Capitulo 1
La semana transcurrió con los cuatro fundadores de Hogwarts ultimando
los últimos detalles para el día siguiente, el día en que los alumnos volverían
a pasar las puertas del castillo esperando a ser instruidos un año más en el
arte de la magia. No olvidaron que en menos de una hora el Ministro de Magia
llegaría a las lindes del castillo para hablarles de aquello que se estaba
preparando y de lo que los fundadores no tenían la más remota idea.
La rechoncha figura de Helga era fácilmente reconocible a través de su
vestido de un color amarillo como el de la miel. El borde de su vestido se
arrastraba por el suelo. Salió del Gran Comedor para acercarse a las cocinas.
Allí cerca estaba la Sala Común de su casa, o eso se decía por los pasillos de
Hogwarts, nadie que no fuera de Hufflepuf sabía exactamente su ubicación. En
realidad, salvo alumnos electos, o que tuviesen amigos de otras casas se
preocupaban por la ubicación de las salas comunes de las demás casas.
La mujer regordeta entró en la cocina y se acercó hacia las figuras de
los elfos.
-
¿Qué
tal lleváis el banquete para mañana?
-
Va
viento en popa nuestra gran señora.
-
¿Y la
cena preparada para el Ministro?
-
Estará
en la mesa en menos de una hora y media, lo prometemos.
-
Gracias
Wayline – dijo educadamente la mujer, dirigiéndose a la elfina.
-
Sólo
quería asegurarme de que todo iba bien.
*****************
Godric se hallaba en los jardines del castillo junto al celador, Jeremy
Steel, para ayudarle en la limpieza de los alrededores. Godric siempre
aprovechaba cualquier momento para separarse de los demás y tomarse un momento
de descanso. Además, Jeremy no se caracterizaba por ser una persona muy
habladora, por lo que podía pasar tiempo con otras personas, sin necesidad de
tener que hablar de nada. Aunque no faltaban las ocasiones en que Godric
intentaba que el callado celador de Hogwarts le dedicase algunas palabras.
-
Le veo
algo triste en esta calurosa noche de verano, Jeremy. ¿Le ocurre a usted algo?
-
No
señor.
-
Mañana
los pasillos del castillo volverán a estar infestados de jóvenes chicos y
chicas que irán de aquí para allá.
-
Sí, que
bien – contestó perezosamente el hombre.
-
Sabe
que en el fondo le caen bien esos chicos. Si ve a los demás dígales que he ido
a tomar un poco de aire fresco.
-
Claro,
señor.
Godric empezó a caminar. Pasó por la torre del patio del reloj. El
puente en el que siempre se paraba a observar el cielo y llegó al cementerio de
piedra. Una zona de césped en la que se encontraban varias pilas de piedra. El
Ministro llegaría en menos de una hora pero al hombre no le apetecía lo más
mínimo estar en una reunión. ¿Qué es lo que estaría planeando el Ministerio?
Godric era un hombre de gran moral, no le gustaba que los alumnos perdiesen
tiempo de su educación en «tonterías».
No quería juzgar sin saber qué era lo que tenían en mente, pero a no ser
que fuera una razón de peso, Godric estaba decidido a negarse a aquello que el
señor Watters tuviese entre manos.
Ya había anochecido y el ministro todavía no había aparecido. Godric se
llevó la mano a su barbilla y se rascó con suavidad la frondosa barba. Ahora
que lo pensaba, Godric no había leído nada de la manera en que llegaría el
ministro. A lo mejor usaba la red flú y él estaba allí esperando por si se
aparecía. «¿Cómo he podido ser tan idiota?», pensó.
Se dio la media vuelta para emprender su regreso al castillo cuando oyó
un ruido tras de él. Ese sonido y la manera en que el aire se había agitado,
solo podía significar una cosa. Se giró y vislumbró dos figuras que se
aproximaban hacia él con paso lento, sin ninguna prisa.
-
Buenas
noches Godric, magnífica noche de verano la de hoy – comentó la voz masculina.
-
Buenas
noches Ministro. Buenas noches… - su mirada se paró ante la figura de la mujer
que acompañaba al ministro, sin embargo, no conocía su nombre. Se quedó callado
esperando a que alguno de los dos pudiese completar la frase por él.
-
Oh,
presentaciones. Godric te presentó a la nueva jefa del Departamento de la
Cooperación Mágica Internacional la señorita Eleanor Smiths. Eleanor – dijo dirigiéndose
a la mujer rubia – supongo que ya sabrás quién es él.
-
Godric
Gryffindor, es un placer conocerle por fin – la mujer tendió su mano que se
encontró segundos más tarde con la de Godric.
-
Con que…
Nueva jefa del Departamento de la Cooperación Mágica Internacional del
Ministerio de Magia. ¿Qué le ha pasado al viejo Sebastianus?
-
¿No se
ha enterado? Supongo que no habrán tenido mucho tiempo para leer los
periódicos. El señor Andrews murió hace dos días. La pobre Lilyan se encontró su
cuerpo sin vida en la cama cuando llegó a casa dos noches atrás. Y por eso, -
exclamó tras una breve pausa para respirar -
nos hemos visto en la obligación de nombrar a un nuevo jefe, jefa en
este caso, que se haga cargo de la oficina. Una terrible pérdida.
-
Esperemos
que la señora Smiths esté al nivel de su antecesor.
-
No se
preocupe, estaré – una gran sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer.
No parecía muy mayor, pero tampoco muy joven. Según el criterio de
Godric tendría unos 40 años, o esa es la conclusión a la que llegó al ver las
arrugas que se le dibujaban a la mujer en la cara cuando le dedicó aquella
sonrisa.
En el corto camino que les separaba desde los terrenos hasta el castillo
el ministro no dejaba de hablar continuamente. Sin embargo, Godric decidió que
no había que coartar al ministro, por lo que le dejó expresar sus pesares con
total libertad. En su largo monólogo, pues ni siquiera su compañera, la señora
Smiths intervino mencionó unas tres veces, o al menos que Godric se diese
cuenta, un «acontecimiento que pasaría a ser una leyenda del mundo de la magia
y que dotaría a la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería de gran prestigio».
Godric no quería saber que era antes que sus compañeros así que se limitó a
asentir.
Finalmente se vio obligado a intervenir cuando el ministro le preguntó
por las expectativas del nuevo año escolar y los nuevos alumnos. Como era
habitual el día siguiente llegarían todos sus antiguos alumnos y una gran
cantidad de niños y niñas de 11 años que iniciarían sus estudios. Otro año más
Godric, Helga y Rowena tuvieron que forcejear contra Salazar que creía que los
alumnos de Hogwarts debían ser hijos de brujas y magos. Godric y las mujeres no
lo veían así. Cualquiera que poseyese el don de la magia sería aceptado en la
escuela y sería formado para convertirse
en un gran mago y/ o bruja.
Jeremy estaba en la puerta esperándolos. Se había puesto sus mejores
galas. En ese momento llevaba una elegante túnica azul turquesa que hacía juego
con sus ojos azules. Tanto el ministro como su acompañante lo saludaron con un
educado «buenas noches», sin embargo, y como ya iba siendo costumbre el celador
les respondió con una cabezada. Era demasiado callado. Godric no recordaba
haberlo visto hablando o manteniendo una conversación durante más de cinco
minutos de seguido.
En el vestíbulo todo estaba en orden para que al día siguiente cuando
los alumnos llegasen encontrasen el castillo perfecto. Todas las banderas
estaban en su lugar, todos los retratos estaban cuidadosamente cuadrados unos
con otros. Las armaduras de metal que hacían las veces de guardianas de la puerta
estaban más erguidas de lo habitual. A los lados de las puertas se encontraban
los contadores de puntos. A la izquierda, dos grandes recipientes de cristal con
forma de arena llenos de rubíes y zafíros. Eran los contadores de Gryffindor y
Ravenclaw. A la derecha, por su parte, se hallaban las mismas figuras pero en
ellas se podían encontrar pequeños trozos de esmeraldas para Slytherin, y
fragmentos de topacio que servirían para contar los puntos de la casa
Hufflepuff. A partir de mañana los relojes de arena se irían llenando a medida
que los alumnos de cada casa llevasen a cabo hazañas que les otorgasen nuevos
puntos. Al final del año escolar, la casa con más puntos sería galardonada con
la Copa de las Casas.
En el Gran Comedor estaban las cuatro largas mesas que representaban a
las diferentes casas. En el fondo se encontraba otra con cuatro grandes tronos
y una butaca al lado de uno de ellos. Al mirar al techo se podía apreciar el
cielo del exterior, era una noche estrellada la de aquel día. En realidad se
trataba de un conjuro para que el techo tuviese el aspecto del cielo de fuera.
Colgando por todo el Gran Comedor había infinidad de velas encendidas que
iluminaban la estancia. Tres de los grandes tronos se hallaban ocupados. En el
que estaba más a la derecha se podía observar a una mujer de oscuros cabellos y
grisáceos ojos, Rowena Ravenclaw. Su cabeza estaba coronada por una pequeña
diadema grisácea con una pequeña inscripción que desde ahí no era legible pero
Godric sabía que decía “una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de
todos los hombres”. Su apellido daba el nombre a la casa a la que iban los
alumnos provistos de una inteligencia sin procedentes, amantes de los libros y
los estudios. Su símbolo es un águila. A su lado se hallaba sentada una mujer
regordeta con el cabello castaño claro y de pronunciadas mejillas, que recordaban
a la de una ardilla que acaba de llevarse un buen par de bellotas a la boca y
las está ocultando. Su nombre era Helga Hufflepuff. A medida que se acercaban a
Godric le pareció escuchar a la mujer que decía «por fin llegan, ya estaba
hambrienta», no sin soltar de su mano una copa dorada con un tejón grabado en
ella (el símbolo de su casa). Los pertenecientes a la casa de Hufflepuff eran
personas destacadas por su lealtad, su justicia y trabajo, de noble corazón y
que ante todo busca la unión y se preocupa por el prójimo antes que por sí
mismo. El siguiente trono estaba vacío es el que ocuparía Godric cuando llegase
allí- Siguió caminando con su elegante túnica roja y amarilla, acompañando a
los nuevos huéspedes. El pelo y la barba castaño rojiza de Godric recordaba a
la melena de un león, el animal que era el símbolo de la casa a la que el
hombre daba nombre. Los alumnos pertenecientes a esa casa eran conocidos por su
valor, su coraje, y honor, además de su gran osadía, temple y caballerosidad. A
la izquierda se hallaba el trono en que Salazar Slytherin estaba sentando. El
pelo de su cabeza era escaso, no así su larga y espesa barba blanca. Los rasgos
de su cara recordaban a los de una serpiente, eso fue el motivo por el que
eligió a la serpiente como el símbolo de su casa. Eso y su conocimiento del pársel
(lengua de serpientes) pero por suerte, nadie más que Godric sabía de la
habilidad del anciano para comunicarse con dichos animales. Muchos lo veían
como un acto de magos tenebrosos, aunque las acciones que llevaba a cabo
Salazar no destacaban por su buena voluntad. Cuando Godric se fijó en él, vio
como le dedicaba una sonrisa a la acompañante del ministro. «¿Será que Salazar
conoce a esta mujer?» pensó el hombre. Los rasgos de Salazar quedaron
iluminados por los ribetes plateados que adornaban su túnica verde esmeralda.
En su cara podía adivinarse la inteligencia, astucia, ambición, ingenio, determinación,
y cierto desdén por las reglas. Por fin llegaron al lugar en que los otros tres
los estaban esperando.
-
Buenas
noches fundadores de Hogwarts – saludó el ministro -. Un momento, falta algo –
sacó de su túnica una varita y con un pequeño movimiento hizo aparecer una
butaca igual a la que él ocuparía -. Siento no haberles avisado de que venía
acompañado. Esta es la nueva jefa del Departamento de la Cooperación Mágica
Internacional. Godric os contará que le sucedió al anterior jefe.
Tomó un descanso para acompañar a su compañera a la butaca. Con un gesto
la retiró un poco de la mesa y se la acercó después, cuando estuvo lo
suficiente cerca como para poder sentarse. Sentados todos, el ministro se quitó
la capucha de su capa. Su entrecano cabello y sus rechonchos rasgos quedaron
entonces al descubierto.
-
Como
todos saben ya un gran asunto me trae aquí. Algo que mi amiga, la señorita
Smiths les podrá explicar mejor que yo. Eleanor, por favor – dio la palabra a
su compañera.
-
Bien,
lo primero buenas noches, es un gran placer conocerlos a todos ustedes.
Siguiente. Lo que tanto al ministro como a mí nos ha traído aquí es un gran
acontecimiento. ¡El Torneo de los Tres Magos! Llevamos mucho tiempo diseñándolo.
En este torneo se juntará a tres escuelas de magia y hechicería de todo el
mundo. De cada una de ellas se elegirá un campeón. Estos tres campeones tendrán
que superar tres pruebas.
» El ganador será recompensado con un premio
en efectivo de 10.000 galeones de oro. Con este torneo no se busca la
competencia entre escuelas, sino que se fomentan las relaciones
internacionales. Hemos decidido que Hogwarts será la sede de este el primer
Torneo de los Tres Magos por lo que tendrá que acoger a los directores y los
alumnos elegidos de las otras escuelas como sus huéspedes. Tanto profesores,
directores, y fundadores como alumnos, podrán confraternizar para mejorar así
sus relaciones. Al ser la sede, el curso académico transcurrirá como
habitualmente, a excepción de las semanas en que se celebren esas tres pruebas.
Esas semanas, el campeón de Hogwarts tendrá derecho de no acudir a sus clases
para prepararse la prueba. Se trata de pruebas fuera de riesgo pero que ponen a
juicio las habilidades de nuestros jóvenes magos y brujos.
»¿Qué decís?
-
Si
Hogwarts ganase podría dotar de gran prestigio a la escuela, yo digo que sí –
dijo la mujer regordeta llevándose un pedazo de tarta de melaza a la boca -.
-
Todos
saben que Ravenclaw tendrá más oportunidades de ganar que las demás casas.
Acepto.
-
¿Por
qué no? – pronunció la áspera voz de Salazar.
-
¿Estamos
seguros que los alumnos no correrán el menor peligro?
Hubo un silencio durante un largo rato. Finalmente el ministro se dignó
a contestar la pregunta:
-
Habrá
médicos y magos experimentados vigilando en cada una de las pruebas.
-
¿Cuál
son esas otras escuelas?
-
La
escuela Magicwood de Princeton y la escuela Dirvangs de Dinamarca.
-
Está
bien, pero si algo saliese mal este torneo no volvería a repetirse nunca.
-
De eso
no cabe la menor duda Godric.
-
Júrelo
señor ministro.
-
Lo
juro.
La reunión finalmente se prolongó bastante. Salazar aprovechó para “enseñarle”
a la señora Smiths la sala de los Trofeos que se encontraba detrás del Gran
Comedor, pasando por una pequeña puerta. Bajaron las escaleras en silencio y en
cuanto hubieron llegado abajo Salazar se acercó a la mujer rubia.
-
Esto
del torneo está muy bien, pero ¿qué hay del asunto de los sangre sucia?
-
Lo
siento señor, ni mi marido ni yo hemos sido capaces de hacerlo. Usar la
maldición Imperius…
-
Eres
una inútil. Ya me encargaré yo.
-
Lo
siento mi señor. Tenga en cuenta, no obstante que el ministro rondará por el
castillo con frecuencia a partir de ahora.
-
Pero no
por ello puedo permitir que sea el único bajo mi control. Vamos a acabar con
esos sangre sucia y empezaremos por un alumno de Hogwarts. Por suerte, ningún
sangre sucia ha acabado en mi casa. Harás lo posible para amañar los resultados
y que el campeón de Hogwarts sea un sangre sucia. Te encargarás también de
conseguir que ese alumno muera – todo su discurso pareció un susurro silbante.
-
Pero
Salazar no puedo…
-
Imperius
El gesto de la mujer había cambiado. Su mirada estaba ahora como
perdida. Salazar no podía dejar de sonreír. Empezaría su purga de sangres
sucias con un alumno de Hogwarts y seguiría por todos los demás y se valdría de
esa pequeña bruja para hacerlo.
¡Qué empiece el primer Torneo de los Tres Magos!
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