Capítulo 1
Abro los ojos. Me giró en la cama y miró el reloj
despertador. Son las 6:58. Últimamente no puedo dormir hasta mucho más de esa
hora y la verdad no sé por qué.
Acostumbro a dormir con la persiana subida con lo cual la
luz de las farolas de la calle ilumina toda mi habitación. En breve amanecerá
pero hoy es sábado ¿Qué hago despierto tan pronto? Podría dormir hasta la hora
que quisiera, pues estas no son horas de ponerse a estudiar.
Doy un par de vueltas en la cama con la intención de
dormirme otro rato pero no lo consigo. Agarro mi móvil de la mesilla de noche,
al lado de mi cama y cojo los auriculares. Creo que no sabría vivir sin música,
incluso a las 7 de la mañana un sábado soy capaz de enfundarme mis auriculares
y cantar a voz en grito, bueno, no tanto, pues están todos dormidos. No
obstante más de una vez mi hermana pequeña se ha quejado de que me escuchaba
cantar.
Encendí la luz de mi cuarto. No recordaba que todo
estuviese tan desordenado. Me pasaba las tardes y hasta bien entrada la noche
estudiando, o incluso leyendo. Muchos jóvenes de mi edad creen que leer es una
tontería pero es una de mis grandes pasiones. La lectura no ayuda a hacer
amigos. No me importa. No necesito amigos.
El escritorio estaba lleno de apuntes que había estado
estudiando el día anterior y había unos cuántos libros apilados, pues no cabían
en las estanterías.
Empecé a recoger mientras el aleatorio de mi móvil
reproducía “Battlefield” una de las nuevas canciones de Lea Michele, la actriz
de Glee. Debe ser un gran espectáculo verme hacer las tareas mientras escucho
música. De hecho mi hermana en más de una ocasión que me ha pillado
desprevenido me ha grabado para burlarse de mí.
Cuando hube acabado de recoger todo eran ya las 9:00. Mis
padres estarían a punto de levantarse y yo ya había recogido todo. El grifo
empezó a sonar en el baño. Ya se habían despertado.
Miré el calendario que colgaba de la pared de mi
habitación, un calendario de la serie de televisión “Juego de Tronos” que
rezaba “You Win or You Die”. En él iba tachando todos los días uno a uno. Hoy
es 12 de mayo. Quedan 12 días para mis exámenes y menos de un mes para los
exámenes de selectividad. Gracias a dios, mis notas siempre han sido bastante
buenas.
Fui corriendo al baño. La vejiga iba a explotarme si no
iba pronto. Cuando acabé me lavé las manos y la cara. El espejo reflejaba mi
rostro, un rostro marcado por las prominentes ojeras. Mi pelo negro estaba
enmarañado y en mis ojos azules se deducía el cansancio que supone pasarte la
vida leyendo cosas y entre pantallas de ordenador.
En la cocina estaban todos desayunando. Yo, como era
costumbre cogí mi tazón, eché leche y cereales. Ya estaba preparado. El
desayuno de los campeones.
-
Alex – miré a madre - ¿solo vas a desayunar
eso?
-
Sí, la verdad es que no tengo mucha hambre.
-
¿Te acostaste muy tarde ayer, campeón? –
preguntó mi padre.
-
No, no mucho. A las 00:15 o así.
-
Alex tienes que descansar tus exámenes son
dentro de muy poco.
-
Ya, lo sé, pero también tengo que estudiar
para ellos, es por eso que me quedo hasta tarde. Un momento – inspeccioné la
cocina pero no la vi - ¿Dónde está Valerie?
-
Está en su cuart…
La pequeña Valerie irrumpió en la cocina y fulminó la
respuesta de mi madre. Su pelo castaño oscuro estaba tanto o más enmarañado que
el mío y sus ojos verdes sollozaban entre bostezos.
-
¿Qué tal estás pequeñaja?
-
Genial, ayer por la tarde mamá me llevó al
cine a ver “Frozen”. Es una película preciosa.
Mi cocina se convirtió por un momento en un reino de
hielo y mi hermanita en la reina que entonaba canciones todo el tiempo.
-
Hoy he quedado con Sammy. Es su cumpleaños y
está organizando una fiesta. Yo voy a ayudarla.
-
Ese es mi pequeño – dijo mi padre con una
sonrisa pícara.
-
Alexei tiene novia. Alexei tiene novia.
-
¿Es verdad eso hijo?
-
¿Qué? No. Se
lo está inventando. Sabéis de sobra que Sammy es mi solo mi amiga.
Samantha Rhodes. Mi mejor y única amiga del instituto
Mckinley desde que empezamos las clases. Mientras todo el mundo se juntaba con
la gente más guay para volverse popular, ella se acercó a mí porque me vio solo
leyendo un libro. Desde ese día se convirtió en mi mejor amiga. No, no me
gusta. De hecho… Yo soy gay. Ella es la única que lo sabe.
Mis padres aún no lo saben. Tengo miedo de cómo se lo
puedan tomar. Un día de estos se lo diré. Pero, bueno, soy joven, solo tengo 17
años, ya habrá tiempo para decírselo.
-
Entonces, ¿esta noche vas a salir?
-
Si, me temo que sí – acabé mi bol de cereales
– Bueno, voy a cambiarme.
La luz del sol iluminaba toda mi habitación. Mi armario
estaba lleno de ropa. La mitad de ella casi nunca me la ponía. La verdad, es
que soy muy simple a la hora de vestir. Un vaquero, unas zapatillas deportivas
y una sudadera.
Quedaban 15 minutos hasta que viniese Sammy. En lo que
esperaba le di una lectura rápida a mis apuntes de inglés.
Escuché el timbre abajo. Mi madre abrió la puerta y oí la
dulce voz de Samantha que hablaba con mi madre. Bajé rápido, la cogí del brazo
y nos fuimos antes de que algún miembro de mi familia pudiese decir una
tontería. Antes de cerrar la puerta se pudo escuchar a mi hermana gritando
“Alexei y Samantha son novios”.
-
Que equivocados están…
-
Alex, ¿por qué no se lo dices?
-
Porque tengo miedo, por eso.
-
Miedo ¿de qué? Conmigo no fue difícil.
-
No es lo mismo, ellos son diferentes. Bueno,
mejor cambiemos el tema. ¿Qué idea tienes?
Su idea era la típica de adolescente que había cumplido
los 18 hacía una semana, salir de fiesta por las discotecas más sonadas de la
región. Esto incluía música, y cómo no, alcohol. El tema era “elegancia”.
Seguro que entre las chicas destacaban los tacones altos y los vestidos cortos.
Su tío Peter le había alquilado un local en el que poder
organizarlo todo. El problema es que ella quería invitar a las demás personas
del instituto. Ni que se tratase de un baile de graduación. Si lo que quería era
un baile de graduación solo tendría que esperar, en un par de semanas tendríamos
el baile oficial.
Decoramos todo el local con globos de colores y estuvimos
preparando un montón de cosas. Más tarde fuimos de compras. Ella se compró un
vestido. Era azul celeste, muy discreto. Iría bien con su pelo rojizo. Insistió
en que yo también debería comprarme algo. Aunque no es muy de mi estilo acabé
comprándome una camisa y una corbata. Ella había pasado toda la semana dando
invitaciones a la gente del instituto así que no había más que hacer.
Eran las 22:00 y la gente empezaba a entrar en el local
en masa. No me había dado cuenta pero detrás de la barra había un par de
camareros. ¿Cuándo los habría contratado? Se debe de haber dejado un montón de
dinero en organizar esta fiesta. Pero sólo una vez en la vida cumple uno 18
años. Merecería la pena.
Sammy estaba ocupada yendo de aquí para allá, para ver
que todo iba en orden y para hablar con la gente. Al contrario que yo, ella
tenía un montón de amigos en el instituto.
Había otro chico muy mono que estaba sólo mirando a su
móvil. Parecía que estuviese esperando a alguien. Levantó los ojos y cuando los
vi sentí un escalofrío. Eran los ojos verdes más bonitos que había visto nunca.
Cogió su vaso de encima de la barra y vi que se acercaba poco a poco. No puede
ser.
Me giré con la esperanza de ver a alguien detrás de mí al
que ese chico rubio se estuviese aproximando, pero era la única persona en ese
rincón.
-
Hola, he visto que estabas solo y pensé que
querrías hablar con alguien – su voz era preciosa - ¿Quieres una copa?
-
Estoy esperando a mi amiga Sammy.
-
Parece que tu amiga anda algo ocupada. Toma
un trago –ofreció la copa con gran cariño – Por cierto me llamo Samuel, pero
puedes llamarme Sam.
-
Yo, soy Alexei, pero puedes llamarme Alex –
dije aceptando la copa.
Ni en un millón de años
habría imaginado como la manera en la que Samuel se acercó a mí, me
cambiaría la vida.
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