quedarte a dormir.
-       ¿Qué dices? Da mala suerte dormir con el novio la noche antes de la boda. Y estuve a punto de ver tu traje cuando llegué. No tentemos más a la suerte.
-       Gillopeces. ¿Enserio te crees esos cuentos de viejas? Además – añadió – la tontería del vestido es con las novias. Entre gays no importa.
-       Tú cree lo que quieras.
-       ¿Enserio no te quedas?
-       No. Samantha iba a ir a casa a enseñarme su vestido de dama de honor, y mi madre empezará a alterarse si no aparezco pronto. Te dejaré descansar y mañana nos veremos frente al…– iba a decir altar, hasta que me di cuenta que en los juzgados no hay altar, sólo una mesa. Tras mi pausa continué – Bueno nos veremos allí.
-       Te echaré de menos – exclamó dándome un cachete en el culo, cuando me agaché a recoger mis cosas. Cuando acabé de vestirme me acerqué a besarlo una última vez antes de irme -. Te quiero Alex.
-       Casi nunca me llamas Alex. Pero yo te quiero más Samuel.
-       Casi nunca me llamas Samuel…

Salí de su habitación riendo a carcajadas mientras él seguía riéndose tumbado en su cama. Agarré el pomo de la puerta, pero alguien más lo estaba haciendo girar.

-       Alexei, cariño ¿ya te vas? – preguntó la madre de Samuel.
-       Sí. Se me hace tarde. ¿Qué tal la merienda con mi madre y mi hermana?
-       Perfecta. Me ha encantado estar con ellas. En fin, ha sido un placer volver a verte. Mañana es el gran día. Creo que mi hijo no podría haber encontrado a nadie mejor.
-       Yo tampoco podría haber encontrado a nadie mejor que a Samuel. Es el hombre de mi vida.

Llegué a la calle habiendo dejado a mi novio riéndose en la cama y a su madre dedicándome una de las mayores sonrisas que había visto en toda mi vida. La desgraciada vida que tenía hace unos cuatro años, había dado un cambio radical. Ahora era perfecta. No encontraba nada que pudiese hacerme bajar de esa nube. 

Cuando llegué a mi casa allí estaban mi madre, mi hermana y la pobre Samantha esperándome. Me dijo que estuvo llamándome. Saqué el móvil de mi bolsillo y lo comprobé. Pues era verdad. Tenía 4 llamadas perdidas suyas. Yo y mi manía de llevar siempre el móvil en modo silencio. Mi madre me dijo que debería ponerlo en modo vibración, pero cuando lo llevo en el bolsillo soy incapaz de sentir la vibración del teléfono, así que no solía funcionar en mi caso.

Samantha se levantó del sofá en el que estaba sentada. Debería haberme dado cuenta de que la ropa que llevaba puesta no era la ropa con la que ella solía vestir. Llevaba un precioso vestido rojo del color de la sangre.

-       ¿Bueno qué? ¿Te gusta? -  me preguntó con una gran sonrisa en la cara.  
-       Sí, me encanta. Es precioso. Pero debería gustarte a ti, no a mí.
-       Alexei ¿dónde tienes la cabeza? Soy tu dama de honor. Y me pediste expresamente que mi vestido fuese rojo.
-       Mierda, es verdad. Se me había olvidado por completo.
-       Hombres – dijeron ella y mi madre a la par.

La verdad es que Sammy era una chica muy guapa. Podría haberme planteado salir con ella, pero era imposible, si las cosas hubieran sido diferentes y a mí me hubiesen gustado las chicas no dudo que le habría pedido salir en más de una ocasión. ¿Habría declinado ella mi oferta? Lo más posible es que sí. Las tías tienen esos códigos por los cuales no pueden enamorarse de un chico que es su amigo, o con el que tienen muchísima confianza. O quizás me lo estaba inventado todo. Es posible.

-       Hay que aprovechar ahora que todavía no se nota – sus manos acariciaron el vientre en el que descansaba “nuestro hijo”. Porque sí, de alguna manera era mi hijo con Samantha. Aunque ella solo era la madre biológica. Todos los cargos caerán sobre mí. – Sabes es curioso. Hubo un tiempo en que realmente pensé que tendríamos un hijo juntos pero nunca pensé que sería de esta forma.
-       Qué curioso – había dicho eso en voz alta. Mierda -. Quiero decir que, no sabía que pensases eso. Habría sido gracioso. Tu vestido es precioso. Y te queda genial. Es justo del color que había imaginado.

Así que Samantha también lo había pensado en algún momento. La idea de nosotros dos juntos vino a mi cabeza. Era algo muy raro. La tarde, la noche más bien, transcurría y mi madre seguía sacándonos comida. Era ella la preocupada porque no me entrase el traje, pero parecía que quería ver su miedo hecho realidad. Madre mía, parecía un buffet libre. Mi madre había preparado todas sus especialidades. Por desgracia mi estómago estaba lleno y eso que no había comido nada. Pero los nervios habían acabado con todas mis ganas de comer. Por lo visto había tenido el efecto contrario en Valerie y Sammy. Como decía mi madre “parecía que nos les habían dado nunca de comer”.

Una hora después, tras la cena que se comieron entre las tres, hablar de nervios, de cómo organizaríamos todo al día siguiente, y otra infinidad de temas, la conversación acabó degenerando en alguna mala serie de televisión para mujeres. Me despedí de Sammy que ya se iba y les di las buenas noches a las tres. Aun en el umbral de la puerta seguían hablando…dos mujeres… esto podría llevar horas. Me desearon buenas noches y subí por las escaleras.

Entré en mi cuarto. No sé porque me dio por ponerme a recogerlo. Estaba todo patas arriba. ¿Qué haría cuando Samuel y yo viviésemos juntos? ¿Algún día pasaría eso? Íbamos a casarnos, íbamos a tener un hijo juntos pero nunca habíamos hablado de convivencia. ¿Cómo se supone que íbamos a cuidarlo? Mi estómago empezó a arder y mis tripas se convirtieron pronto en un estruendo parecido al que causa un terremoto al impactar en una ciudad llena de grandes ciudades. Serían los nervios de la boda. Continué con mi labor  poniendo cada cosa en su sitio. Saqué todos mis libros de la estantería y por alguna extraña razón me dio por redistribuirlos. Los organicé en la estantería por saga, altura, color, y cuanto me había gustado, lo que me llevó bastante tiempo. Algunos incluso quedaron metidos un poco a presión. Tenía tantos libros y tan poco espacio… En el escritorio había otra pequeña montaña. En ella estaban todos mis preferidos. Y en lo alto el primer ejemplar de Zerkeliern. El simple hecho de tocarlo me parecía un sueño. De hecho me pellizqué varias veces después de sostenerlo entre mis manos para asegurarme de que no estaba viviendo en un sueño.                                                                
Llevé mis manos al cajón del escritorio, sostuve el agarrador en mis manos y empujé el cajón hacia mí para abrirlo. Allí estaba el cuaderno verde con las grandes letras blancas coronando la portada. My Sweet Lover. Tenía que escribir todo por lo que habíamos pasado la última semana, pues antes no había tenido tiempo y como no tenía sueño ¿Qué otra cosa podía hacer? Mis manos se acercaron al bolígrafo que colgaba del cuello y mis dedos se enlazaron entre cada centímetro del instrumento. Sabía de sobra que la tinta estaba agotada, pero no podía descolgármelo. Mañana lo llevaría por dentro del traje. Ha sido como un amuleto para mí todo este tiempo. Volví a abrir el cajón y saqué uno de los bolígrafos que había dentro para ponerme a escribir pero antes de que pudiese hacer nada, mi móvil se puso a sonar en algún lugar de la habitación. Rebusqué un poco y cuando conseguí agarrarlo me dispuse a descolgar y contestar, hasta que vi el nombre que rezaba en la pantalla. “Papá”. Antes de hacer otra cosa colgué y me volví a sentar en la silla de mi escritorio. El móvil volvió a sonar otras dos veces pero no lo cogí. Cuando conseguí que se callase metí la clavija de los auriculares por el agujero y puse música en mi móvil. Era una de las cosas que más me relajaban a la hora de escribir.

Cuando me di cuenta eran las 3 de la mañana. Me moría de sueño. Debería irme a dormir o mañana parecería un zombie con mis ojeras. Me desnudé. Me puse unos calzoncillos y una camiseta limpios y me metí en la cama. En invierno es muy reconfortante estar dentro de ellas, pero en verano es lo peor que pueda haber. A pesar de tener la persiana levantada y la ventana abierta de par en par hacía un calor abrasador. A grandes males, grandes remedios. Eché las sábanas para atrás (sí había deshecho la cama para nada) y empecé a dar vueltas en la cama. No sé cuánto tiempo tardé en dormirme. Tal vez ¿15 minutos? ¿20? ¿Quién sabe? Lo que sí sé es el último pensamiento que tuve antes de dormir. Y tenía nombre y apellido. Samuel Everett Corshion.

Me gustaría decir que me desperté pero sería mentir. Eran las 8.00 cuando mi hermana me despertó. Me empezaron a meter prisas y yo ni siquiera recordaba mi nombre. Es verdad. La boda. Quedaban unas tres horas. Debía prepararme. Casi me empujaron hasta la ducha. Por suerte conseguí que me dejaran desnudarme, entrar y enjabonarme a mí solo.
Abajo en la cocina mi madre me había preparado huevos con beicon para desayunar. Con tostadas. El desayuno preferido de mi padre. Hablando de mi padre, no le había contado a mi madre que me había llamado tres veces. Y ahora no era el momento. Estábamos todos de los nervios. Ya se lo diría después de la boda.
Sonó el timbre. Seria Samantha. Conociéndola se habría pasado ya vestida y todo a ayudarme con el traje y todo lo demás. La sorpresa me la llevé cuando abrí la puerta y no me encontré a Samantha. Era… Bryan. Mi primer compañero de cuarto del programa especial de la Universidad de Oxford. Es verdad, mi madre iba a ir a casa de Sammy a peinarse, la una a la otra, lo oí la otra noche cuando subía hacia mi cuarto y cuando ellas hablaban en el umbral de la puerta.

-       ¿Bryan qué haces aquí? – mis palabras quedaron ligeramente silenciadas después de nuestro abrazo.
-       He venido a tu boda tío. Tú me invitaste ¿recuerdas?
-       No, idiota. Digo aquí, en mi casa.
-       Llegué con unas horas de antelación y no iba a ir al juzgado directamente. Pensé además que necesitarías algo de ayuda. Y yo soy un experto en usar trajes y peinados – la verdad es que llevaba el traje perfecto. Era de un tono crema y su corbata hacia juego con la que yo llevaría, de un tono azul clarito. Su pelo iba 100% engominado pero me gustaba el estilo que había conseguido. Estaba muy guapo la verdad.
-       Oh mierda – escuché decir a mi hermana que acababa de entrar en la cocina mirando su reloj -. ¿Mamá estás lista ya?
-       Ya voy.

Las dos se iban a casa de Sammy a que ella las peinase. Mi madre iba guapísima con su vestido rosa fucsia. Llevaba el pelo mojado como recién lavado.

-       Alexei te veremos en el juzgado, ya sabes cómo somos las mujeres.
-       No sé preocupe señora yo cuidaré del pequeño Alex – exclamó Bryan enmarañándome el pelo.
-       Está bien. Os quiero.

Mi madre  y mi hermana salieron por la puerta y yo subí con Bryan por las escaleras de camino a mi cuarto. ¿Eran las 10 ya? Iba un poco pillado de tiempo. Bryan sugirió que debería desnudarme para ponerme el traje. Tardó en darse cuenta de que las 5 semanas que compartimos aquella habitación era él el que salía del baño con poco más que una toalla y yo salía completamente cambiado. Pero no tenía tiempo de andarme con tonterías. Me cambié de ropa interior y empecé a vestirme ayudado de Bryan.

-       No te preocupes. Es más fácil de lo que parece.
-       ¿Tú crees? – mis manos intentaban abrochar el botón del pantalón pero no lo conseguían.
-       No lo creo – me apartó las manos, agarró las costuras del pantalón y consiguió abrochar el botón en menos de dos segundos -. Lo sé.

También fue Bryan el que me ayudó con el nudo de la corbata, algún botón de la camisa y además forcejeé con él un poco, pero finalmente conseguí convencerle de que me dejase llevar puesto mi bolígrafo. Menos mal que había venido ¿Lo habría conseguido sin él? Me tranquilizó diciéndome “Todo saldrá bien, no te preocupes”. Me hizo sentarme en la silla de mi escritorio para así poder peinarme con mayor facilidad. Después de 10 minutos y medio bote de gel fijador para el pelo, lo había conseguido estaba preparado. Pero llegaba tarde. Eran las 10.52 cuando acabamos.

El  juzgado estaba a unos 10 minutos de mi casa andando. Salimos a toda prisa y gracias a dios mi madre había dejado el coche aparcado. Ya pensé que llegaría al juzgado con el traje como si fuese la equipación de un equipo de fútbol tras un partido de 90 minutos. Bryan se montó en el asiento del piloto y yo en el del copiloto. No pasaba nada si llegaba 2 o 3 minutos tarde. Esperaba que Samuel no se preocupase mucho.

Estábamos parados en un semáforo a dos manzanas del recinto. El reloj del coche de mi madre marcaba las 10.57. Mi móvil las 10.59. Bryan arrancó cuando se puso en verde. Entonces mi móvil volvió a sonar, esperaba que fuese Samuel pero volvía a ser mi padre. Una parte de mí pensaba que debía cogerlo.

-       ¿No vas a cogerlo?
-       No, es mi padre. Y ya sabes lo que pasó.
-       Vamos Alex cógelo.
-       No quiero cogerlo.
-       Cógelo tío – una de las manos de Bryan soltó el volante e intentaron agarrar mi móvil para agarrarlo y sus ojos me miraban. Intentaba forcejear conmigo – Tío debe ser importante si te ha llamado varias veces.
-       No pienso cogerl…- antes de poder contestar escuché un fuerte pitido y sentí toda la presión del mundo ejerciéndose sobre mí.

Lo último que recuerdo es un fuerte golpe.

Después de eso todo se volvió oscuro.

En alguna parte un hombre que quería hablar con su hijo no cejaba en su empeño y seguía llamando sin descanso.

Sin embargo su hijo no contestaría al teléfono.

No podía hacerlo aunque quisiera.

Porque su hijo…

Estaba inconsciente.