sábado, 8 de marzo de 2014

Capítulo 5 de "My Sweet Lover"


Bueno queridos amigos. Este blog a parte de ser un blog donde dejaros mi historia quería ser un blog de información y de reseñas, pero debido a que durante la semana mi conexión a internet y mi ordenador no son de gran calidad apenas puedo hacer nada así que dejaré el blog sólo para publicaros los capítulos que vaya escribiendo cada fin de semana. Hablando de eso aquí tenéis el esperado 5º capítulo de "My Sweet Lover"

Capítulo 5
Me separé de Samuel. Alguien le había pegado pero no sabía no el quién ni el porqué. Yo había venido porque Samuel quería explicarme lo que pasó realmente aquella noche, pero ahora poco importa. Le miré a sus sollozantes ojos y no pude contener el impulso de besarlo. Sentía el calor de sus húmedos labios. Seguí besándole durante largo rato, incluso besarle era como beberse una solución salina. Estaba llorando. No creo que las lágrimas fueran a causa de la calidad de mi beso. Mis labios se separaron de los suyos y el dedo pulgar de mi mano derecha se aproximó a su rostro para recoger la lágrima que se le caía.

Después de eso decidí abrazarle para que sintiese todo mi calor. Estuvimos así cinco minutos o más. Sin decir nada. Sólo disfrutando del calor que nos proporcionaba a cada uno el cuerpo del otro.
Finalmente me llevó a su cuarto. Me senté encima de su cama y le pregunté.

-       Sam ¿qué te ha pasado?
-       ¿Esto? – dijo señalando a sus heridas – No es nada.
-       ¿Y por qué estabas llorando? No me vengas con eso de que pensabas que no vendría. Además, mírate – sus ojos verdes estaban ahora hacia dentro de su cara por culpa del golpe – estás magullado. Seguro que no ha sido un simple golpe, o una caída, si ha – no me dejó terminar la frase.
-              Han sido los chicos.
-            ¿Los chicos?
-              Sí. Los chicos.
-            Ah, ¿te refieres a los chicos del equipo de fútbol?
-            Esos mismos.
-           ¿Por qué lo han hecho?

Samuel pasó más de quince minutos contándome la historia. Antes de quedar conmigo tenía entrenamiento de fútbol americano. Por lo visto después de hablar con Samantha, y hasta que yo le llamé, pasó bastante tiempo pegado al móvil mirando a ver si le contestaba o no. Sus “amigos”, los trogloditas del campo de fútbol (como gusto en llamarlos),  le habían visto hablar con Samantha anteriormente y pensaron que estaba intentando ligar con ella. De por sí ya es raro que alguien como Samuel hable con alguien más pequeña como es Samantha, que ni siquiera es de las más populares del instituto, pero ellos no pensaban que estaba hablando con Samantha para intentar acercarse a mí. Aunque mirándolo desde el punto de vista objetivo…si no fuese mi mejor amiga y a mí me atrajeran las mujeres creo que pediría salir a Samantha. Aunque eso no viene a cuento. En todo caso le estuvieron presionando bastante durante el entrenamiento para que soltase prenda, sin éxito alguno. Una vez en el vestuario, valiéndose de su superioridad numérica, se las arreglaron para sacar su móvil de su bolsa de deporte. En él figuraba mi última llamada.

Según Samuel me tenía guardado como “Alexei <3” en la agenda de contactos de su móvil. Sus compañeros de equipo empezaron a pegarle y a insultarte. Le gritaron cosas como “nenaza”, “maricón”, “mariquita” y por lo visto le echaron del equipo. Él era el quarterback. Por lo visto a los trogloditas de sus compañeros no les parecía bien que el líder del equipo fuese homosexual.
Todos le golpearon. En la cara, en la nariz, en el torso, en la espalda, incluso algún golpe cayó en la zona de peligro. Podrían haberlo matado entre todos. Incluso su mejor amigo Matthew Ryerson le insultó. Fue él quien más golpes le propinó.

En su vuelta a casa volvía solo por las calles cuando el más fuerte de todo el equipo se topó con él y le persiguió durante un rato. Por suerte Samuel consiguió llegar a casa antes de que pudiera alcanzarlo. Él es atlético y la corpulencia del otro le entorpeció.
-       
Incluso te llamé para que no vinieras. Pero se conoce que no estabas disponible.
Saqué el móvil de mi bolsillo. Era verdad. Tenía tres llamadas perdidas suyas. Temía que si seguían en la puerta pudiesen haberme hecho daño a mí también.
-       Por suerte cuando llegué no había nadie. ¿Y tus padres? ¿No se lo has dicho?
-       No. De hecho, – hizo una larga pausa y siguió sollozando – mi padre murió hace un año en un accidente de coche. – lo interrumpí para vocalizar un ligero “lo siento” – Y mi madre está en un viaje de negocios y no vendrá hasta la semana que viene.
-       Yo te ayudaré. Eso es lo que hacen los amigos.
¿Amigos? ¿Por qué he dicho eso? ¿Desde cuándo Samuel y yo somos amigos? Le haya pasado lo que le haya pasado no deja de lado el hecho de que me engañase, pero al fin y al cabo había venido para hablar de eso. Aunque no podía pensar en eso. Ver su precioso rostro magullado…
-       Alex estoy tan arrepentido…
-       No tienes que arrepentirte por ser quién eres.
-       No es eso – hizo una pausa. – Estoy arrepentido de haberte mentido. Soy un mierda. Y no merezco a alguien como tú.
-       No. No digas eso Sam.
-       Alex. No pasó nada aquella noche.
-       ¿Nada de nada? – pregunté dubitativo.
-       Bueno. Algo pasó. Pero no lo que te dije ni como te dije. Sólo nos besamos.
-       Entonces, - las piezas de la historia no me encajaban - ¿qué hacía en tu cama aquel día?
-       Déjame explicarte.

Me senté a su lado en la cama y él empezó a relatar la historia de lo que pasó exactamente aquella noche.

« Cómo ya sabes nos conocimos en la fiesta de tu amiga Samantha – hasta ahí todo claro – nunca me había atrevido a hablar con un chico que me gustase. No en público al menos. Realmente empezamos hablando como buenos colegas. Te invité a una copa, porque te vi algo paradito. Con el tiempo fuiste bebiendo más y más y más. Llegué a preocuparme por ti pero se te veía más fresco que a una lechuga. Hablamos sobre lo que te gusta hacer. Me confesaste que en uno de los cajones de tu escritorio tenias un cuaderno con un montón de historias que un día te gustaría que se publicasen porque lo que realmente quieres es ser escritor – no me puedo creer que le contase eso, si no lo sabe ni siquiera Samantha.-Yo te conté a ti como era ser el quarterback del equipo y me dijiste que siendo el quarterback sería el más popular de todo el instituto. Fue entonces cuando te dije que no iba al instituto sino que iba a la Universidad de Princeton. Por tu cara deduzco que no lo recuerdas – fue la primera vez que lo vi sonreír desde que llegué a su casa – no pasa nada. Tú me contaste que estudiabas el último curso de la secundaria en el Instituto Mckinley, es por eso que supe donde encontrarte el otro día. También me hablaste de tu amiga Samantha y mostraste tu inquietud porque te había dejado solo en su fiesta. Fue entonces cuando te dije que no estabas solo. “Estás conmigo, colega” te dije. Y tú dijiste “¿Alguna vez te han dicho que tienes unos ojos muy bonitos?”»

No sabía si lo que me estaba contando Samuel era verdad o mentira. ¿Me estaría engañando de nuevo? No lo creo. No sé por qué pero sus ojos me resultaban más bonitos ahora que estaban vidriosos por las lágrimas.
« Seguimos hablando durante un rato. Habíamos conectado. Pero nadie de mi círculo sabía que me gustaban los tíos así que decidí salir contigo a tomar el aire. Fuera no había nadie. Todos estaban dentro disfrutando de la música y de las bebidas. De fondo sonaba Titanium – así que eso sí que era verdad. Parece que era la única realidad que había en la historia que me contó la otra mañana. – la versión acústica de Madilyn Bailey. Me dijiste que te encantaba esa versión. Me armé de valor y decidí abrazarte mientras la bailábamos. Entonces te dije al oído “Me gustas”, me miraste a los ojos y nuestros labios se encontraron en un beso. Cuando nos separamos te caíste al suelo. Habías bebido demasiado. Por eso decidí llevarte a mi casa. No quería que nadie se enterase de lo que había pasado y como no sabía donde vivías me pareció la mejor opción.»

-       ¿Y qué hacíamos desnudos los dos?
-       ¿Cómo?
-       Cuando desperté. Yo no llevaba ropa interior y tú estabas sin camiseta.
-       Yo suelo dormir en ropa interior. Tú… Cuando te dejé dormido también llevabas puestos los gayumbos. Te los quitarías porque tuvieses calor.
-       Sí, es algo que suelo hacer dormido sin darme cuenta. Pero, - todo era tan desconcertante… - todavía tengo algunas preguntas. ¿Por qué me dijiste que nos habíamos costado? ¿Por qué me contaste una historia falsa?
-       Fui un estúpido y un mierda. Ya te lo he dicho. Pensé que si te decía que lo habíamos hecho entonces querrías repetir y, no sé…con el tiempo te habría dicho la verdad. ¿Por qué te mentí con respecto a cómo pasó? Supongo que quería oír en voz alta cómo sería una vida en la que beso al chico que me gusta en público sin que a nadie le importe. Sé que no me perdonarás sin más, pero espero que un día puedas hacerlo.

« Realmente sentía algo por ti. Me habías dejado marcado aquella noche. Por eso fui a tu instituto a hablar contigo. Necesitaba hablar contigo. Decirte la verdad cuanto antes. Pero no me dejaste. Aunque lo intenté no lo conseguí. El otro día te vi salir de una librería y te seguí. Descubrí donde estaba tu casa. Y me paseaba por allí. La ventana de tu cuarto da a la calle y se te puede ver desde la calle. Fui a hablar contigo. Tenía que hacerlo. Decirte que lo sentía. No me importó que nadie lo descubriese. No me importaba lo que pudiesen decir los demás. Tenía que hablar con el chico que me gusta, el que robó mi corazón y decirle por fin “Te quiero”.»

Antes de que acabase la última palabra me abalancé sobre él y nuestros labios se encontraron de nuevo. Apoyé mi cabeza en su hombro. Era reconfortante. Incluso llena de magulladuras su cara seguía resultando preciosa. Mirándolo más de cerca me di cuenta de que su nariz estaba torcida y había restos de sangre seca.

-       Tiene que dolerte un montón – dije pasando mis dedos lentamente por su cara.
-       Lo más doloroso fue lo de Matt. No sé cómo he podido considerar a ese tío mi amigo. A cualquiera de ellos. El final de temporada está muy cerca. A ver cómo se las arreglan sin mí.
-       No pienses en ellos. No merecen la pena.
-       Lo sé. Pero eran mis únicos amigos en la Universidad. Ahora tendré que lidiar sólo con todos ellos.
-       Mira esto – giré mi brazo y le enseñé el tatuaje del dorso de mi muñeca en el que en una pulcra y trabajada caligrafía aparecía la palabra “Courage”- Esta es la palabra clave. Cuando te sientas solo y sin fuerzas piensa en ella. Y ahora…
-       ¿Ahora qué?
-       Tenemos que curar esas heridas. ¿Tienes algún botiquín por aquí?
-       En el baño.

En menos de dos minutos volví a su habitación. Ya no se veía casi nadie por lo que Samuel había encendido la luz. Cuando llegué con el botiquín de la mano vi a Samuel hurgando en su bolsa de deporte. Sacó su camiseta del equipo. Era roja con detalles blancos y en el centro un gran número 5.
-       Esto es todo lo que he podido rescatar. La chaqueta me la rompieron en la cara. Dijeron que las nenazas no pueden jugar en el equipo.

-       Odio a ese tipo de gente. Pero haremos que cambien. ¡Créeme!
El equipo lo era todo para él. No me había molestado en preguntarle que estaba estudiando en la universidad, pero puedo asegurar que estaba allí por la beca de fútbol. Vi una nueva lágrima derramarse por su cara. Es difícil ver a un chico del tipo de Samuel llorando, pero los hombres también lloran.
-       Bueno ¿por dónde empezamos?
-       La parte más dañada es la de la cintura hacia arriba.
-       Convendría que te quitases la camiseta. No quiero pringártela de mejunjes.

Se quitó la camiseta siguiendo mis órdenes. Aquella noche también estaba sin camiseta pero yo estaba tan en shock que no me había parado a fijarme en su cuerpo. Tenía un cuerpo bastante atlético. Los pectorales bien marcados y buenos abdominales. Todo su cuerpo estaba enrojecido y lleno de moratones. Esos tipos eran unas bestias.

Abrí el botiquín y de él saqué un botecito de crema antiinflamatoria. Mojé mis dedos en el mejunje y pasé mis dedos por su cuerpo con delicadeza para no hacerle mucho daño. El pecho de Sam no estaba completamente lleno de pelo pero tampoco era del todo suave. Lo mismo pasaba con sus fornidos brazos. Pasé mis manos por ellos con la misma delicadeza que lo hice por su torso.

Finalmente mis dedos llenos de crema fueron a parar a sus pómulos. Lo extendí con cuidado de que no entrase nada de crema en el ojo. Bajé mi brazo despacio sintiendo cada centímetro de su magullada anatomía.
Samuel me agarró de las muñecas. Cogió el bote de crema, lo cerró y lo puso encima de la mesilla de noche, justo al lado de su reloj despertador. Con sus manos empezó a tocarme los dedos. Primero con un solo dedo, después con la mano entera… En sus ojos verdes como el jade se reflejaba  el azul como el zafiro de los míos. Nuestros labios se encontraron una vez más. Cuando lo besé en el umbral de la puerta sentí el calor de sus labios, pero esta vez es como si nos besáramos por primera vez, sentía su calor, sentía su amor, lo sentía a él.

Sus manos se aproximaron a la parte más baja de mi camiseta y la levantaron hasta quitármela del todo. Hacía un poco de frío. Daba igual. Nos seguimos besando durante un buen tiempo. Luego nos abrazamos durante otro largo tiempo alternándolo con besitos en el cuello.
Ambos nos pusimos de pie mientras seguíamos besándonos. Cuando nuestros labios se soltaron Samuel quitó la ropa de la cama y se quitó los pantalones. Tenía unas bonitas piernas fornidas, además de atléticas cubiertas de una cantidad no muy alta de espeso vello rubio.
Yo también me quité mis pantalones y los dos nos metimos bajo las sábanas. Desde un interruptor que había cerca de su mesilla de noche apagó la luz que nos alumbraba. Nuestros labios se juntaron una vez más. Sólo dos palabras resonaron en mi cabeza con la voz de Samuel.

“Te Quiero”.

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