Este primer capítulo es cortito y rompe un poco con los esquemas de los chicos adorables, pero me apetecía tanto escribirlo... Es posible que esta misma tarde tengáis también el primer capítulo de "Los cuatro fundadores y el Torneo" que se tratará de un fanfiction de Harry Potter, que para aquellos que me conozcan saben que me encanta. Tengo otros dos proyectos pero de esos me guardo la exclusividad, espero que un día podáis leerlo en vuestras casas porque lo hayáis comprado en las librerías, es una escritura más profesional, con mundos creados enteramente por mí. Recordar el nombre de Christopher T. R. pues un día podréis comprar sus libros. Sin más dilación aquí os dejo este episodio. Algunos lo vais a amar porque me habéis pedido capítulos de este tipo, otros lo odiaréis pero esto estaba en mi cabeza y tenía que hacéroslo saber:
Capítulo
1
Vacaciones de verano.
Princeton. Que ganas tenía de poder volver aquí. Seguro que Samuel me estaba
esperando en el aeropuerto. O quizá no. Pensé en todo lo que tenía que hacer
ese verano. Era mejor no pensar en ello. El Señor Grint me estaba empezado a
presionar para que escribiese más de Zerkeliern, o que escribiese sin más.
Allí estaba cuando bajé
del avión. Su atlético cuerpo, sus cabellos dorados cuál rayos de sol, y sus
ojos verdes como el jade esperándome con los brazos abiertos. Agarré con
fuerzas la maleta y eché a correr hacia él como un niño chico. En cuanto lo
alcancé solté la maleta y nuestros cuerpos se fundieron en un prolongado
abrazo.
- Te he echado de menos Alexei.
- Y yo a ti Sam.
En el viaje de vuelta a
casa estuvimos hablando largo y tendido de todo lo que nos había pasado estos
últimos meses que habíamos estado separados, a pesar de que hablásemos todos
los días por teléfono. Me preguntó por como llevaba la escritura. No quería
mentirle así que le dije la verdad, que estaba escribiendo pero que veía
difícil conseguir lo que el Señor Grint quería. Cuatro años para escribir un
libro, con clases de por medio es difícil, pero no imposible. Y casi siempre
consigo lo que me propongo así que no pensaba rendirme tan pronto.
En casa mi madre y mi
hermana me estaban esperando con un buffet libre en el que podía comer lo que
quería. Mi madre había invitado a Sammy también.
Se sentía bien estar en
casa. Siempre sienta bien volver al hogar, a tus raíces. Saber que iba a estar
tres meses aquí en Princeton pudiendo pasar tiempo con mis amigos, mi hermana,
mi madre… ¡Era genial!
En el equipo de música
que mi madre tenía conectado, sonaba “The Way” de Ariana Grande y Mac Miller.
Adoro esa canción. -¿Podría ir mejor mi vida?
Mi hermanita parecía
querer saberlo todo sobre los libros que iba a escribir, sobre sus personajes y
todo el mundo que había creado. Incluso llegó a preguntarme cuando lo
publicaría. Es algo que lleva mucho trabajo y no se consigue así como así.
La cena duró bastante.
Samuel me convenció para que fuese a dormir a su casa, pues su madre no estaba
y llevábamos demasiado tiempo sin…bueno, ya me entendéis. Me despedí de mi
madre y de mi hermana con dos besos. Acompañamos a Sammy hasta su casa y luego
emprendimos el camino hasta la casa de Samuel.
Era una noche un tanto
fresca. Vale, es mentira. Solo fingí tener frío para que Samuel me abrazase.
Sentir otra vez el tacto de sus manos sobre mis brazos me dio una gran
satisfacción.
Tardamos quince minutos
en llegar a su casa, pues nos parábamos todo el rato para besarnos, abrazarnos,
decirnos cuanto nos habíamos echado de menos… En fin, lo que una pareja que se
ve tres veces al año suele hacer ¿No creéis?
Apenas habíamos
llegado y ya estábamos en su cuarto. Me
tumbé en su cama. El lugar donde empezó todo. Los colores de los muebles de su
habitación me estaban volviendo loco. Mi vista estaba demasiado cansada como
para poder distinguirlos todos bien.
Le pedí a Samuel que se
pusiese su camiseta de quarterback. Me ponía mucho verle vestido con aquella
camiseta, pero me dijo que me tenía una sorpresita preparada y que lo de la
camiseta tendría que esperar.
Tengo que reconocer que
me daba algo de miedo lo que podría tenerme preparado.
- ¿Samuel? – lo llamé, pero no conseguí una
respuesta
¿Qué estaría haciendo en
el baño? Pensé en ir desnudándome en lo que aparecía, pero sabía cuánto le
gustaba hacerlo a él, lentamente, besándome el pecho… Si no llegaba en menos de
un minuto no sabía si podría aguantar.
- ¿Te acuerdas de lo que hablamos un día que
nos gustaría probar? – le oí decir desde su baño.
- Pues… no sé, hemos hablado de muchas cosas
que nos gustaría probar.
Oía como se acercaba.
Algo en sus pies hacía ruido cada vez que daba un paso. ¿Cómo es eso posible?
Se había quitado las zapatillas en cuanto entramos por la puerta. Sonaba como
algo parecido a la goma. Empezaba a darme cuenta de que era eso que “nos
gustaría probar”.
- Hola nene.
Estaba en el umbral de
la puerta de su cuarto. Pero era difícil saber que era Samuel. Lo único que lo
hacía claro era su pelo rubio. Lo que me encontré allí era a un chico atlético,
vestido completamente con ropa de cuero. Llevaba un chaleco de cuero que dejaba
al aire sus fornidos brazos. La ropa interior negra se le pegaba más de lo
habitual. Sabía lo que había allí debajo pero al llevarlo tan apretadito
parecía que lo que escondía era más grande que un basilisco. Seguí bajando mi
mirada. Allí estaba la respuesta a mi pregunta. Llevaba hasta botas de cuero.
En sus manos sujetaba unas esposas y su llave. Intenté vislumbrar su rostro,
pero lo único que se podía ver era sus blancos dientes en una sonrisa
delimitada por su barba de tres días y un destello verde que brillaba con más
intensidad a través del antifaz negro.
En alguna ocasión
habíamos mencionado que no nos importaría probar el sado, pero ahora que lo
veía así… A ver no nos engañemos, me ponía a 100. Quizá a 1000 con ese atuendo.
Pero había algo que no me convencía en todo aquello.
- Estás loco Samuel.
- Sé que te encanta, idiota.
No le faltaba la razón.
Dejó la llave de las esposas encima de la mesilla de noche y se acercó a mí
lentamente. Si quería jugar, íbamos a jugar. Me retiré un poco, con tan mala
suerte que mi cabeza se encontró con el cabecero de su cama. Creo que debería
escribir un libro titulado “1001 maneras de acabar con el morbo, según Alexei
River”
Samuel me besó con
pasión y fuerza. Antes de nada le dejé claro que no iba a humillarme, ni iba a
ser su esclavo ni nada de eso. Gracias a dios esa no era su idea. Lo del cuero
no era más que parte de un juego sexual para ponerme cachondo y pasarlo bien un
rato.
Me quitó la camiseta. Me
agarró de las manos, me levantó de la cama y me sentó en una silla. Ahí
empezaba el juego. Llevó mis brazos hacia atrás del respaldo de la silla y me
puso las esposas. Ya no podría hacer nada más con mis manos. Estaba a su
merced. Y me gustaba.
Sus movimientos a mi
alrededor eran la cosa más sexy que había visto nunca. Parecía que estuviésemos
en un club de strippers en una despedida de soltero y yo fuese el novio al que
sacan al escenario para pasarlo mal un rato. Abrió sus piernas y rozó su cuerpo
con el mío llegando a sentarse en una ocasión, encima de mí.
Sus manos se encontraron
con mi pecho. Lo acariciaba suavemente. Tocaba cada centímetro de mi torso
desnudo. Se acercó a mi cuello y empezó a besarlo con pasión. Cada vez lo hacía
más fuerte. Y cada vez me gustaba más. Seguía sentado encima de mí pero sus
besos bajaban poco a poco. Besó mis pectorales, mis pezones, el ombligo y
parecía que iba a seguir bajando pero se levantó. Sus manos empezaron a
desabrochar los botones del chaleco. De haber tenido mis manos sueltas creo que
estaría recogiendo mis babas con la yema de mis dedos.
Dejó caer al suelo el
chaleco y con ello su torso al desnudo. Se acercó a mí y como había hecho él,
anteriormente, me aproximé a besarlo. Cada centímetro de su torso me hacía
sentir vivo. Yo seguí la dirección inversa y fui subiendo con mis besos hasta
encontrarme con sus labios.
Ahora llegaba el
problema. Me pidió que le quitase la ropa interior, pero no tenía manos con lo
que hacerlo. Segundos después me sorprendí a mi mismo bajando aquel calzoncillo
negro de cuerpo poco a poco con mi boca, ayudado por sus manos. Todos os podéis
imaginar lo que pasó mientras él estaba desnudo y yo frente a él, sin manos con
las que poder actuar.
En una ocasión iba a
quitarse el antifaz pero le dije, o al menos lo intenté, que no se lo quitara.
Los hombres de antifaz me causan mucho morbo.
Se aproximó a por las
llaves y abrió las esposas. Me las iba a quitar, pero él me lo impidió. El
juego no había terminado. Él me bajo los pantalones y la ropa interior hasta
que quede completamente desnudo. Volvió a abrochar las esposas y se sentó
encima de la cama, esperándome.
Sabía lo que quería que
hiciese. Me subí a la cama como buenamente pude y mirándole a los ojos me senté
encima de él. Unos segundos después los dos seguíamos el compás de nuestro
movimiento. Repetiría aquello mil veces más si fuese necesario.
Nuestros gemidos fueron
mucho más fuertes de lo habitual aquella noche. Cuando acabamos me tumbé encima
de la cama. En mi rostro se podía ver todavía mi cara de placer. Samuel me
quitó definitivamente las esposas y me preguntó:
- ¿Te ha gustado?
- Me ha encantado, mi héroe enmascarado. No te
lo quites aún – le dije – el juego no ha terminado.
No me gusta mentir a mi
madre, pero esa noche lo había hecho. Le dije que iba a dormir a casa de
Samuel.
Pero no dormimos.
Porque aquella noche…
Éramos uno.
Después de toda una historia de amor, de esas que consiguieron que vomitara arcoiris... ahora me vienes con este capítulo? Anda que...... ESTO TENDRÍA QUE ESTAR EN LA HISTORIA!
ResponderEliminarEstaba en mi cabeza, pero nunca me encajó dentro de la historia. Igual, nunca es tarde si la dicha es buena y aquí está.
Eliminar