Os dije que tendrías nueva entrada y tenéis nueva entrada, si bien mi idea era que fuese una cuarta reflexión pero puesto que Alexei y Samuel no habían tenido su navidad como dios manda, y aprovechando estas fechas y que el otro día encontré dos fotos que me hicieron recordar lo que siento cuando escribo sobre la historia de mis dos niños pues... ¡MY SWEET LOVER VUELVE A CASA POR NAVIDAD! Esta vez con un capítulo navideño que espero disfrutéis. Aprovecho también para felicitaros las fiestas a todos y desearos y muy feliz año nuevo y que ya nos veremos por aquí, posiblemente el 1 de enero cuando no esté hasta arriba de exámenes, aunque no descarto la posibilidad de una cuarta entrada de reflexiones en enero, habrá que ver como se desarrollan los acontecimientos. Sin mas dilación disfrutad:
Capítulo 4
23 de diciembre de 2013.
Hora de volver a Princeton para mis primeras vacaciones de Navidad desde que
empecé en la universidad. Sería una gran sorpresa para mi madre y mi hermana, o
al menos eso esperaba. Les dije que no volvería hasta el día 27. Pensaban que
tendrían que pasar la Nochebuena ellas solas. Él que si sabía de mi, para él no
tan repentina, llegada era Samuel. A él se lo dije por teléfono. Tenía unas
ganas inmensas de reencontrarme por fin con él y pasar juntos nuestras primeras
navidades. En la mochila llevaba bien envuelto el regalo que le había comprado.
Esperaba que le gustase pues me había demorado más de lo que nunca hubiese
pensado encontrar algo tan sencillo como aquello.
El jardín de mi casa estaba
todo blanco, de hecho todo Princeton estaba cubierto de nieve, algo extraño
teniendo en cuenta que allí casi nunca nevaba. No obstante, siempre me ha
encantado la idea de ver nieve por navidad, es como si le diese un toque más
navideño al ambiente ¿no creéis? Había un muñeco de nieve que mediría casi
metro y medio sonriéndome con su boca hecha a base de botones de camisas. La
zanahoria que simulaba su nariz estaba casi completamente congelada.
En el tejado y los
alrededores de la casa mi madre lo había llenado todo con luces de distintos
colores y con cintas. Si eso era el exterior no quería imaginarme lo que podía encontrarme
dentro de la casa.
En cuanto entré por la
puerta mi hermana se me tiró al cuello.
-
Mamá, he vuelto –
grité.
-
¿Alexei? – en su cara
se podía adivinar el asombro del que era presa -. ¿Qué estás haciendo tú aquí?
Pensábamos que no llegarías hasta el día 27.
-
Y así era, en
principio – mentí -. Pero me he adelantado – dije intentando quitarme a mi
hermanita de encima -.
-
¿Vas a pasar la
Nochebuena con nosotras Alex?
-
Por supuesto Valerie.
¡Oh dios! ¿Cómo has podido crecer tanto en tan poco tiempo?
-
Ven hermanito – me agarró
con fuerza de la mano y tiró de mí para que la siguiese – voy a enseñarte como
hemos decorado la casa.
Lo que os decía, si por
fuera parecía un escenario lleno de luces para el próximo concierto de Lady
Gaga el interior era aún peor. Amo la navidad y todos los adornos navideños,
pero eso era pasarse. Mi casa estaba algo sobrecargada pero mi hermana estaba
tan feliz que merecía la pena.
-
Oye mamá – dije volviendo
al cuarto de estar -.
-
¿Sí?
-
¿Te importa si viene
Samuel a cenar con nosotros en Nochebuena? Su madre me ha invitado a cenar con
ellos en Nochevieja y se me había ocurrido que…
-
¡Por supuesto hijo! –
exclamó con una sonrisa en la cara que se fue desdibujando - ¡Oh, no!
-
¿Qué pasa?
-
Pues, que pensaba que
cenaríamos Valerie y yo solas por eso el pavo que he comprado es uno pequeño,
ni siquiera contaba con que tú vinieses.
A pesar de que le dije que a
Samuel y a mí no nos importaba comer pizza, salchichas, huevos fritos o algo
rápido, su insistencia fue aún mayor y me dio dinero para que fuese a comprar
un pavo más grande.
Cogí mi teléfono y llamé a
Samuel. Quizá sería por las ganas de verlo y poder tocarlo pero me saludó con
un ronco “Ey campeón” lo que hizo que dentro del estómago se me revolviese
algo. Le dije que podía acompañarme a hacer algunas compras navideñas y accedió
encantado.
Quedaban menos de cinco
minutos para que Samuel llegase a mi casa y aún no estaba preparado. El viaje
me había dejado algo exhausto y mi olor no era precisamente el de un campo de
rosas por lo que decidí darme una ducha. El olor del cansancio cambió por la
frescura del gel de baño con aceites naturales. Rociarme con desodorante y agua
de colonia en cantidades industriales también funcionó un poco. Se me acabó
echando el tiempo encima. Además trataba de peinar el remolino de mi pelo pero
era algo así como imposible. Y por imposible lo dejé. Gracias a dios tengo un
novio según el cual “es sexy ver a un chico con el pelo despeinado”. Me miré en
el espejo. Al menos mis ojos seguían siendo del mismo azul, por lo demás
cualquiera habría dicho que se encontraba frente a Alexei River.
Escuché el timbre en la
planta de abajo y a mi novio felicitándoles las fiestas a mi madre y mi
hermana. Salí corriendo escaleras abajo. Allí estaba él con su abrigo marrón y
una preciosa azul marino. Siempre me había encantado la manera en la que
combinaba los colores.
Estaba llegando junto a él
cuando tropecé con una de las tablas sueltas del suelo, por suerte él estaba
allí para agarrarme. Mierda. Otra vez vuelvo a ser la damisela en apuros.
-
Hola Alexei – dijo entre risas - ¿estás bien?
-
Perfecto – atisbé colocándome la ropa - ¿Nos vamos?
-
Casi mejor si coges una chaqueta ¿no crees? Estamos a unos 3
grados bajo cero.
-
Sí. Claro.
Estas
situaciones eran muy comunes entre nosotros, yo creaba algún desastre natural y
él se reía y me ayudaba a solucionarlo.
El
mercado no pillaba muy lejos así que decidimos que podríamos ir caminando. Las
prisas no son nada buenas, había olvidado los guantes en casa. Él se dio cuenta
de ese detalle cuando me vio refrotarme una mano contra la otra para que
entrasen en calor. Lo que venía después sí que no lo esperaba para nada. Samuel
agarró con su mano derecha la mía izquierda.
-
Puedes meter tu otra mano en el bolsillo y yo me encargaré
de calentar esta. Así no tendrás frío.
-
Gracias.
Después
de toda la mañana por ahí compramos el pavo que me había ordenado mi madre y él
compró algunos adornos para su casa desde guirnaldas de distintas colores,
muérdago, lucecitas de colores hasta bolitas para decorar el árbol. Las luces
eran muy curiosas tenían la forma de racimos de uvas. Me invitó a pasar la
tarde en su casa para que pudiese ayudarlos a él y a su madre a decorar. Con
todo lo que había pasado casi se me olvida proponerle que viniese a cenar a mi
casa por Nochebuena. Como un rayo de
esperanza, me dijo que sí que le encantaría porque además su madre no podría
estar en casa ese día y él habría tenido que pasarlo solo.
La
tarde en su casa fue absolutamente genial. Al contrario que en la mía que solo nos
limitábamos a decorar, su madre tenía un disco recopilatorio con las mejores
canciones de navidad de los últimos cincuenta años. Podía reconocer algunas.
Extraordinary Merry Christmas, My favorite things o el gran clásico O Holy
Night.
Al
ritmo de la voz de Mariah Carey y su All I want for christmas is you acabamos
de montar el árbol de navidad mientras su madre ponía las últimas cintas por
los cuadrados. Usó una dorada para rodear la foto de Sam con su padre, como si
fuese una especie de corona. Samuel se subió a un pequeño banquito para llegar
a lo alto del árbol a colocar la estrella. En esos momentos le hubiese dicho
que a aquel árbol no le hacía falta una estrella porque en ya había una en la
casa que lo iluminaba pero tampoco quería ser excesivamente cursi.
Ya
no quedaba nada. Todo estaba preparado para recibir la navidad dos días
después.
-
Bueno, ya hemos terminado creo que es hora de sacar el disco
del reproductor.
-
No, espera mamá. Aún le queda una canción y es la preferida
de Alex de navidad.
Los
primeros acordes de Last Christmas empezaron a sonar con suavidad.
-
Es verdad, me encanta esta canción es de Wham – fijé mi
mirada en los ojos de Sam - ¿Pero cómo lo has sabido?
-
Lo mencionaste un día. ¿Recuerdas?
Para
mi sorpresa del lado de uno de los sillones de su casa cogió la guitarra, se
sentó en la banqueta que usó para llegar a lo alto del árbol y empezó a tocar
la canción. Estaba tan encandilado que apenas me había dado cuenta de que me
estaba haciendo signos para que yo cantase la letra de la canción. Por norma
general, yo escribo, y es él quién se
dedica a tocar la guitarra y cantar. Su voz se asemeja a la de un ángel la mía
es más bien como la de una señora que acaba de pisar la caca de un perro en
medio de la calle.
A
pesar de eso canté todas y cada una de las palabras de la canción, porque
obviamente me la sabía enterita. Mientras cantaba no dejaba de rodear una y
otra vez a Samuel y mirarlo. Cuando la canción acabó, dejó su guitarra en el
mismo sitio de donde la había cogido y aplaudió además de hacer ciertos vítores
como si se tratase de un escenario repleto de público.
-
Que idiota eres. Pero eres mi idiota y te quiero.
Me
puse detrás de él y me tiré encima mientras él me agarraba de las piernas justo
por debajo de los glúteos. Bajé mi cabeza y le di un beso en el cuello.
Agarrado me llevó hasta el lugar debajo de la lámpara que colgaba del techo de
su sala de estar y lo iluminaba todo. Me obligó a bajar y ponerme frente a él.
Me agarró de las manos y clavó sus ojos en los míos, entonces dirigió la mirada
ligeramente hacia arriba. De una de las ramificaciones de la lámpara colgaban
unas hojas de muérdago.
-
Sé cuánto te gusta seguir las tradiciones.
-
Sabes que la tradición es que el muérdago esté en la puerta
y no colgando de la lámpara ¿verdad?
-
Bésame y cierra el pico.
No
pude resistirme a su orden y allí bajo la luz de la lámpara nuestros labios se
juntaron. No quería que nadie me quitase aquel sentimiento. Nunca.
Cuando
empezó a caer la noche decidimos quedar con Samantha para ir a ver la plaza del
pueblo que estaba preciosa e ir a la pista de patinaje. Maldita la hora en que
a los dos se les ocurrió la idea. Soy nefasto para patinar. Me caí tantas veces
que hasta el receptor que da los patines se estaba partiendo de risa cada vez
que me caía.
Creo
que se dejó de reír en el momento en que Samuel me agarró de la mano para que patinásemos
juntos y le eché una mirada asesina. Lo único bueno que salió de aquello fue la
foto que Samantha nos hizo a Samuel y a mí besándonos en medio de la pista,
foto que ahora uso con salvapantallas en el móvil.
Acompañamos
a Sammy a su casa y yo dejé a Samuel en la suya. Al día siguiente era
Nochebuena y tenía que descansar.
Al
despertar podía oler el pavo y los demás platos que mi madre estaba preparando
para esa noche. No sé como sabría pero olía delicioso.
Llegó
la hora de la cena. Samuel había llegado cinco minutos antes de lo que habíamos
quedado. Él siempre tan precavido. Llevaba una camisa de cuadros azul y blanca,
una corbata de color cobalto y un blazzer azul marino. Estaba precioso.
Estábamos
Valerie, Samuel y yo, los tres sentados en la mesa esperando a que mamá trajese
el pavo. Aunque no sabía si después de todo lo que habíamos comido ya me
entraría algo más.
-
¿Mamá estás bien? – dije al verla sollozar con la bandeja en
la mano.
-
Sí, estoy bien. Es solo que es la primera Nochebuena en
muchos años sin tu padre.
-
¿Lo sigues queriendo verdad?
-
Alexei no puedes hacerme esto – el comedor se quedó en
silencio durante un rato. Samuel abrió la boca para decirme algo pero decidió
dejar a mi madre continuar -. Claro que sigo queriendo a tu padre. Le he
invitado a cenar, ya que con el pavo que compraste había comida suficiente.
Pero se ha negado a venir si estabas tú. Y más si estaba él – sus ojos se
fijaron en Samuel cuando dijo la última frase.
-
Creo que será mejor que me vaya – exclamó Samuel dejando la
servilleta con fuerza encima de la mesa.
-
No, Samuel no es por ti.
-
Siento haberle causado molestias señora River.
-
Samuel espera – salí corriendo tras él gritando su nombre.
-
Lo siento Samuel, no se lo tengas en cuenta – le besé.
-
Samuel, Alexei – gritó mi madre desde el umbral de la puerta -. Volved dentro.
Mi
madre se disculpó con ambos y finalmente acabamos con la cena todos juntos.
Cuando la hora nos fuimos a dormir. Yo dormía en mi cama con Samuel. Y no, no
hicimos nada, pues me daba reparo con mi madre y mi hermana en casa.
Al
despertar le entregué el collar de cuero que le había comprado por navidad. Él
a mí me había comprado una pulsera. Pareciera como si lo hubiésemos hecho adrede
porque íbamos conjuntados.
Durante
la semana aprovechamos al máximo los momentos para estar juntos y antes de que
me diese cuenta ya había llegado el día de Nochevieja.
Ya tenía elegido lo que
me pondría aquel día. Camisa negra, blazzer negro con el ribete rojo, una preciosa
corbata color burdeos.
Fue
su madre quién me abrió la puerta de su casa.
-
Buenas noches, señora Corshion.
-
Buenas noches, Alexei. Qué guapo estás.
-
Gracias.
-
Hola, cariño – se aproximó con cuidado y me besó con
suavidad.
-
Bien, vamos a cenar antes de que se enfríe.
La
madre de Samuel cocinaba mejor de lo que pudiera haberme imaginado. La cena fue
genial. Hablamos de todo, los estudios, nuestro futuro como pareja, si
pensábamos tener hijos o llegar a casarnos… Veía tan lejos todo aquello que no quería
siquiera imaginármelo.
Después
de las uvas los tres agarramos nuestra copa de champagne y nos felicitamos el
año con besos y abrazos. Samuel volvió a llenar mi copa y la suya y me hizo
chocarlas de nuevo.
-
Por un 2014 contigo Alex – dijo.
-
Por toda una vida a tu lado Samuel – le corregí.
No
era muy tarde cuando nos fuimos a la cama, pues preferimos quedarnos viendo en
la tele una de esas galas especiales de Nochevieja, pero eran más de las 11
cuando nos despertamos.
-
¿Cuándo decías que volvías a Oxford?
-
En dos días.
-
Entonces habrá que aprovechar – apoyó su mano en el colchón
que se hundió de la fuerza y me besó.
A
nuestro lado sonó un pitidito. Miré el reloj. Las 11:11.
-
Puedes llamarme idiota pero siempre pido un deseo el primer
día del año a las 11:11. Así que… Make a wish Alexei.
-
No necesito pedir un deseo ya tengo todo lo que quiero.
-
Está bien.
Él
cerró los ojos y nos mantuvimos en silencio durante unos segundos, hasta que el
reloj cambió a las 11:12.
-
Y ahora, aprovechando que mi madre no está tú y yo podríamos…
-
No me digas que ese es el deseo que pediste.
-
Ni por asomo – dijo sacándome la camiseta.
Sus
fríos labios empezaron a besar mi torso desnudo. Me abandoné a la suavidad de sus
labios y me dejé llevar por la pasión.
No
se me ocurría mejor manera de empezar el año.
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